Imagen: César Mejías

Sí se puede. El hogar del Sename que saca adelante a cientos de niños

Con una atención personalizada y un enfoque al 100% en las relaciones con sus familiares y cuidadoras, este centro, similar a muchos del país, destaca por lograr proteger a los niños hasta que vuelvan en las mejores condiciones a sus hogares de origen.

Tags | infancia, niños, jóvenes, Sename, servicio nacional de menores, hogar Misión de María

Lo escuchamos o leemos prácticamente a diario. En el último tiempo, el Servicio Nacional de Menores (Sename) ha estado marcado por una gran polémica, debido a la mala administración y mal cuidado de los niños. Se ha convertido en el chivo expiatorio de todo el sistema de protección de los derechos de los niños que está fallando en el país, y que involucra desde el Ministerio de Justicia, pasando por el de Salud, de Educación y de Vivienda, al menos.

Por lo mismo, cuando uno se imagina un hogar de menores, es casi inevitable pensar en un recinto en malas condiciones, mal funcionamiento, donde el menor de edad es uno más de otros miles que están de pasada.

Sin embargo, como casi todo en la vida, las generalizaciones poco aportan. La verdad es que existen matices y este tema no es la excepción. ¿Hay buenos ejemplos, hay una vía de salida? En El Definido salimos en busca de un hogar de menores que fuera un referente, y que, a partir de condiciones similares a muchos - falta de recursos económicos - lograra un buen cuidado de los niños, y lo encontramos.

Ubicado en Ñuñoa, el hogar de la Corporación Misión de María lleva 22 años funcionando y recibe a niños entre 0 a 3 años que crecen y se desarrollan hasta retornar a su familia de origen. Si bien se trata de un grupo etario más "fácil" de tratar que los adolescentes, en este centro sí son capaces de estabilizar la situación de los niños, en una etapa clave para su desarrollo futuro, tal como lo afirma Unicef: "Es fundamental asegurarles, desde el inicio de sus vidas, adecuadas condiciones de bienestar social (...), así como fomentar el buen trato y el cuidado de sus familias y de la comunidad donde habitan", teniendo esto impacto en aspectos tanto de salud, como de su desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y sicológicas. 

Al entrar, lo primero que se ve es un patio lleno de juegos infantiles, una piscina con pelotas de todo tipo y colores, una casita de muñecas, y los pilares pintados con enredaderas y flores. Bien distinto al panorama mental que tenemos de un hogar estándar.

Adentro, no se escuchan niños gritando o llorando, sino más bien riendo. En la sala dónde están los más pequeños gateando, basta asomar la cabeza para que te vean, y se acerquen hacia ti haciendo gracias. Hay una alegría que se contagia y en las cuidadoras se puede ver el cariño que tienen por los niños, casi como si tuvieran en sus brazos a sus propios hijos. Parece un ideal, pero esa es la imagen de entrada a este lugar.

La principal motivación en el Hogar Misión de María, es que el niño pueda salir y volver a vivir con algún familiar apto para su cuidado (padres, tíos, primos, abuelos, etc.), agotando todas las opciones antes de derivarlo a adopción. Si es necesario tomarse más tiempo para lograrlo, lo hacen. Y este esfuerzo ha dado frutos.

En todos los años que llevan funcionando, este hogar ha tenido solo tres casos de niños que han vuelto al sistema. Así lo asegura la directora ejecutiva del centro, Paulina Valenzuela, quien también admite que no siempre funcionaron con la metodología que hoy tienen.

“Fue muy difícil en un principio, hubo que hacer una capacitación masiva a todo el personal, cambiar el chip”, explicó.

Las claves de su metodología 

El hogar partió con un grupo de amigos, una residencia y siente niños. Hoy, son exactamente 30 niños y 35 funcionarios trabajando, y llevan más de 10 años como organismo colaborador de Sename (hay que tener claro que sobre el 90% de los hogares del Sename tienen esta condición, y no son 100% estatales).

Sí, es pequeño al lado de otros, pero la metodología de trabajo que hoy utilizan en el Hogar Misión de María, puede ser un ejemplo para hogares de todo el país, que trabajan con la primera etapa de la infancia. Ésta se basa en dos pilares fundamentales: la relación de las cuidadoras con los menores, y la relación de los menores con su familia. Aquí les explicamos los detalles.

- Cuidadoras: conocimiento pleno del niño y protección incondicional

Según su directora ejecutiva, varias instituciones, y hasta los jueces a cargo de derivar a los menores, han felicitado la tarea que llevan. A pesar de tener en carpetas toda la información de los menores, ningún funcionario necesita revisarla para saber algo de los niños.

Se saben de memoria sus nombres, sus enfermedades, intolerancias, problemas. Es parte de lo que se les exige para poder estar con los niños; una dedicación al 100% y empatía tanto con los menores, como con los familiares.

Cuando un niño es derivado a la Corporación Misión de María, se le asigna una cuidadora, quien, tal como lo dice su cargo, debe velar por los cuidados del menor y por lo que sea mejor para él. Como explica Paulina, ellas son quienes ven “desde los baños, alimentación, mudas y citas a doctores. Es la figura que está permanente con el niño”.

Además de mantener ese vínculo personal, en el programa se ha determinado que cada niño debe tener un “libro de infancia”, dónde las cuidadoras anotan absolutamente todo sobre su vida, desde los cuidados médicos, pasando por fotografías de eventos importantes, dibujos hechos por ellos, hasta reflexiones sobre la personalidad de los pequeños y sus relaciones. 

El objetivo de este libro, es que la infancia del menor no se pierda y los niños conserven su identidad, ya sea que cuando se vaya sea con su familia directa o una adoptiva, siempre se podrá llevar su libro, con su historia, sus anécdotas, sus dibujos.

- Familiares: mayor vínculo con las familias de origen

Paulina Valenzuela, explicó que uno de los grandes problemas con los centros de menores, es la poca disponibilidad que hay para los familiares de poder pasar tiempo con sus hijos, sobrinos, nietos o hermanos, una vez que están dentro del sistema.

Los horarios son acotados, y muchas veces suelen dar disponibilidad una vez a la semana. Es aquí donde también quisieron diferenciarse, entendiendo la importancia que tienen los lazos de cariño para los menores, por lo que disponen de flexibilidad en horario de visitas.

Dependiendo de la situación a la que se enfrenten, trabajan junto a la familia para que ésta pueda equilibrar el trabajo, el estudio, y el tiempo que le dedica al niño. Aquí, la cuidadora también juega un rol importante, porque es ella quien acompaña a la mamá, papá o tíos en la crianza, enseñándole cómo debe alimentarse al menor, cómo bañarlo, hasta como tomarlo y hacerlo dormir, para que así no se sientan excluidos ni desplazados. De esta forma, los menores de edad reciben los cuidados y el cariño necesario, al igual que cualquier otro niño.

Aunque para que el Hogar Misión de María pueda tener todos estos cuidados, lamentablemente no basta con el convenio que tienen con Sename. La crítica que realizan desde su experiencia, es la mala administración y destinación de fondos, puesto que con los aportes que tienen del Sename y la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji), sólo les alcanza para cubrir un 60% del total de los gastos que tienen.

Como muchos otros hogares, deben generar sus propios ingresos. En este caso realizan eventos, como una tallarinata anual, por ejemplo, que hacen en conjunto con otros centros.

Sin embargo, creen firmemente que aún hay tiempo para mejoras y para que los demás centros empleen sistemas más eficientes enfocados en los niños más que en cumplir metas numéricas.

El verdadero desafío país

Sabemos que los niños que pertenecen o han pertenecido a este hogar podrían llamarse afortunados, y quizás otros hogares del Sename puedan también contar una historia con un final menos gris que los últimos casos. Un primer paso es dar a conocer estos ejemplos y demostrar que es posible realizar cambios concretos con éxito.

Ahora, una propuesta más integral de salida a este complejo problema, es la que están planteando expertos en pobreza e infancia de nuestra sociedad civil. Organizaciones como la Fundación para la Superación de la Pobreza, América Solidaria, el Hogar de Cristo y la Fundación San José, entre otras, insisten que no es el Sename en sí mismo, sino toda la red de protección a los derechos del niño la que es deficiente.

Para que haya verdaderos cambios, se deben plantear soluciones e intervenciones de largo plazo y la reforma debe convocar a todos los organismos estatales involucrados para que exista prevención, promoción y desarrollo de la infancia. Y no solamente de los 200 mil niños que permanecen en los centros de Sename, sino de los 4,5 millones de niños y jóvenes chilenos. ¿Cuál es el camino a seguir?

Mientras se tramitan leyes como el Sistema de Garantías de los Derechos de la Niñez, es fundamental comenzar realizando una mesa interministerial para buscar resolver el problema. Suena simple y obvio tal vez, pero en realidad nunca se ha hecho. Esta es la oportunidad para que vivienda, educación, salud, justicia y otros, puedan conversar acerca del futuro de los niños chilenos.

¿Qué te parece la metodología de este hogar? ¿Qué otras soluciones recomiendas?