Tiene 92 dos años. Suena la alarma, faltan diez minutos. Se levanta del sofá, se acicala, más unas gotitas de colonia Monix. Toma varios frascos, una cuchara, se encamina al dormitorio de su esposa, la de 65 años atrás.
— Amor, ¿eres tú?. — Sí. — Te he extrañado, ¿estoy fea? — No amor, hermosa como siempre. — Adulador como el primer día. — A ti te agradaba. — Más el primer beso. — ¿Solo el beso? — ¿Todavía te acuerdas? — De eso sí... ¡a tomarse los remedios! — Viejo mandón. —Un beso, te veo mañana. —Yo sólo podré escucharte. —Buenas noches amor. —Adiós amor, recuerda mañana tenemos una cita.