"Hija, acompaña a esa vieja. Nadie la visita. La pobre empieza a olvidar cosas, así que si te presentas como su nieta lo va a creer". Al fallecer mi madre seguí viéndome con Rosalinda, con quien desarrollamos una entrañable amistad. Yo le comentaba lo mucho que la extrañaba la familia que inventé para consuelo de su abandono; y ella,fascinada, asentía a mi mentira piadosa.
Antes de partir me dejó una carta: "Sé que no eres mi nieta, pero te quise como a una. De habértelo confesado, ¿me habrías dejado de visitar? Ese era mi miedo. Pero me voy feliz".