Imagen: Gojko Franulic

¿Creías que organizar el matrimonio era difícil? Mira lo que tienen que hacer en China

¿Qué harías si tuvieras que pagarle a tus suegros para casarte con su hija, hacer el ridículo frente a los amigos para sacar a la novia de la casa el día de la boda y ponerte de rodillas frente a tus padres pidiendo consejos de matrimonio?

Por Bruno Carrillo | 2014-07-07 | 10:50
Tags | matrimonio, China, rituales, familia, té, boda
Lo he visto por años en familiares, amigos y conocidos: que a quién invito, a quién no, que no están listas las flores, que va a salir muy caro, que quiero que el día sea perfecto, que le dio hipo al cura, que no llueva… Todavía me cuesta entender por qué los matrimonios se las arreglan para poner tanto estrés sobre novios y novias. ¿Es un casi traumático rito de iniciación de vida de casados? ¿Es el primer obstáculo a sobrepasar como pareja? Quienes han logrado ponerse los anillos sin una pizca de estrés tienen mi más profundo respeto. 

Si hace unos años pensaba que era complicado o complejo organizar matrimonios en nuestro país, quedé perplejo con el esfuerzo titánico que tiene organizar un matrimonio (más menos) tradicional chino. La recepción –y a veces hasta la ceremonia en la iglesia- están presentes, pero además hay una miríada de rituales donde hasta el último miembro de la familia tiene un rol que cumplir. ¡Son tantos que hay manuales especializados (tipo Manual de Carreño) explicando los pasos, frases y regalos a dar! 

Entendiendo un poco de las relaciones amorosas en China


Cuando en Chile se pololea, pincha, sale o poncea con algún grado de seriedad (y a veces ni tanto), es relativamente común presentar a la media naranja a la familia. En China, presentar a alguien en la casa como el pololo o la polola es prácticamente sinónimo de que te vas a casar tarde o temprano. Por lo mismo, hay gente que puede pololear por años y no conocer a los “suegros”, o simplemente ser considerado un amigo o amiga. (Sospecho que hay varios a quienes les gustaría esta situación.)

Cabe recalcar que aun hoy en día en China todavía es común tener padres que intentan arreglar el matrimonio de sus hijos (“Hey, igual bacán que mi hijo se casara con tu hija, ¿qué te parece?”). Conocí a varias personas jóvenes que me contaban que, sin saberlo, tenían que arreglarse en la propia casa a pedido de los padres solo para descubrir que una chica o chico vino con los suyos. Los silencios incómodos parecen ser norma. ¡Una amiga hasta terminó casándose a raíz de uno de estos “arreglines”!

Y, como si esto fuera poco, la antigua institución de arreglar los matrimonios saltó al próximo nivel, produciendo “mercados de matrimonio”: lugares físicos o virtuales donde padres promocionan a sus hijos ante otros padres para arreglar bodas. Puedes ver más información y fotos en este artículo del británico Daily Mail

El compromiso


Pero bueno, digamos que la pareja se las arregló para pololear “naturalmente” y quieren dar el siguiente paso. La pedida de matrimonio en teoría debe –como solía hacerse en Chile- pasar por los padres primero. Va el novio con una ofrenda de regalos, usualmente frutas y/o té de ginseng, que simbolizan larga vida y fertilidad, y expone su caso ante sus futuros suegros (quienes pueden decir que sí ¡o no!). De salir todo bien, pasas al “round 2”: fijar la fecha y la celebración del compromiso. 

Aquí es donde usualmente se conocen las dos familias, y contratan un adivino, monje o maestro de feng shui para que escoja una fecha auspiciosa, mientras las familias intercambian regalos como huevos rojos (fertilidad y suerte), dátiles, frutas y joyería. 

El novio, comúnmente cuando se casan chinos con chinos, entrega una “dote” a la familia de la novia: en Shanghai el promedio ronda los ocho millones de pesos, pero puede ser mucho más. La razón: tradicionalmente es el hombre quien lleva el nombre de la familia, y las mujeres son las encargadas de cuidar a los padres y hacer los quehaceres de la casa. La dote es para compensar la “pérdida” de esta mujer en una casa. Afortunadamente, cuando es un extranjero el que se casa con alguien de esta cultura, puede no necesariamente estar obligado a desembolsar la mitad del alma para ponerse argollas. 

Cuando ya está la fecha, se mandan tarjetas a familiares y conocidos anunciando el matrimonio; mientras en el pasado iban acompañadas de quequitos o panecillos, hoy en día se pueden entregar “gift cards” para panaderías. Luego viene el lucrativo proceso de las invitaciones. Cuando se hace una boda en China, a menudo las personas intentan invitar a los más que puedan: se espera que cada invitado lleve un sobre rojo con dinero (como aquellos de año nuevo chino) para la pareja de recién casados. 

De hecho, en la oficina los jefes son los más cotizados como invitados, pues su estatus te puede dar más dinero. Es un tema bastante chistoso: si supieras que López (o Chang, en realidad) se casa, van a haber muchas personas que lo eviten en la pega para no ser invitados y no tener que darle dinero al ir a la boda.

Peinarse bien y estar dispuesto a darlo todo por la novia


La noche anterior a la boda hay una ceremonia de peinarse, donde se pasa una peineta nueva hacia atrás y se recitan bendiciones para asegurarse de que llegues a tener cabellos blancos con tu señora y sean felices, prósperos, etcétera. Al igual que para el año nuevo chino, la ropa que usas debe ser nueva. 

El momento cuando se va a buscar a la novia a su casa para llevarla al registro civil, iglesia o templo (pues así se hace en esta cultura) es de los más entretenidos para quienes se encuentran en el proceso: para poder llegar a la mujer, el novio debe primero sortear desafíos y juegos que las damas de honor le presenten en el living. Estos desafíos pueden rondar de lo inocente (cantar, bailar, resolver problemas matemáticos o de ingenio) a cosas de mayor calibre, como comer ají, vestirse con ropa interior de mujer o hasta darle besos al padrino de bodas. Una vez sorteadas estas dificultades, el novio le da sobres rojos con dinero a las chicas y se puede llevar a su futura señora. 

De rodillas ante los padres


Pasada la iglesia, templo, banquete o situación usada para celebrar el matrimonio en sí (que es un tema absolutamente aparte, y bastante complejo como para meterlo en esta columna), viene la famosa ceremonia del té. Es aquí donde marido y mujer se arrodillan frente a los padres de ella primero, y les ofrecen una taza de té. Los padres aceptan, y este es el momento donde los papás dan los consejos de matrimonio que estimen convenientes para la nueva vida de su hija y nuevo hijo, y lo mismo con los papás del novio. 

No es de extrañarse que debido a tanta parafernalia haya gente tentada a fugarse con su novia. Si bien hay muchos quienes consideran que la tradición debe ser preservada, o que vale la pena poner toda la energía, tiempo y dinero para conseguir las suficientes bendiciones para tener una vida amorosa de éxito, también hay muchos quienes escogen casarse fuera del país o con la mínima celebración posible. 

Eso sí, la presión de los iguales y la familia es fuertísima en China. Si llegas a saltarte algún ritual o a intentar escatimar costos, algún día cuando te pase algo a ti, a tu señora o tus hijos la familia se hará cargo de hacértelo saber.

Desde un punto de vista personal, me gusta mucho que como chilenos tenemos una cultura relativamente joven, con tradiciones que pueden ser relativamente flexibles y por ningún motivo inamovibles. Soy un convencido que tener un matrimonio exitoso depende en principal medida de la energía y dedicación colocada activamente por ambas partes, más que por la cantidad de bendiciones que digas, dinero que des o el que uses ropa nueva.