Son las 19:08 horas en la Av. Andrés Bello. A lo lejos se divisa la embajada de Estados Unidos y una caravana de autos detenidos espera su momento para introducirse en la Rotonda Pérez Zujovic. Llevan más de 40 minutos en esa pasiva dinámica. La mente se pierde entre los comentarios radiales, los bocinazos,, los puños desteñidos del chaleco, la fatiga, el envidiable modelo del auto de al lado y las ganas incontrolables de que el propio vehículo tuviera alas y saltarse todo ese taco en cosa de segundos. A Stefan Klein también le ha pasado. No en Providencia, pero si en Eslovaquia, donde se puso a trabajar para lograr ese cometido.

Este ingeniero eslovaco trabajó como diseñador de prototipos para marcas de automóviles como BMW, Volkswagen y Audi. Ahí adquirió el conocimiento suficiente para fabricar en su cabeza lo que luego se transformaría en el Aeromobil, el primer auto volador que saldría al comercio.

Por más de 20 años Klein se dedicó a trazar líneas, sacar cálculos, desarrollar prototipos, hacer prueba y error, para dar con un automóvil híbrido construido a base de fibra de carbono, dos asientos, de seis metros de largo y 450 kg. de peso, que en tierra alcanza una velocidad de 160 km/h y en aire llega a los 200 km/h, con una autonomía de vuelo de 700 km.

Actualmente está en fase de producción con el objetivo de llegar al mercado estadounidense el próximo año, aunque el ingeniero ha aclarado que no espera que se produzca en masa, sino que se utilice en zonas carentes de infraestructura vial, como son muchas zonas de Rusia, China o Australia.

Estando ya en el cuarto párrafo del artículo me imagino que se preguntan ¿cómo funciona esto? ¿Saco mi auto del estacionamiento y me voy volando a la casa de mi abuelita?

Siento desilusionarlos, pero no. Sacas tu auto del estacionamiento, manejas como si fuera un auto completamente corriente —solo que con diseño futurista―, llegas a un aeródromo, y recién ahí puedes extender las alas y sacar afuera la hélice del Aeromobil 3.0, para llegar volando a la casa de tu abuela (asumiendo que viva cerca de otro aeródromo), siguiendo las mismas normativas aeronáuticas de cualquier otro avión ultraligero.

Ahora que ya entramos en las malas noticias, su valor estimado de US$ 97 mil, aunque puede que este "detalle" no le signifique un problema para los entusiastas.