Estamos ad-portas de uno de los más grandes logros de la humanidad: poner nuestras patitas en Marte. Ya sea la NASA, SpaceX o ambos de la mano, parece inevitable que en entre 10 a 20 años la primera nave con humanos llegará al Planeta Rojo.
Ahora la conversación va incluso un paso más allá, tratándose de la futura colonización Marte.
Para muchos expertos se trata de algo inevitable. Stephen Hawking, siempre en nuestros corazones, nos alcanzó a advertir el año pasado que la especie humana correrá peligro si no logra asentarse en otro planeta en el próximo siglo.
Elon Musk, fundador de la antes mencionada SpaceX, también cree que una colonia humana será vital para preservar la especie en caso de una tercera guerra mundial.
La lista de desafíos que supone es bastante amplia, y no solo hablando de tecnología. Un reciente paper indagó en uno de los aspectos menos considerados, pero más cruciales para el futuro de una hipotética colonia en Marte: la reproducción humana.
El doctor en filosofía Konrad Szocik, apoyado por biólogos y otros profesionales, publicó un interesante paper enfocado en los desafíos biológicos y sociales para la preservación de una hipotética colonia humana en Marte.
Partamos por las bases. Anteriores estudios sitúan entre 5 mil y 6 mil los individuos necesarios para una población extraterrestre permanente, considerando posibles catástrofes que la vayan mermando. Dado que tardaremos muchísimo en transportar esa cantidad de personas al Planeta Rojo, más nos vale contar con un plan B. Y es ahí donde la reproducción podría tener un rol importante.
Hijos marcianos se sumarían a la colonia sin viaje de por medio, pues nacerían ahí y, según el autor, estarían física y psicológicamente más preparados para la vida marciana. Un niño marciano, por ejemplo, no tendría que “adaptarse” a los códigos y requerimientos de la colonia, porque crecería con ellos. Pero esto es solo el comienzo de un hipotético pero interesante conflicto filosófico.
Marte será un ambiente inhóspito y hostil con la vida, no tan distinto como lo fueron otros sistemas ecológicos en la pre-historia humana, cuando solo los más fuertes sobrevivieron. Agreguemos a la ecuación microgravedad (una gravedad mínima) y constante exposición a la radiación, y el comportamiento humano se volverá mucho más impredecible.
Bajo estas condiciones, ¿valorará una colonia marciana la vida humana por sobre todas las cosas, incluso cuando signifique un peligro para la supervivencia de todo el grupo? Esta es una pregunta clave que Szocik plantea.
Él argumenta que las bases éticas por las que nos regimos en la Tierra (como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por ejemplo), no serían necesariamente respetadas. El aborto podría ser mucho más permisivo. “Suponemos que el entorno de la colonia marciana favorecería estas políticas liberales a favor del aborto porque el nacimiento de un niño discapacitado sería altamente perjudicial para la colonia”, señala el estudio.
“Una comunidad marciana puede establecer un criterio nuevo o más exigente para la descendencia, y puede evolucionar para favorecer la preservación de los rasgos personales y fisiológicos más adecuados para un residente marciano”, agrega. Por la misma razón, las parejas marcianas podrían estar más dispuestas a una intervención a nivel de genes para asegurar la supervivencia de sus marcianitos.
Aunque nos recuerde un poco a ciertas prácticas de la Alemania nazi, recordemos que hablamos de un caso hipotético muy especial, bajo presiones y peligros que nunca viviríamos en la Tierra y con la responsabilidad de continuar la especie a como dé lugar (con todas las implicancias éticas que ello acarrearía y que, por supuesto, están sujetas a debate).
Szocik hipotetiza que un nuevo sistema de valores podría implementarse en Marte mediante una “religión marciana”, que responda a las preguntas esenciales de la vida (¿por qué estamos aquí?, ¿cuál es la razón de ser del marciano?). Esto serviría como piedra angular de una cultura de actitudes pro-sociales y pro-cooperativas, aún a riesgo de comprometer derechos individuales (si hasta aquí estás leyendo esto con la boca abierta no te alarmes, nosotros también, recuerda que son solo hipótesis que se manejan respecto a una eventual conducta social en la colonia marciana).
Si pensaban vivir un futuro romance de película en Marte, lamento reventar su burbujita, porque el sexo en Marte será, según el filósofo, un tema pragmático.
Como hemos mencionado, los genes serán de vital importancia para la reproducción, al punto de dictar quién se mete con quién. Un proceso de selección sexual tipo Tinder, pero genético, podría regir en la colonia.
“Sospechamos que la práctica del asesoramiento genético, la selección cuidadosa de parejas y la restricción de los derechos reproductivos, pueden ser estrategias necesarias para evitar rasgos incompatibles con la vida en Marte en las generaciones posteriores”, señala la investigación.
Y en cuanto al acto en sí, será todo un milagro físico. Lo poco que conocemos de los efectos de vivir en condiciones de microgravedad, indican que los humanos que viajen a Marte tendrán que lidiar con: pérdida de masa ósea y muscular, inmunosupresión, cambios en los sistemas cardiovasculares y nerviosos, entre otras complicaciones. Tampoco sabemos cómo condiciones de gravedad distintas afectarán la producción de células reproductivas, el proceso de fertilización y el embarazo propiamente.
A menos que en Marte se hayan construido viviendas que provean de condiciones perfectamente terrestres y que permitan la recuperación de los colonizadores recién llegados, la procreación misma sería solo posible con “ayudas” tecnológicas de por medio, técnicas que están aún por inventarse.
La preservación de rasgos favorables a condiciones marcianas, ¿podría llevar a los marcianos a una especiación distinta del humano terrestre (personas con características diferentes a las que conocemos)? Szocik lo ve poco probable, dado que la colonia necesitará de un constante flujo de terrestres para mantenerse viva.
Sin embargo, si se aplicara ingeniería genética y se superaran los desafíos de la reproducción en Marte, permitiendo a los marcianos una independencia de sus hermanos terrestres, podríamos hablar de un potencial homo sapiens marciano. “En tal escenario, surgen nuevos desafíos éticos de la evolución de un nuevo tipo de especie humana que poseerá una nueva naturaleza y, en consecuencia, posiblemente nuevos deberes y derechos morales en comparación con las personas que viven en la Tierra”, señala el estudioso.
Todo esto es, claro, un pequeño vistazo hipotético a uno de muchos desafíos que deben resolverse antes de llegar siquiera a Marte, y una muestra de lo complejo que será el proceso de colonización; un gran desafío tecnológico, pero también biológico y ético.
Hoy mismo se siguen estudiando los efectos de la microgravedad en organismos vivos, la ingeniería genética sigue avanzando a pasos agigantados y el entrenamiento psicológico de astronautas está más que considerado por la NASA. Aunque la luz verde para la colonización humana todavía está lejos, la ciencia calladita sigue haciendo su trabajo.