Una vez recibido de ingeniero civil, Javier Rodríguez pasó seis meses encerrado antes de ponerse a trabajar. Tenía estudios, bases de datos, estadísticas, referencias internacionales y la calculadora en mano. Un día salió de la oficina que le había prestado un amigo y dijo: Los números dan, es rentable hacer musicales en Chile.
Cuando Javier tenía siete años aprendió a tocar guitarra solo. Le encantaba la música y en su colegio cada fin de año presentaban un musical armado por los alumnos de enseñanza media, profesores y auxiliares. Un año decidieron hacer Oliver y para eso necesitaban niños capaces de actuar y él fue uno de ellos.
El musical fue un éxito y tres años después Canal 13 llamó a varios de los actores para un casting y Javier terminó encarnando al mismísimo Oliver en el programa "Martes 13". Rodríguez disfrutó su minuto de gloria, pero tuvo que esperar hasta cursar I° medio para volver a presentarse en el escenario de su colegio por los requisitos de edad impuestos.
"Una de las cosas que me llamaba la atención de los musicales de mi colegio era que mi profesor de música, Andrés Castro, hacía todo. Muchas veces a mí me daba la sensación de que no actuaba la persona que tenía que actuar en el personaje principal, no había arreglos musicales bien hechos, porque en el fondo él tenía que hacerlo todo y no habían recursos. Yo pensaba: Esto podría ser tanto mejor si se organizara", recuerda Javier sobre su primer maestro del área y a quien le tiene una profunda admiración.
Cuando era tiempo de entrar a la universidad, Rodríguez tenía la dicotomía entre estudiar guitarra clásica o ingeniería, pero se decidió por esta última ya que consideraba que le abría un abanico de posibilidades, mientras que la guitarra se lo cerraba.
Estando en tercer año de ingeniería en la U. Católica de Chile, su amigo Osvaldo Iturriaga, quien trabaja hasta la fecha con Javier, le ofreció hacerse cargo del musical Jesucristo Súper Estrella.
"Dije: Aprovechemos esto para hacer algo bueno, aprovechemos que tenemos gente de todas las disciplinas y que lo pueden hacer por amor al arte. Trabajamos bien cada área, hicimos un casting, armamos el musical y el resultado fue tremendamente bueno", cuenta Rodríguez del primer montaje que tuvo a su cargo.
¿Cuál es tu visión para que un musical sea exitoso?
"Tiene que ver con asegurar el canto, trabajar la actuación, el movimiento y ver en las personas el talento necesario para poder traspasar lo que es una idea, a la realidad. Básicamente, yo miro el teatro musical como un equilibrio."
"Es importante que se mire desde un punto de vista de la gestión, que se integren las variables comerciales, financieras, logísticas. Para eso la gente que trabaja en esas áreas tiene que entender qué está pasando en lo artístico y así tomar decisiones correctas. En la medida que la gente no entiende eso, toma decisiones por otros factores que no son los centrales."
Javier volvió a armar un musical en su último año como universitario, pero esta vez de manera independiente y no bajo el techo de la Pastoral UC, que tenía dos a su haber. Con un casting abierto a todas las universidades, Los Miserables sería la obra que presentaría y la Universidad Andrés Bello, su escenario.
Un equipo de 38 actores, 20 personas en producción y 30 estudiantes de música que conformaban la orquesta darían vida a la historia de Victor Hugo. Javier sabía leer partituras lo que dio seguridad a los músicos motivados ya por el proyecto mismo. Se trataba de ensayar todos los sábados, durante todo el día, por amor al arte.
¿Cómo los convenciste?
"Les hablaba de que nosotros íbamos a trabajar la música de manera seria, que era una obra que valía la pena de contarse, que éramos un grupo interesante, que había un gran escenario y que iba a ir harta gente. Esa es la gran diferencia entre un gestor y otro: si eres capaz o no de convencer a tu gente. Lo rico de haber trabajado de esa manera, sin plata de por medio, es que apelabas a sus principios: Con el músico, apelabas a su vocación musical, a que lo hiciera porque le gusta lo que hace."
A Javier no le gusta contar cuentos. Para él, es la convicción en el proyecto lo que convence, no prometer cosas que no van a suceder. El involucrarse con las personas, escribir partituras con la gente de la orquesta, aprender de movimiento con los actores, etc. "Ése es el problema de la gestión cultural hoy día, el no involucrarse. El gestor tiene que estar adentro, no afuera y desde ahí puede crear", dice.
Después de que extendieran la cantidad de funciones de Los Miserables, de 3 a 10 y todo el equipo fuera rabiosamente aplaudido, Javier se encerró en la oficina de su amigo a sacar cálculos.
Los números le daban. El 2009 Javier Rodríguez previno que en dos años más vendría un boom de los musicales en Chile. Y no se equivocó.
Entre el 2011 y el 2012 comenzaron a aparecer en cartelera títulos como "Cabaret", "Piaf", "El Mago de Oz", "La novicia rebelde", "My Fair Lady" y otros más. El boom había llegado.
¿Por qué presentías que vendría un boom de los musicales?
"Chile se está desarrollando y nosotros vimos que los musicales crecen en países desarrollados. Finalmente, este es un bien superior, que aparece cuando la gente termina de ocupar su plata en bienes inferiores: alimento, educación, etc. Luego gastan en sí mismos, en entretenimiento. Lo veíamos en el boom de los recitales, de los restaurantes, en el fútbol."
Pero musicales no habían...
"Era un vacio que podía llenarse. No se hacían porque no eran sustentables, todavía no llegaba su hora. No hicimos estudio de demanda, sólo llegamos a la convicción de que esto tenía que aparecer y sentimos que teníamos que partir ahora. Acá, la intuición vale bastante más que los números."
¿En el mundo artístico?
"En el mundo más bien del emprendimiento. Hay cosas que se solucionan con la guata y no con la cabeza. Es la sensación de que va a pasar algo, pero en base a ciertos patrones de comportamiento, eso sucede si tú tienes un buen ojo de lo que viene ocurriendo. No necesariamente es un predictor, pero sí te puede dar las líneas para armar un proyecto."
Las líneas que trazó la intuición de Javier lo llevaron a formar el 2009, junto a tres amigos más, Alzares, una casa cultural que busca crear musicales de calidad mundial, cuyo referente es Broadway.
Partieron formando una academia, que por su poca viabilidad desecharon y armaron una orquesta para montar un musical propio sobre la historia de La Tirana. Su elaboración tardó tres años. Rodríguez cuenta que el capital para armar La Tirana lo pusieron "las 3 F" de un emprendimiento: Family, Friends and Fools. Además, en un principio tuvieron el apoyo de un banco, que fue la puerta de entrada para que el alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza, fuera a ver uno de los ensayos y diera el visto bueno para que se presentara en el Teatro Municipal de su comuna. Según cuenta Javier, le gustó lo que vio y confió. El banco retiró su apoyo, pero De la Maza conservó su aprobación.
Así, el primer musical de Alzarse se estrenó en agosto de 2011. La crítica trató muy bien al espectáculo, pero en cuanto a público estuvieron muy por debajo de lo que esperaban. "Fue un problema de difusión", cuenta Javier, que tuvo que poner la cara ante los inversionistas y decirles que no les podía devolver lo invertido.
Necesitaban recaudar plata, así que armaron rápidamente el musical "Broadway en concierto", con las lecciones aprendidas. La difusión se focalizó en la gente del barrio que rodea el Teatro Municipal de Las Condes y usaron la reconocida marca Broadway, para atraer el interés. Terminaron presentando el musical 20 veces, con un 95% de asistencia.
Alzares lo había logrado.
Tres meses después tropezaron de nuevo. Presentaron "Estación Broadway", que fracasó en taquilla porque el público la confundió con la obra anterior, debido a la similitud de nombres. "Había que sobrevivir, así que salimos a vender La Tirana", recuerda Javier, sobre lo que vivieron el año pasado.
La minera Antofagasta quiso que el musical de La Tirana hiciera una gira en el norte. Alzares estaba asustado. "Era como ir a bailar tango a Buenos Aires", dice Rodríguez, ya más tranquilo, porque sabe el final feliz de la historia.
Este verano, La Tirana se presentó y arrasó en el norte. Los padres le agradecían a los actores lo que habían hecho, ya que ayudaban a los niños a entender por qué se celebra esa fiesta. La gente hablaba de personajes que habían sido inventados para el musical como si fueran parte de la leyenda desde siempre.
La idea de este año es seguir vendiendo la obra mientras las puertas de Alzares se abren para recibir a quienes quieran estudiar teatro musical.
"Los talleres de teatro musical buscan acercar a la gente que no puede dedicarse profesionalmente a actuar y/o a personas que les gustaría aprender de buena manera la disciplina. En el mediano plazo esperamos que eso se transforme en academia y en el largo plazo, en un instituto que dé título profesional", cuenta Javier.
Con clases de canto, danza y actuación, quienes quieran, tendrán ahora la oportunidad de probar si el teatro musical es lo suyo. Javier Rodríguez ya descubrió que para él lo es.
Para los interesados en los talleres de teatro musical las inscripciones están abiertas en www.alzares.cl