De todas las frutas y verduras, la única que me hace llorar es la cebolla. Es por eso que la odio. No como mi madre. Ella la ama. Ama masticarla y saborear sus capas medio dulces, medio picantes y sobre todo, ama que la haga llorar, y mientras llora, ríe, y me dice que hace bien para los ojos, que los limpia. Y le digo que para llorar ya están las penas de la vida, que limpian los ojos y la tristeza. Odio la cebolla, porque me hace llorar un llanto vacío.