No causa sorpresa que en una familia quien tome las decisiones sea la mamá, haciéndose cargo de los hijos e hijas. Incluso en algunas comunidades son ellas quienes lideran ceremonias religiosas, como lo hacen las machis en la cultura mapuche. Pero los matriarcados llevan el liderazgo femenino a situaciones que, por lo general, aún son escasas (aunque cada vez más comunes).
Sociedades matrilineales donde los hijos heredan el apellido materno o en otros casos el nombre del clan del que viene la madre. Sociedades donde la propiedad pertenece a ellas, y son ellas las que están a cargo de dirigirlas o, en su defecto, a cargo de nombrar a un dirigente siempre y cuando tenga el poder de destituirlo bajo su orden. Sociedades donde ellas eligen con quién se casan y la familia de la novia paga una “dote” al clan del futuro marido, y no al revés. Sociedades donde la fertilidad femenina es venerada e implica poder.
Bienvenidos al interesantísimo mundo de las sociedades matriarcales, no prometemos contar todos sus misteriosos secretos, pero sí dar a conocer el funcionamiento de grupos donde las matriarcas mandan, y el poder femenino es realzado, no suprimido. Existieron desde hace miles de años y algunos persisten con sus tradiciones y costumbres. Mujeres que gobiernan con los valores de una madre de familia, o para estos casos: madre de una sociedad.
No es fácil encontrar definiciones exactas de lo que es un matriarcado, y menos aún encontrar sociedades con este sistema social. Pero definitivamente no es imposible y de hecho puede sorprender que en varios clanes, como los pueblos originarios de Norteamérica, las mujeres tienen mucha autoridad y poder en sus comunidades. Pero primero, ¿de qué se tratan los matriarcados?
Todos los bienes esenciales como la tierra, las casas, los animales y las frutas están en manos de las mujeres. Y el clan, pueblo o sociedad, es manejado por una jefa, o mejor dicho, la matriarca, según se explica en MatriArchiv, una biblioteca científica alemana con literatura sobre las sociedades matriarcales en la historia y también el presente, ¿o no se imaginaban que algo así podía aún existir?
Se cree que hace aproximadamente 1,5 millones de años, la sociedad humana fue matriarcal. Que las mujeres eran veneradas como sacerdotisas y honradas por su capacidad de tener hijos. En el medio británico The Independent, indican que las antiguas estatuas de Venus parecen apoyar esta teoría y a esta escuela de pensamiento. Pero, según la misma corriente, alrededor del 3.000 a.C. este liderazgo femenino terminó y la sociedad pasó a estar en dominio de los hombres. ¿Por qué?
No hay una explicación concluyente, pero Fernand Braudel, un historiador francés, describió este tipo de transformación en la antigua Mesopotamia. Antes del final del 5.000 a.C, la región fértil entre el Tigris y el Éufrates pasó de ser una que adoraba a las “diosas madres todopoderosas”, a otra donde eran los “dioses y sacerdotes masculinos los que predominaban en Sumer y Babilonia”. Como explicaron en The Economist, la causa de esto no fue un cambio en la ley ni una reorganización de la política, sino que una reforma tecnológica en la producción de alimentos, es decir, la adopción del arado.
Como este era más pesado que las herramientas que se usaban anteriormente, dio a los hombres una ventaja sobre las mujeres. Según Braudel, las mujeres en la antigua Mesopotamia habían estado a cargo de los campos y jardines donde se cultivaban los cereales. Pero con la llegada del arado, la agricultura se convirtió en el trabajo de los hombres y, por lo tanto, pasaron a ser los que tomaban las grandes decisiones de producción.
Es importante aclarar que el matriarcado no es el patriarcado invertido. La experta en el tema y fundadora de “The International Academy Hagia for Modern Matriarchal Studies” (MatriArchiv), Heide Goettner-Abendroth, explicó que en los matriarcados las madres están en el centro de la cultura. “[El objetivo] no es tener poder sobre los demás y sobre la naturaleza, sino seguir los valores maternos, es decir, fomentar la vida natural, social y cultural basada en el respeto mutuo".
Lo mismo cree la antropóloga y reconocida fotoperiodista Anna Boyé, quien ha dedicado parte de su carrera a buscar matriarcados de todo el mundo. Ha hecho documentales, exposiciones fotográficas y reportajes sobre estas comunidades.
“Allí las mujeres son el pilar que estructura la sociedad. Mujeres que son reconocidas por su sabiduría, por la habilidad que muestran en la gestión de la economía, en el trabajo y en la organización de la sociedad y de la ley. Mujeres cuya autoridad es reconocida por todos. Mujeres que gobiernan sus vidas con la esencia de la equidad entre el hombre y la mujer, porque matriarcado no es lo contrario de patriarcado sino una manera más igualitaria de organizar la vida”, reflexionó Boyé sobre los matriarcados que ha conocido.
Sociedades desconocidas pero que sorprendentemente aún existen, y a continuación les contamos del funcionamiento de algunas. Remontémonos a las misteriosas tierras de Sumatra…
En este rincón indonesio habita la sociedad matriarcal más grande que existe actualmente, los Minangkabau. Anna Boyé viajó a Sumatra Occidental (donde la mayor parte de la población profesa el Islam), para conocer a este pueblo donde hay aproximadamente 4,2 millones de personas. Formaron una estructura social compleja que se basa en clanes matrilineales, o sea que sus propiedades (tierras y casas) se van heredando a través de las mujeres. Cada pueblo está gobernado de manera autónoma según el “Adat”, que es su filosofía, o sus tradiciones étnicas.
“En la escuela, en la familia y en las reuniones del distrito o de la aldea, la mujer transmite el Adat, la profunda filosofía de esta sociedad que se basa en la importancia del ‘ser’ más que en el ‘tener’, una comunidad llena de espiritualidad y amor. Está cimentada en el acuerdo mutuo entre el hombre y la mujer en la toma de decisiones de la vida, para resolver todos los problemas de la familia y de la comunidad”, contó Anna luego de su viaje al matriarcado indonesio.
¿Y cómo comenzó esta larga tradición? Según la BBC, había un rey que cuando murió a mediados del siglo XII, su primera esposa, Puti Indo Jalito, se hizo cargo de los niños y del reino, creando así una sociedad matrilineal, una estructura social única en la que las hijas heredan las propiedades ancestrales, como los arrozales y las casas. Los niños toman el nombre de su madre, y un hombre es considerado un huésped en la casa de su esposa.
Mujeres en el Festival Budaya Minangkabau 2016. Fuente: Wikimedia Commons |
Boyé explicó también que los Minangkabau ven una conexión entre la fertilidad de los campos y la fecundidad de la mujer. “Entre los Minangkabau la maternidad relaciona el ciclo de la vida con la tierra. Al igual que las plantas nacen de las semillas. La madre está cerca de los hijos, regenera la especie, la legitima y nutre a la prole con una educación basada en la generosidad y el bien común y en las buenas relaciones entre los clanes”, describió. Estos principios, con los que funciona su comunidad, son transmitidos también por los hombres.
Cuando una pareja de esta comunidad se casa, es el novio quien se muda a la casa de la mujer, con la familia de esta. Y sorprendentemente, son estos últimos los que fijan una “dote”, o sea le pagan a la familia del novio para que se case con su hija. Un monto que es definido por la familia de la novia, basándose en la educación y la profesión del futuro marido.
“Como es habitual entre los minangkabau, viviremos en la casa de mi familia, en una estancia que han preparado para nosotros. Mi marido se integrará en la familia donde aportará trabajo e ingresos”, es parte del testimonio de Imel (23) sobre su boda. “Mi novio y yo nos sentaremos en un trono compartido, un solo trono para los dos, y recibiremos a los invitados. Significa que somos uno en cuerpo y alma, y que todo lo hablamos y decidimos juntos. Esta es la base de la sociedad matriarcal minangkabau donde el hombre y la mujer son como ‘uña y carne’, los dos se complementan”, agregó.
En el suroeste de China, cerca de la frontera con el Tíbet se puede encontrar “el reino de las mujeres”, o los Mosuo, donde impera una estructura semi-matriarcal hace miles de años. En cada casa hay una matriarca, a la que llaman “ah mi”. Las propiedades y el linaje se transmiten a través de las mujeres, quienes también son las que se ocupan de los negocios, mientras que los hombres cuidan de los animales. Lo sorprendente de esta comunidad, es además que los niños son casi exclusivamente de las madres. De hecho, en The Independent se explica que es normal que los niños no sepan quién es su padre.
Mujeres Mosuo. Fuente: Rod Waddington |
Sus matrimonios también son muy distintos a lo que conocemos y se conocen como “matrimonios ambulantes”. Los hombres Mosuo, se quedan en sus casas y en la noche las mujeres eligen un compañero. Definitivamente una unión muy distinta a la que conocemos en la cultura occidental. Las parejas de las mujeres las visitan solo de noche, si es que les dan permiso, y casi no se involucran en la vida de sus hijos, incluso en su idioma no existe una palabra para “marido” ni para “padre”. Los niños Mosuo se quedan con las familias de sus madres para siempre.
"En esta sociedad china, el estatus realmente depende del trabajo y las mujeres eligen parejas de manera diferente, el amor ocupa el segundo o tercer lugar en la lista", dijo Karolin Klüppel, fotógrafa de National Geographic que pasó un tiempo documentando la vida en la comunidad. "Para el Mosuo, es solo el corazón, el amor y la pasión que sienten, y si ya no lo sienten, pueden detener la relación y no es un gran drama. La sensación de mariposas en el vientre es más importante que permanecer juntos", agregó.
La fotógrafa, que pasó tres meses con los Mosuo y visitó más de 250 hogares, dijo y retrató en imágenes el hecho de que la fuerza de las mujeres Mosuo es tan inquebrantable como las montañas del Himalaya. “Vi a una mujer de 80 años que llevaba cosas que yo no podía llevar. [...] Sus cuerpos eran realmente tensos y poderosos. Me di cuenta de que la fuerza física realmente depende de lo que haces con tu cuerpo: ¡las mujeres tienen más fuerza que los hombres!”, explicó.
En la provincia de Limón, en Costa Rica, está el pueblo indígena de los Bribri, una tribu que se estima tiene una población entre 12.000 y 35.000 personas. Al igual que la sociedad de indonesia, viven un matriarcado matrilineal, por lo que las mujeres son las que pasan las tierras y tradiciones a sus hijos. Cada Bribri pertenece a un “clan” que es liderado por una mujer, en general las madres.
La leyenda de su pueblo cuenta la historia de una mujer que fue convertida en el árbol del cacao por los dioses. Y es por esto que solo a las mujeres se les permite preparar la bebida tradicional de cacao que se usa en rituales sagrados. La agricultura, principalmente de este grano y del plátano, es su principal fuente de sustento.
La joven española detrás del blog Explorando el Mundo, contó sobre su experiencia con la comunidad indígena. Después de un largo viaje llegaron a un río en la región de Talamanca, donde se encontraron con los Bribri. “Allí conocimos a nuestra cocinera, Prisca, una mujer indígena muy involucrada en el proyecto de turismo rural comunitario de la comunidad de Stibrawpa, y que más tarde descubrimos que también era la presidenta de la asociación de mujeres. Con ella estaba su marido, aunque él permanecía en silencio mientras ella nos relataba cosas de su comunidad y su proyecto. Como ella nos contaría más tarde, las mujeres Bribri son las que tienen el poder en la comunidad y las que toman las decisiones, siempre respaldadas por los hombres que aunque también participan en los proyectos, están en un segundo plano”, contó la blogera.
Se podría decir que la tribu de Pocahontas, el grupo de pueblos nativos algonquinos en Norteamérica, también mantenían sistemas matriarcales o semi-matriarcales. Los líderes de las familias eran llamados sachem, a no ser que fueran mujeres y, en ese caso, eran llamadas sunksquaw. Y al menos en términos sociopolíticos, las mujeres algonquinas ocupaban un espacio idéntico al de los hombres. De hecho, el o la líder, no actuaba solo, sino que había un concilio de hombres y mujeres que daban consejos siempre que el pueblo se enfrentara a algún problema. Estas charlas, a las que llamaban powwow, podían durar horas, todos eran escuchados y así se llegaba a acuerdos. Además, entre los powhatan (nombre del pueblo de Pocahontas) el poder sí era transmitido de forma matrilineal.
Y aunque el hecho de que Pocahontas haya estado obligada a casarse con Kocoum (solo en la película de Disney) no parece muy matriarcal, sí había otras tribus donde el poder de las mujeres llegaba a más esferas.
Los iroqueses, otra confederación de pueblos nativos de Norteamérica, se reconocen como un matriarcado. Aunque ninguna persona tiene derecho a “poseer” la tierra, creen que su Dios designó a las mujeres como administradoras de la tierra. Además, tradicionalmente son las llamadas Madres del Clan (Clan Mothers) quienes nombran a los líderes y si no cumplen con su trabajo o no escuchan al pueblo, ellas tienen el poder de despojarlos.
"En el sistema político iroqués, las mujeres poseían una cantidad inusual de poder. Todos los delegados masculinos al fallo de los consejos de la nación iroquesa fueron designados por mujeres mayores en el clan o tribu", dijo Katsithawi Thomas, autora de Los roles de género entre los iroqueses. También explicó en su ensayo que ellas son las guardianas de la cultura, responsables de definir las normas políticas, sociales, espirituales y económicas de la tribu. Y, al mismo tiempo, es su trabajo asegurarse de que todo se ejecute sin problemas en la comunidad, que todos tengan suficiente comida y que las familias pasen el invierno.
En estos pueblos agrícolas, las mujeres poseen la tierra y cuidan de los cultivos. ¿Y cómo comenzó esto? Por su conexión con la tierra. Cuenta la leyenda de la creación iroquesa, que una mujer (Sky Woman) cayó del Cielo. Y acá tuvo dos hijos que no fueron concebidos por un hombre, sino que por la tierra. Así se formó esta relación que significó el poder femenino. Un privilegio que todavía es respetado por los pueblos nativos del norte.