Imagen: César Mejías

Cómo funciona hoy la caza de ballenas y por qué Japón está decidido a retomarla con fines comerciales

La caza de ballenas es una práctica milenaria, pero que hoy se ha convertido en un gran problema para la especie. Japón ha decidido no adherir a las regulaciones y retomará la caza con fines comerciales en julio. ¿Por qué? ¿Es una decisión rentable para el gobierno?

Por Glenn Ojeda @GOjedaVega | 2019-01-03 | 11:30
Tags | ballenas, caza de ballenas, japón, comisión ballenera internacional
Esto significa que Japón ya no participará en el programa de investigación científica de la CBI (mediante el cual cazaba casi mil ballenas anualmente con fines supuestamente científicos), sino que se dedicará abiertamente a la caza con fines comerciales.

La caza de ballenas o cetáceos (es decir mamíferos acuáticos), al igual que la pesca y la caza de otros animales, es una tradición antigua que pueblos costeros practican desde hace miles de años. Inmortalizada en folclor y literatura, como el famoso libro Moby Dick, esta práctica es típica en lugares como Escandinavia, en el norte de Europa, y Japón, en el noreste de Asia. Naturalmente, la caza de ballenas rudimentaria y artesanal practicada en estas regiones del mundo hasta el siglo XIX, era limitada y sostenible, ya que las ballenas encontraban refugio en altamar.

Sin embargo, desde principios del siglo XX, con los avances tecnológicos en materia naval y con respecto a los instrumentos de caza, ya no queda casi ningún rincón de los océanos al que los cazadores de ballenas no puedan acceder. Para la década de 1930, se estima que la caza a nivel global capturaba más de 50.000 ballenas al año, lo cual era una gran amenaza para la especie y su población natural en los océanos del mundo.

Es por esto que, en diciembre de 1946, se firmó la Convención International para la Regulación de la Caza de Ballenas y se creó la Comisión Ballenera Internacional (CBI). ¿Habías escuchado antes de la CBI?

¿Cómo funciona hoy la caza de ballenas?

Desde entonces, la CBI lidera esfuerzos internacionales que buscan limitar y regular la caza de ballenas a fin de asegurar la supervivencia y los ecosistemas de estos animales en los océanos del mundo. Obviamente, la misión de la CBI no es fácil, particularmente porque la Comisión es de adhesión voluntaria y no todos los países miembros observan las directrices delineadas. Es por esto que, ante la creciente caza de ballenas a lo largo del siglo XX, la CBI declaró un moratorio indefinido a la caza comercial de ballenas a partir de 1986. En principio, el moratorio debía ser temporal mientras que los países miembros de la CBI lograban acordar cuotas de caza sostenibles, pero hasta hoy día no se ha logrado crear un consenso sobre cuotas nacionales.

Desde entonces, persisten varias excepciones al moratorio declarado por la CBI. En primer lugar, no todos los países se adhieren a él. Por ejemplo, Islandia y Noruega practican la caza de ballenas con fines comerciales en sus aguas territoriales en el Atlántico Norte. Esta caza comercial tiene como fin la venta de la carne de ballena y la confección de artículos como peines, a partir de la utilización de sus huesos. De igual manera, la CBI permite la caza de ballenas a pueblos originarios en lugares como San Vicente y las Granadinas (en el Caribe), Groenlandia (territorio de Dinamarca), Rusia y los Estados Unidos. Por último, Japón, que es un país con tradición de caza al igual que Noruega e Islandia, adhería a los términos de moratorio de la CBI, pero ejercía la caza de ballenas a lo largo del Océano Pacifico bajo el pretexto de investigación científica.

Desde que la CBI decreto el moratorio a la caza de ballenas en 1986, los distintos grupos de ballenas a nivel global han visto un incremento en sus cantidades a pesar de que los países ya mencionados continúan practicándola. Sin embargo, todavía muchas de las especies siguen amenazadas por fenómenos como el cambio climático, la contaminación de sus hábitats y la proliferación del comercio marítimo que cada vez abarca más regiones de los grandes océanos.

Es por esto que la CBI continúa con su importante labor de concientización e incidencia política a nivel internacional. Por ejemplo, desde hace varios años los gobiernos de Brasil, Argentina, Gabón, Sudáfrica y Uruguay, han estado impulsando la creación de un santuario para ballenas en el sur del Océano Atlántico. En dicha propuesta, se estima un área marítima que serviría de santuario para aumentar las poblaciones de ballenas en un hábitat natural sin tráfico marítimo excesivo, sin caza ni actividades extractivas (como minería petrolera o de gas natural). Lamentablemente, esta propuesta lleva varios años sin avanzar, incluso siendo rechazada en las últimas votaciones organizadas por la CBI.

Japón vuelve a tomar el arpón

Japón, como miembro de la CBI, se ha dedicado a abogar por regulaciones más laxas con respecto a la caza de ballenas. Más aun, en años recientes el gobierno ha argumentado que, gracias a las décadas de moratorio, la población de ballenas ha aumentado de manera significativa y se debería reanudar la caza comercial de cetáceos. Es por esto que un choque entre la CBI y el gobierno de Japón se volvió inevitable.

En el 2015, el gobierno de Japón presentó una propuesta a los miembros de la CBI para reanudar la caza comercial de ballenas en algunas regiones del Océano Pacifico, pero fue rechazada. El pasado mes de diciembre, el gobierno anunció públicamente que abandonará su adhesión al moratorio de la CBI y que reanudará la caza comercial de ballenas a partir de julio de este año. Esto significa que Japón ya no participará en el programa de investigación científica de la CBI (mediante el cual cazaba casi mil ballenas anualmente con fines supuestamente científicos), sino que se dedicará abiertamente a la caza con fines comerciales.

Específicamente, Japón ha declarado que pasará de ser miembro pleno y activo de la CBI, a ser meramente un país observador en el marco de la organización. Esta decisión se debe particularmente a que su más reciente propuesta a favor de la reanudación de la caza con un sistema de cuotas, fue rechazada por el pleno de la CBI en septiembre del 2018. Tras esta derrota, Japón expresó su frustración declarando que los miembros de la CBI están más enfocados en la prohibición de la caza de ballenas que en la regulación de la misma.

¿Qué dice el resto del mundo?

La caza de ballenas actualmente practicada por Japón bajo el pretexto de investigación científica, es criticada desde hace décadas por organizaciones ambientalistas y por gobiernos extranjeros. Sin embargo, al menos la caza bajo el programa de investigación científica, es regulada por la CBI. La decisión del actual gobierno japonés de abandonar totalmente el moratorio y reanudar la caza plenamente comercial, ha provocado una ola de reacciones a nivel internacional. Por ejemplo, el ministerio de asuntos exteriores de Australia se declaró “extremadamente decepcionado” con la decisión y le solicitó al gobierno japonés que la reconsiderase. Igualmente, la organización no gubernamental (ONG) Greenpeace, declaró que la decisión de Japón es “un grave error” y que va en contravía al resto del mundo.

Bajo este nuevo escenario, la caza de ballenas por parte de Japón a partir de este año se verá limitada a las aguas territoriales y a la Zona Económica Exclusiva del país (es decir, mar patrimonial que se encuentra a no más de 200 millas náuticas de sus costas nacionales). Por su parte, el gobierno de Japón argumenta que la caza de ballenas es parte de su cultura y que la carne de ballena es fundamental a su tradición culinaria.

Mirando hacia adelante

Si Japón recomienza efectivamente la caza comercial de ballenas como ya ha anunciado, la pregunta central es si hay o no suficiente demanda económica entre la población japonesa para sostener la industria de la caza. Si en la década de 1960, se consumían en Japón unas 200.000 toneladas de carne de ballena al año, en años recientes el promedio es tan sólo de 5.000.

Con el cambio en los gustos y las dietas al igual que con la concientización internacional respecto a la caza, es posible que la demanda de carne de ballena continúe reduciéndose en Japón. Esta dinámica económica, junto a la presión por parte de gobiernos, organizaciones y ciudadanos, podría facilitar una caza limitada en los mares que rodean a Japón y, a la larga, una reducción importante en su volumen. Esperemos que así sea, por el bien de las ballenas y de los hábitats de nuestros océanos.

¿Crees que la presión internacional incidirá en las decisiones de Japón?