Para que no des la hora: mira cómo funciona la puntualidad en otros países del mundo

¿Reyes de los atrasos? No somos los únicos. ¡Lejos! La impuntualidad es un desafío que tanto los países latinoamericanos como muchos otros del mundo tienen que enfrentar a diario. Aquí te mostramos cómo se las arreglan, y cómo se vive la puntualidad (o falta de) en otros lados.

Por Bruno Carrillo | 2014-04-14 | 10:28
Tags | Puntualidad, países, reloj, costo económico, hábito

*Esta nota fue originalmente publicada en 2014.

Los latinoamericanos tenemos (merecida) fama de ser impuntuales. Poniéndolo bajo un lente positivo, se podría decir que no somos esclavos del tiempo, sino que lo ponemos a nuestro servicio. Lamentablemente, esto tiene consecuencias económicas y sociales tangibles: productividad desaprovechada, reducida fiabilidad para cumplir plazos exactos e incertidumbre a la hora de honrar compromisos con las amistades. ¿Lo más interesante? Es un desafío que, debatiblemente, la mayoría de los países del mundo enfrenta a diario.  

La “hora boliviana”, “hora ecuatoriana”, “hora dominicana”, “hora tica” (de Puerto Rico) y “hora nica” (nicaragüense) estipulan que la persona puede llegar entre 30 minutos y hasta tres horas tarde o más, dependiendo del país. 

La elástica “puntualidad mexicana” puede aproximar una cita hecha en la mañana al mediodía, y en Paraguay se pregunta si el compromiso es a “hora de goma, u hora de piedra”, entendiéndose que el primero es maleable. En la Patagonia, el espíritu de la puntualidad se puede reducir en un dicho: “Patagón que se apura, pierde el tiempo”. 

En el sistema económico mundial de hoy en día, la impuntualidad cuesta dinero. En Chile, entre $287 y $615 millones de dólares; en Perú, según las cifras que dio Alan García al lanzar su campaña “la hora sin demora”, el país perdía algo así como $5.000 millones de dólares; en Ecuador, a comienzos de la década pasada, la cifra era de $2.300 millones de dólares. 

Latinoamérica está lejos de ser el único lugar donde estar a deshoras es la norma: en Europa, España, Portugal e Italia son famosos por su falta de adhesión a los horarios. Hay una cita famosa de Peter Ustinov, escritor británico, que dice: “Así me imagino el infierno: puntualidad italiana, humor alemán y vino inglés”.  

En el sudeste asiático, la “hora filipina” lleva décadas costándole millones de dólares a la economía. Cuando en 1997 el presidente de ese entonces, Fidel Ramos, lanzó el proyecto “la semana de la puntualidad”, destinado a instaurar un “antes y un después” en la historia de Filipinas, el presidente llegó una hora tarde a inaugurar el evento. En el 2011, el país lo intentó de nuevo con la campaña “Juan time” (la hora Juan), usando un juego de palabras con “Juan”, la adaptación fonética de “uno” en inglés y el nombre más común en Filipinas (sí, tienen bastante influencia hispánica).

La hora africana

África es muy similar a Latinoamérica en cuanto a la concepción del tiempo, sino más laxa. El tiempo es visto como un recurso renovable y como un bien del cual hay de sobra. Hay un dicho africano famoso que dice: “Los africanos no esperan al tiempo; el tiempo espera a los africanos”. El cultivo de la paciencia es esencial, pues la gente puede hasta no llegar a los compromisos.

En el año 2007, el entonces presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, lanzó una campaña titulada “La hora africana está matando a África – combatámosla”. Mientras que hay algunas compañías (como Kenya Airlines) que han logrado mejorar sus horarios, da la impresión de que la mayoría de los países del continente africano todavía hacen uso de su visión clásica del tiempo. Como en muchas partes de Latinoamérica, ¡llegar a la hora a un compromiso social puede incluso ser mal visto!

Arabia Saudita: tú llegas puntual, no yo

Los saudíes son relajados con las horas, pero solo con sus connacionales. Si se es un extranjero, por lo general se espera que uno sea puntual (especialmente si es un europeo o estadounidense). ¡Y nada de andar mirando el reloj durante la reunión! Lo que para nosotros puede ser una “indirecta” que nos tenemos que ir, en Arabia Saudita es un insulto. 

La laxa puntualidad es relativa norma para la mayoría de los países árabes, de manera similar a la que tenemos en nuestro propio continente. Juntarse a las ocho es, realmente, “alrededor” de las ocho. Para las reuniones de negocios, es clave nunca dar muestras de impaciencia; puede ser un real desafío, considerando que es un aspecto cultural el pasar bastante tiempo socializando y hablando de banalidades antes de ir al meollo del asunto. 

Los mejor portados: Alemania, Japón, Suiza y Finlandia

En estos países, la puntualidad es la base intrínseca de la cultura. El tiempo está claramente estructurado en horas, minutos y segundos por un motivo. Los alemanes tienen fama de ser patológicamente puntuales; estar a la hora es un símbolo de respeto mínimo, especialmente en una cultura que le gusta planificar con anticipación. El 85% de los alemanes admite tomarse los compromisos seriamente, y esperan que los otros hagan lo mismo. Invita a un alemán a la casa a las ocho, y es muy probable que lo encuentres a las siete cincuenta haciendo hora frente a la puerta o en su auto. 

En Japón, el país del respeto y los buenos modales, se pide perdón si la otra persona te está esperando, sin importar si estás a la hora o has incluso llegado más temprano. Cuando dos personas se juntan, hay una gran posibilidad que una llegue mucho antes que la otra (¡a veces hasta media hora o más!). Sin embargo, si le preguntas “¿llegaste hace mucho?” lo más probable es que te diga “no, no, acabo de llegar”.

En el año 2006, el atraso promedio de la línea ferroviaria Tokaido Shinkansen fue de 0,3 minutos. La puntualidad de los trenes es tan extrema en Japón que, si por algún motivo el tren se llegar a atrasar cinco minutos o más, te dan un certificado de atraso ferroviario en la estación donde te bajas. Dicho certificado es de las pocas excusas válidas que se le pueden dar a un jefe, profesor o colega por llegar atrasado.

Mientras que la puntualidad es vista como una obsesión en Suiza y Alemania, en Finlandia tienen una visión ligeramente distinta: es una aversión a quitarle tiempo a otras personas. Si se llega atrasado a la oficina, una buena excusa te puede salvar el pellejo la primera vez, pero no más allá. 

India y Nepal: puntuales solo para hacer ropa

Las dos naciones asiáticas no se caracterizan por su puntualidad. Los horarios son relajadísimos, las reuniones prácticamente nunca comienzan a la hora y los sistemas de transportes comúnmente funcionan atrasados. Sin embargo, a la hora de hacerte un traje o ropa, ambos países son reyes. En Mumbai (famoso por sus sastres), puedes mandarte a hacer un traje a la medida y recogerlo al día siguiente o dos días después, y lo tienen listo. Por su parte, en Katmandú, Nepal, puedes pedir que te “copien” ropa, ¡y te la pueden tener lista en medio día o un día!

Puntualidad: ¿qué se puede hacer al respecto?

¿Es absolutamente necesaria la puntualidad hoy en día? Muy probable, al menos laboralmente. De ahí que sea un enorme desafío el intentar implementarla y convertirla en un hábito constante. Si bien puede que Chile tenga una pequeña ventaja sobre otros países en nuestro continente, aún queda mucho espacio por mejorar.  

¿Qué puedo hacer yo? Hay un artículo previo que da consejos sobre cómo ser puntual, y los rasgos que tiene la gente que llega a la hora. Si se quiere que la gente sea puntual, hay que partir dando el ejemplo. En mi opinión, aun fuera del ámbito profesional sí se puede llegar a la hora y cumplir con compromisos sin estresarse o sentirse esclavo del tiempo: es una habilidad que se trabaja. Hay cierta sabiduría cuando se dice que no hay que dejar que el tiempo y los horarios manejen tu vida, pero encuentro que esto se puede hacer sin tener que hacer esperar a los demás por más de diez o veinte minutos, ¿o no?