Su objetivo no es el ocio o el turismo, sino ser parte del transporte público. Las bicicletas públicas son un servicio práctico pensado en el uso cotidiano y funcionan como sistemas de arriendo o préstamo gratuito, que por lo general son impulsados por la administración pública. Parece una forma ideal de transportarse: saludable, barato y cómodo.
Además para nuestra capital, vendría como anillo al dedo, ya que hay un auge del ciclismo urbano. Santiago lidera en Latinoamércia con un 3% el uso de la bicicleta, al igual que Ciudad de México, superando a ciudades como Buenos Aires, Lima y Bogotá. Si ya la municipalidad de Providencia lo hizo, ¿por qué no ampliar la iniciativa?
Sin embargo, no es llegar e instalar estos servicios por toda la ciudad, hay varios factores que considerar para que efectivamente sean un éxito.
Hay muchos sistemas públicos de bicicletas que han fracasado porque no se pensaron bien. Así, una iniciativa que parece buena por donde se la mire, acaba siendo una pérdida de dinero y decepcionando a los usuarios en la ciudad. Sin ir más lejos, en España el 75% de los sistemas de bicicletas públicas tienen una rotación menor a un uso por bicicleta al día.
Dado que en Chile estos sistemas recién están naciendo, es bueno tener claro desde el principio qué se debe considerar para que sean un éxito. Por eso, tomamos la experiencia de España, que aprendió la importancia de considerar todos los factores para que las bicicletas realmente funcionen como transporte público y los puso en un manual, cuyos puntos principales les explicaremos a lo largo del artículo.
Son las palabras de Esther Anaya, experta en movilidad ciclista y coautora del blog La Bicicleta Pública en España. Según explica, cuando se planifica el transporte no basta implementarlo todos los tipos de servicio, hay que pensarlo bien y el objetivo debe ser "encontrar la fórmula para transportar el mayor número de personas de la manera más eficiente posible", explica.
Cuando funciona, los beneficios son muchos. En primer lugar, mejor medioambiente y mejor salud. Además, se amplían las posibilidades de transporte, es más económico para el usuario, se facilita la combinación entre sistemas de transporte para acceder a todos los rincones de la ciudad, se optimiza el uso de espacio público, disminuyen los tacos y se fortalece la identidad local, porque es bien aceptado en el paisaje urbano y hace más atractiva a una ciudad.
Por eso el sistema público de bicicletas es común en más de 500 ciudades en 49 países, según un informe del Earth Policy Institute. Pero para llegar a esto, debe funcionar. Y que sea exitoso depende de lo bien que se diseñe e implemente. Es bueno estudiar casos de otros países e inspirarse en ellos, pero jamás hacer un copy- paste. Hay que estudiar la ciudad, los ciudadanos y los transportes en cada lugar.
La bicicletas públicas mueren cuando no satisfacen la demanda de traslado, hay poca infraestructura para ciclistas, no se han previsto bien los costos de implementación y mantención, hay una capacidad técnica insuficiente y falta de compromiso político en el proyecto.
Para salvarse de esto, según Esther, es importante que previamente se hagan estudios de viabilidad, entorno y población. Luego de eso realizar un buen seguimiento cuando empiece a funcionar, especialmente de los actores implicados y de la integración con las redes de transporte.
La experta considera este último punto clave. Principalmente lograr integrar redes entre sí: metro, micro, bicicleta, etc. y que exista también una integración en el soporte operativo, por ejemplo, en el caso de los santiaguinos, que nuestra tarjeta Bip! sirviera para arrendar bicicletas también, aplicando distintas tarifas según las combinaciones entre los sistemas de transporte público.
En España diseñaron una guía metodológica para implantar sistemas de bicicletas públicas, de la cual Anaya participó. ¿Cómo lograrlo de forma exitosa?
Primero, la guía analiza los tres pasos que hay que dar: preparación, implantación y funcionamiento de las bicicletas públicas.
Por ejemplo siempre será mejor implementar el sistema en un tejido urbano denso y diverso, con otros medios de transporte disponibles y harto movimiento, que en una zona muy extensa. Considerando la topografía, en ciudades como Santiago que tienen varios sectores con bastante pendiente, sería ideal combinar las bicicletas comunes con algunas eléctricas. En el clima, la temperatura no afecta tanto como podríamos creer, pero en zonas demasiado lluviosas quizás podría disminuir bastante el uso. Esas y otras características son importantes de tener en cuenta.
En esta etapa es fundamental la creación de grupos de participación que opinen, realizar un estudio de la movilidad y elegir un sistema específico de funcionamiento, ya sea automático o manual (con personas que atiendan), de suscripción o de pago por uso, etc.
Por último tomar medidas contra posibles incidencias, como por ejemplo que haya muchos más usuarios de lo previsto, que la funcionalidad real no sea satisfactoria, actos de vandalismo o baja aceptación.
¿En qué contexto se sostiene bien un sistema de bicicletas públicas? Para que todos estén satisfechos, la guía considera tres pilares necesarios:
A la fecha se encuentra disponible el servicio en las comunas de Vitacura y Lo Barnecha. La suscripción tiene un costo mensual de $4.990. Para más información sobre el proyecto y la ubicación de las estaciones entra a BikeSantiago.