Imagen: César Mejías

22 años en el Congo: la visión de una enfermera española sobre uno de los países más pobres de África

República Democrática del Congo no ha logrado salir de la violencia, pobreza y corrupción desde su independencia. Candelas Varela es una enfermera que lleva 22 años aportando su granito de arena a través del Centro Hospitalario Monkole.

Por Maria Paz Larrondo | 2019-06-27 | 07:00
Tags | república democrática del congo, enfermería, salud, áfrica, líderes
“Es un trabajo muy enriquecedor. Hay que hacer de todo y aprendes mucho más de lo que das” (Candelas Varela)

La República Democrática del Congo (RDC), ubicada justo en el ombligo de África, desempeña un papel clave en la economía mundial gracias a sus recursos minerales,e increíblemente es un país muy importante en la prosperidad de las ventas de automóviles eléctricos. ¿Por qué?

Se estima que RDC posee más de la mitad del suministro mundial de cobalto, un elemento esencial en las baterías que nutren a los vehículos eléctricos y teléfonos celulares.

Las reservas de cobalto y otros minerales como diamantes, cobre y oro, deberían convertir a RDC en uno de los países más ricos de África. Sin embargo, su población se encuentra entre las más pobres de mundo.

Para saber más sobre este alucinante país y cómo se trabaja para solucionar algunos de sus problemas, conversamos con Candelas Varela Vázquez, una enfermera española de 47 años que vive desde hace 22 en Kinshasa, la capital, realizando una labor social importante para los congoleños en el Centro Hospitalario Monkole.


Candelas junto congoleses en una tienda del barrio en que vive en Kinshasa/Candelas Varela Vázquez

Un poco de contexto

Según Candelas, en Kinshasa hay pocas calles asfaltadas, y las que sí lo están son las principales. Casi todo está construido sobre arena y eso trae problemas: hay muchas erosiones y movimientos de terreno. “Urbanísticamente, Kinshasa es un caos bastante grande y todo eso hace que no haya alcantarillados, no hay recogida de basura y da una sensación de mucha suciedad y desorden”, dijo a El Definido.


Calles de Kinshasa/Agencia de la ONU para los Refugiados

En el Congo, la gente que puede trabaja y subsiste. La mayoría es comerciante: vende o compra lo que sea, otros trabajan en agricultura. “Cada día comes, cada día te organizas. No hay algo previsto, poca gente tiene un sueldo fijo para poder prever”, relata Varela. Por su parte, quienes tienen más medios trabajan en bancos y compañías de comunicación, las que han tenido un boom en los últimos años.

Este país, que en los tiempos coloniales pertenecía a Bélgica, ha sido explotado por su riqueza desde que llegaron los primeros europeos en el siglo XV. Sin embargo, la corrupción y la mala gestión dominada por las élites, han impedido que su riqueza se utilice para sacar a las personas de la pobreza.

El dramático contexto que se vive en temas sociales, políticos y económicos, han llevado a el Congo a estar por años en situación de emergencia humanitaria.

Según Europa Press, la situación de emergencia de este país está lejos de desaparecer. RDC lleva décadas viviendo conflictos que no tienen menos gravedad con el paso del tiempo. Sobre todo en el este del país, donde las guerrillas no dejan de hacer lo suyo en un combate con armas de segunda mano.

Al bajo PIB por habitante, se le suman enfermedades mortales que afectan a la población, como la malaria y el ébola. “Las infraestructuras públicas no existen. El agua y la luz son bienes precarios, y eso condiciona la vida. No hay cuidados médicos ni tampoco higiene, y por eso se muere la gente”, dijo la enfermera española a El Definido.

Candelas cuenta que las prioridades son muchas en el país y que ahora mismo la urgencia es el ébola. Existe un brote sin control, que ha traído muchísimos muertos y está pasando las fronteras llegando a países como Uganda.

Según la ONU, casi 13 millones de personas necesitan asistencia en el país y alrededor de la misma cantidad tienen problemas para cubrir sus necesidades alimentarias, incluidos 4,3 millones de niños con desnutrición.

Ilusiones de cambio

Las transiciones son complicadas en un país que ha sufrido guerras y golpes de Estado desde su independencia, en 1960. A partir de ese entonces, siempre ha estado presente la violencia durante la transferencia de poder de un líder a otro.

Dentro de esta difícil situación, han habido cambios: Félix Tshisekedi, líder del partido Unión por el Progreso y el Desarrollo Social, fundado por su padre, asumió este año como nuevo presidente hasta 2024.

En diciembre pasado, se realizaron elecciones generales en el país, tras 22 años en que la familia Kabila estuvo en el poder: primero Laurent-Désiré Kabila padre y luego su hijo, Joseph Kabila.

Los sufragios se realizaron dos años después del momento en que se suponía que el último dejaría el poder según la Constitución, lo que generó una creciente inestabilidad política. Pero las elecciones no estuvieron exentas de polémicas.

En las votaciones, el pueblo congoleño decidió elegir ampliamente al candidato Martin Fayulu, una persona sin relación con las élites en el poder y muy crítico de ellas. Aunque dos organismos independientes confirmaron su victoria, Kabila otorgó la victoria a Félix Tshisekedi, que no era su candidato oficial, pero sí le permitía seguir controlando sus intereses en la oscuridad.

Las personas en el país saben que en realidad Tshisekedi no ganó las elecciones. “Las elecciones no fueron transparentes y se piensa que el nuevo presidente se puso de acuerdo con el anterior para salir”, confirma Candelas a El Definido.

Aunque hubo algunas protestas, fueron reprimidas. Sin embargo, si el verdadero ganador se hubiera convertido en presidente, probablemente habría habido más violencia, ya que Kabila sigue controlando el ejército.

Pero lamentablemente los congoleños acostumbran a vivir con una economía de supervivencia donde la corrupción domina, y no es solo cosa de los poderosos. Por eso, muchas veces simplemente se resignan y no luchan por los temas políticos.

Candelas cuenta que todos estos años han sido difíciles, ya que el gobierno no ha ayudado con la sanidad ni la educación y, si es que lo han hecho, ha sido de una manera mínima. Sin embargo, asegura que la situación política ahora parece más estable con el cambio de gobierno. “Esperamos que las cosas cambien. Hay muchas ganas de cambio”, señala Candelas.

Trabajo enriquecedor

A Candelas le surgió la posibilidad de ir a trabajar a RDC por una iniciativa del Instituto Europeo de Cooperación y Desarrollo (IECD), que ganó un proyecto para subvencionar y construiruna Escuela de Enfermería en el Centro Hospitalario Monkole (ISSI).

Este centro fue creado por un grupo de médicos y gente del Opus Dei, una jurisdicción de alcance mundial perteneciente a la Iglesia Católica, quienes vivían en el lugar y notaron las necesidades. Desde sus inicios en 1991, el proyecto recibió ayuda a través de la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID).

Monkole es un organismo privado pero funciona con un convenio con el Ministerio de Salud de RDC, ya que en esta zona no hay un hospital público, por lo que se intenta conciliar las dos cosas, la medicina de calidad y el acceso económico.


Centro Hospitalario Monkole/Fundación Amigos de Monkole

Durante los diez primeros años en Kinshasa, Candelas trabajó en la nueva escuela de enfermería como directora y profesora de sociología, cardiología y de cuidados de enfermería; campos en los que ella ya había trabajado y con los que intentó transmitir su experiencia.

Luego, en los diez años siguientes, fue directora de enfermería del Centro Hospitalario Monkole. Y desde hace un año se desempeña como directora de comunicaciones del mismo.

La enfermera cuenta que su objetivo durante los primeros años fue transmitir la relevancia de la enfermería y de la formación continua, con la intención de que se valorara la profesión. Pero con el tiempo, los diferentes roles que fue asumiendo tomaron una importancia similar. “Es un trabajo muy enriquecedor. Hay que hacer de todo y aprendes mucho más de lo que das”, señaló.


Candelas en el Centro Hospitalario Monkole junto a un
prematuro de Neonatología dado de alta tras dos meses 
hospitalizado/Candelas Varela Vázquez

Labor non-stop en Monkole

Son muchos los beneficiados con el trabajo que se realiza en el Centro Hospitalario Monkole, como los enfermos y las mujeres embarazadas, muchas veces sin recursos para acceder a una medicina de calidad.

Aunque parezca raro, Candelas cuenta que toda la sanidad en RDC se debe pagar. “En los hospitales públicos, si no tienes dinero, no te hacen absolutamente nada, o pagas o mueres. Entonces da lo mismo que vayas a un público o a un privado”, cuenta. Los únicos tratamientos gratis son para la tuberculosis, el sida y las vacunas, ya que tienen apoyo exterior.

Debido a que no hay seguridad social en el país, hay muy pocos hospitales que acogen a quienes no tienen dinero. Uno de ellos es precisamente el Centro Hospitalario Monkole, donde reciben a las personas y tratan las urgencias, luego se intenta recuperar lo que se pueda.

Para ello, hay un equipo especial que con las fichas de información de las personas, se encarga de ir a las casas y ver qué mecanismos podrían haber para que paguen, o si alguien de su familia puede hacerse cargo del gasto y cómo les acomoda más.

En Monkole el 60% de los pacientes puede pagar, porque son las empresas donde trabajan las que hacen un convenio con el hospital, donde Monkole se encarga de los cuidados médicos del empleado y de sus familias.

Por otra parte, un 20% son pacientes privados que pueden pagarse ellos mismos, porque tienen sueldos de profesiones autónomas. Otro 20% es gente que no tiene trabajo, o que no puede pagar nada porque viene de alguno de los tres centros ambulatorios de salud primaria pertenecientes Monkole.

Estos últimos, denominados dispensarios, están ubicados en tres zonas de difícil acceso, por lo que es gente que vive en barrios mucho más pobres, que no tiene dinero para financiar prácticamente nada, por lo que paga un coste mínimo. En los casos de que las personas no tengan cómo costear, el centro busca subvenciones y ayudas desde el exterior del país.

Gracias a la fundación “Amigos de Monkole”, se han puesto en marcha programas sociales como el “forfait mama”, en el que una mujer paga 45 euros (aproximadamente 35.000 CLP) por las consultas prenatales, el parto o la cesárea y la hospitalización, y la fundación busca el resto que habría que pagar al hospital.

Calidad humana

Varela, conoce de cerca la situación que se vive en RDC. Con los más de 20 años que ha pasado en Kinshasa, la segunda ciudad del África subsahariana más poblada, y sin planes de retorno, ha vivido diferentes situaciones del país como una ciudadana más.

Como en todo, existen pros y contras, Candelas dice que los congoleños “viven a otro ritmo, no están acostumbrados a cumplir las leyes ni cívicas, siguen poco las normas o normativas y hay que estar constantemente recordando o sancionando”.

Sin embargo, esta enfermera destaca la calidad humana del lugar y menciona que las personas marcan la diferencia. A pesar de vivir una difícil situación, son acogedores, tienen tiempo para escuchar, son alegres, aman a la familia y son lanzados para hacer cualquier cosa nueva.

En un lugar como República Democrática del Congo, donde las condiciones de vida son extremas, toda la ayuda sirve. Por eso, la labor de Candelas y todo el equipo del que forma parte es totalmente destacable, ya que con una cooperación desinteresada se contribuye de alguna manera al desarrollo de este país con tanto potencial por trabajar.