“Las niñitas dicen sí, los niñitos dicen no”, es parte de una canción que escuché cuando chica, probablemente cuando querían que yo fuera corriendo a saludar de beso a un tío lejano o que me sentara con las piernas cruzadas y sonriera. Muchos creen que las mujeres y los hombres nacen con cerebros femeninos o masculinos que determinarán su personalidad, pero esta neurocientífica israelí ha venido a demostrar lo contrario.
Daphna Joel, experta en mecanismos cerebrales del comportamiento humano y animal, y académica de la universidad israelí Tel Aviv, descubrió un elemento clave que podría dar vuelta todo esto. Que no hay cerebros divididos por género, sino que cada uno es quien es, según sus propias experiencias y sucesos. Que la mente no tiene sexo.
En 2008, cuando Daphna Joel comenzó a estudiar la psicología del género —el desarrollo de los hombres y mujeres desde el momento de la concepción- y la relación entre el sexo y el cerebro, descubrió que una teoría común, y muy aceptada, era que existía un cerebro masculino y uno femenino.
“Descubrí que muchos científicos creen que hay cerebros masculinos y femeninos y que esta es la razón de las diferencias fundamentales entre hombres y mujeres”, dijo en su TEDx.
Supuestamente, las mujeres tenían un gran centro de emociones, mayor capacidad de comunicarse y están programadas para la empatía, mientras que los hombres tenían un gran centro de agresión y un gran centro sexual, indicó la experta.
“Esta es una teoría muy popular, porque nos da una explicación muy simple para el mundo en que vivimos. Explica por qué las mujeres son más sensibles y emocionales y los hombres más agresivos y sexuales. Por qué la mayoría de los maestros son mujeres y la mayoría de los ingenieros son hombres”, afirmó Daphna.
Comúnmente se dice que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, pero según Joel este dicho popular se aleja mucho de la realidad cerebral. Esto porque, según la evidencia científica, nuestros cerebros son muy similares, como te contamos hace un par de años, cuando además mencionamos ciertos estudios que efectivamente planteaban la existencia de diferencias biológicas entre hombres y mujeres, como que las mujeres tenían mayor actividad en ciertas áreas, que los cerebros masculinos eran más variables o que mientras las mujeres procesaban mejor la información emocional, los hombres lo hacían con la espacial. ¿Estaban equivocadas estas investigaciones?
Seguramente no, lo que sucede es que la ciencia continuamente va progresando. La tecnología, la data recolectada y la especialización de los investigadores podría llevarnos a nuevos aciertos que finalmente nos guíen por un camino libre de estereotipos (o bueno, un poco más libre de estereotipos). Por otro lado, se trata de investigaciones distintas, que miden diferentes parámetros y, por lo tanto, llegan a conclusiones diversas.
“En los últimos 50 años, se han publicado más de 50.000 artículos sobre las diferencias de sexo en psicología y la conclusión es que los hombres y las mujeres son muy similares en casi todo lo que los psicólogos pueden medir. Habilidades intelectuales, habilidades cognitivas, habilidades emocionales, características de personalidad, intereses y actitudes”, dijo Daphna.
De todas maneras, sí hay unos pocos dominios en los que se encuentran diferencias de sexo consistentes, indicó, mencionando un ejemplo:
“Los hombres son, en promedio, más agresivos que las mujeres. Y solo por eso hablamos de la agresión como un rasgo masculino. Las mujeres son, en promedio, más compasivas que los hombres, así que llamamos a esto un rasgo femenino. Pero también en estos dominios, los hombres y las mujeres son muy similares y las diferencias son muy pequeñas”.
Ahora sabemos que cada uno de nosotros es un mosaico único de características tanto masculinas como femeninas, señaló Daphna.
La neurocientífica explicó que, en el siglo XIX, ya se había descubierto algunas diferencias físicas entre los cerebros de los hombres y las mujeres. En promedio los de ellos eran más grandes que los de ellas. Algunos científicos consideraron que esto hablaba de las capacidades intelectuales de cada uno, incluso se dijo que las mujeres no tenían la capacidad intelectual para los estudios académicos.
“Lo que ya se comprobó que es completamente ridículo, puesto que hoy día las mujeres no solo van a la universidad, sino que superan a los hombres en todos los niveles de estudios académicos”, garantizó Joel.
En los más de 100 años que han pasado, los científicos continuaron encontrando diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos, tanto en humanos como en animales. Y no solo en el tamaño, sino que en la micro anatomía del cerebro. Por lo que esta lista de diferencias biológicas, para todos significaba que había un órgano que se podía definir como masculino y otro como femenino.
Pero justo cuando Daphna comenzó a creer que sí había un cerebro masculino y uno femenino, encontró evidencia sobre los efectos del estrés (o sucesos externos) en la región del hipocampo. En la investigación midieron la densidad de las espinas dendríticas (las que tienen un papel fundamental en el almacenamiento de la memoria), y vieron que estas tienen distintas características entre hombres y mujeres.
Pero al exponerse a situaciones de estrés esas dendritas iban cambiando. Es decir, las de los hombres se asemejaban a las de las mujeres con estas externalidades, y viceversa (es un gran menjunje de información científica que pueden ver en más detalle en su TEDx o en el estudio).
En resumen, vemos que las formas de las dendritas dependen del sexo, pero no solo del sexo, sino que también cambian según la situación de estrés que se esté viviendo, indicó Daphna.
“Por lo que, aunque el sexo sí es importante, es la interacción entre este y el ambiente, en este caso específico el estrés, lo que determina la forma de las neuronas en esta región”, dijo.
Cuando la neurocientífica se adentró en el tema de los efectos del estrés en la personalidad y el comportamiento, descubrió lo siguiente: “Había estudios reportando efectos similares del estrés cuando este se experimentaba desde el embarazo, justo después de nacer y en la adultez”.
También había otros efectos similares si se consideraban otros tipos de cambios externos. Por ejemplo, en el caso de la experimentación con ratones, se registraban cambios si estos vivían solos o en grupo, si tenían cosas con que jugar o no. O sea que las diferentes manipulaciones afectaban muchas regiones del cerebro, no solo el hipocampo, y también características del órgano como su tamaño, cantidad de neuronas y la morfología dendrítica.
“Lo que fue común de todos estos estudios fue el descubrimiento de que cualquiera fuera la manipulación, algunas características cambiaron su sexo, y otras no”, explicó.
Y después de que Daphna presentó su investigación en 2012, se ha continuado estudiando el tema. Como explican en El País, en 2015 un grupo de académicos israelíes, alemanes y suizos, compararon la anatomía de 1.400 cerebros de hombres y mujeres para concluir que, “más que dos categorías, lo que hay es un mosaico cerebral”.
"En lo genital, hay diferencias según el sexo que se van sumando hasta crear dos tipos, los genitales masculinos y los genitales femeninos", dijo Joel.
Más del 99% posee órganos genitales que se pueden diferenciar por género, y solo unos pocos son considerados intersexuales, señaló.
Pero en el caso del cerebro, esto no es así. El hermafroditismo cerebral es la norma y los cerebros 100% masculinos o femeninos son la excepción. "Más bien, lo que hay son muchos tipos de cerebros", explicó.
TEDx Daphna Joel |
Muchas mujeres y hombres luchan contra esto todos los días. En una charla, Nerea de Ugarte —psicóloga, fundadora de #LaRebelióndelCuerpo y presidenta de #NiñasValientes- enumeró algunos clásicos rasgos que la sociedad suele relacionar con las niñas y los niños, los que salen en la siguiente imagen:
Presentación Nerea de Ugarte en ICARE |
“Estos son roles y estereotipos de género que por muchos años nos han hecho creer que vienen y que están implementados en nuestro cerebro”, exclamó Nerea en su presentación, basándose en los estudios de Daphna Joel.
“Nosotras no somos más cariñosas esencialmente, nosotras no somos más tímidas ni tenemos la voz suave esencialmente. Nosotras somos así porque vivimos en una cultura donde los roles de género han determinado que las mujeres son así”, agregó, enfatizando que nuestras características son parte de nuestra propia identidad, nuestro propio mosaico.
“Ese es el problema con los estereotipos, que van conformando patrones de conducta y patrones esperados que efectivamente lo único que hacen es perpetuar la desigualdad”, dijo.
Por todo esto, Daphna se preguntó: “¿Por qué tendría sentido hablar del sexo de una región del cerebro si vemos que simples manipulaciones pueden revertir lo que es considerado masculino y lo que es considerado femenino”.
Muchos creen en esta diferenciación de cerebros porque entrega una explicación del por qué las mujeres y los hombres “debiesen comportarse distinto y ser tratados de manera distinta”. Pero como dijo Daphna, no tiene sentido hablar del sexo del cerebro.
“Los cerebros no tienen sexo. Si debes relacionar el cerebro al sexo, lo puedes llamar intersexo, una mezcla de características ‘femeninas’ y ‘masculinas’. No hay cerebros masculinos y no hay cerebros femeninos. Por lo que su existencia no puede explicar diferencias fundamentales entre hombres y mujeres, lo que no es realmente un gran problema considerando el hecho de que los hombres y las mujeres son notablemente similares. Sean ustedes mismos”, enfatizó Joel.
Como dijeron las expertas, si todos y todas somos un mosaico de características que de acuerdo a sucesos externos vamos mutando, entonces somos algo más libres de hacer lo que queramos y llegar donde queramos. Las niñitas no necesariamente son más ordenaditas, y los niñitos siguen siendo hombres aunque muestren emociones, y por fin la evidencia científica parece estarlo estudiando. Nuestros cerebros, nuestro comportamiento, nuestras acciones, no dependen del género, dependen de nosotros.