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¿Por qué los brasileros exigen la destitución de su Presidenta?

Más del 60% de los brasileros rechaza el gobierno de Dilma Rousseff y lo hacen abiertamente, ya que millones de personas se están tomando las calles para protestar en contra de la Presidenta. ¿Las razones del descontento? Te las explicamos aquí.

Por Macarena Fernández | 2015-03-23 | 07:00
Tags | Brasil, Dilma Rousseff, Petrobras, corrupción, movilización ciudadana

Esta última semana la situación en Brasil ha aumentado de forma considerable. El ex presidente Fernando Cardoso pidió expresamente a Dilma Roussef que renunciara o admitiera sus errores. El domingo los opositores al gobierno salieron una vez más a las calles, congregando una marcha de casi un millón de personas en 169 ciudades, quienes exigían la renuncia de la presidenta. A la fecha la mandataria ha alcanzado más del 71% de desaprobación en las encuestas, convirtiéndose así en el/la gobernante peor evaluado/a en la historia de la encuesta Datafolha. Sólo la apoya el 8% de la población. 

¿Podrá seguir gobernando o su renuncia o destitución es incuestionable?. Aquí te contamos las causas y razones del descontento.


La popularidad de la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se derrumbó a 13% tras las masivas protestas contra su gobierno, con el fin de solicitar la salida de la mandataria del país. Una caída de 10 puntos en la aprobación de su gestión y un rechazo a su gobierno de 62% es lo que perciben la última encuesta Datafolha del domingo pasado, cuando el segundo mandato de Rousseff aún no alcanza los tres meses.

Según la encuesta, el descenso en la aprobación a Rousseff se deterioró en todos los segmentos sociales e incluso cayó en zonas donde el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) es más fuerte.

"Esto se debe al choque de realidad ocurrido después de las elecciones. Durante el período electoral todos los partidos vendieron sueños, especialmente el PT, con mayor tiempo de propaganda. Pasada la elección, la decepción de los que no votaron por Dilma se unió al sentimiento de traición de los que votaron y vieron las promesas de campaña contradichas por las medidas de ajuste económico, con un fuerte impacto social", dijo Mauro Pauilino, director deneral de Datafolha sobre la caída en la popularidad de Dilma Rousseff en una entrevista en La Tercera.

Pero, ¿por qué tanto descontento?

De Lula a Dilma: dos extremos en aprobación ciudadana

Cuesta creer que la aprobación hacia el gobierno de turno de un país puede variar tanto de un segundo para otro. No olvidemos que el ex presidente Lula da Silva (también del PT, como Rousseff), tras ser candidato durante tres periodos consecutivos, sin éxito; finalmente salió electo el año 2003 con más de un 61% de los votos, salió nuevamente reelecto en 2007 y finalmente dejó su mandato el año 2010 con una aprobación histórica de 87%, convirtiéndose en el Presidente más popular en la historia de Brasil.

El país adoraba a este presidente carismático y no sólo aprobaba a su persona, sino que además, más del 80% calificó su desempeño como “excelente”, según índices del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (IBOPE).

Las razones para apoyarlo se traducían en los números de su gobierno, ya que logró estabilizar la economía brasileña, creciendo a un ritmo promedio de 4,1% anual. Además logró pagar toda la deuda del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y redujo la tasa de desempleo de un 10,5% a un 5,7%, un mínimo histórico. Por otro lado, consiguió que cerca de 29 millones de personas lograran salir de la pobreza y con ello, la clase media pasó a ser el 51% de la población. Y así, otros logros en materia internacional, económica y social, en los que salió victorioso con números azules en prácticamente todas las áreas.

Y ese es el Brasil que traspasó en enero de 2011 a su compañera de partido, ex ministra de Minas y Energía y ex jefa del gabinete ministerial durante su gobierno; la economista Dilma Rousseff, quien obtuvo un 56,05% del total de los votos en segunda vuelta, convirtiéndose en la primera presidenta mujer del país, comunicando que el principal objetivo de su gestión sería terminar con la pobreza extrema.

A diferencia del carisma espontáneo y de la cercanía que transmitía Lula da Silva a la gente; la nueva presidenta se hizo conocida como “la dama de hierro de Brasil”. Su personalidad es fuerte y dicen que fue construida en su época universitaria cuando ingresó en organizaciones clandestinas para combatir a la dictadura militar que duró más de 20 años. En 1970 Rousseff fue detenida y se convirtió por tres años en prisionera política, donde fue torturada.

Su fama de dura fue ironizada por ella misma en un discurso en el 2009 cuando dijo “Soy una mujer dura cercada de hombres blandos”.

La bomba de tiempo de Dilma

Si bien el mundo venía presenciando la crisis europea y estadounidense iniciada en 2008, en Brasil aún no se notaban las consecuencias, por lo que Dilma recibió un país aparentemente tranquilo, agradecido, esperanzado y estable. Pero la crisis no tardó en hacerse notar, y mientras que el PIB había crecido 7,5% en 2010, la tasa de crecimiento en los dos años siguientes bajó a 2,7% en 2011 y a 0,9% en 2012, mientras que el real –la moneda carioca– se devaluó en un 12%.

Es difícil dar con el hecho puntual que comenzó a provocar el descontento de los brasileros, pero las primeras manifestaciones en contra del gobierno de Rousseff fueron por parte de grupos feministas y de derechos humanos, ya que, a diferencia de Lula, Dilma retrocedió en materias de aborto y homosexualidad. Por ejemplo, vetó la distribución del “Kit contra la homofobia”, campaña del Ministerio de Educación del gobierno de Lula para combatir la homofobia en los colegios.

Luego viene un episodio clave que termina por dejar en evidencia la insatisfacción entre los brasileros, cuando por primera vez en más de 20 años, miles de brasileros salieron a marchar a las calles de forma masiva. ¿La razón?, el alza en los pasajes de transporte público en junio del 2013, cuyos pasajes subieron en veinte centavos de real (46 pesos chilenos, tomando en cuenta el tipo de cambio de la fecha).

Rápidamente las manifestaciones comenzaron en Sao Paulo. Más de 100.000 personas salieron con carteles a protestar a las calles. Al día siguiente, las marchas se extendieron a más de 100 ciudades colindantes como Río de Janeiro, Brasilia, Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador, Belén, Vitoria y Curitiba, entre otras grandes capitales regionales, sumando en total a más de 1 millón de manifestantes.

Pero no sólo alegaban por la alza en los pasajes. El descontento incluía muchas otras deudas, como la corrupción, la salud, la desigualdad y la educación. Así lo manifestaron con carteles las miles de personas que participaron de la marcha.

“La movilización tiene que continuar porque no es solo por el precio del billete, es por la corrupción, por la salud, la educación”, dijo a EFE Carolina Maranhão, una estudiante de biología de 20 años presente en la manifestación.

Las autoridades se resistieron durante días a ceder ante la presión de las protestas para bajar el valor del transporte, argumentando que tendrían que recortar inversiones y gasto social en otras áreas, como salud y educación, cuya mejora los manifestantes también reclamaban. Finalmente Sao Paulo y Río de Janeiro, las dos mayores ciudades de Brasil, cedieron y bajaron las tarifas.

Es difícil no encontrar similitudes entre este fenómeno y lo vivido en nuestro propio país durante las protestas estudiantiles bajo el gobierno de Sebastián Piñera. Si bien, a diferencia de Dilma, este contó con sólidas cifras económicas para respaldar su mandato, las protestas desnudaron un profundo malestar social subterráneo que iba más allá del tema específico de la calidad de la educación. Lo que se manifestó con fuerza, fue un profundo cuestionamiento del modelo de desarrollo del país y la forma en que se distribuía la riqueza entre la población, especialmente desde una creciente clase media que asume todos los costos de su nueva realidad (automóvil, casa propia, educación superior) pero sin los beneficios fiscales a que estaba acostumbrada, recurriendo a la deuda como estilo de vida y con la constante amenaza de recaer en la pobreza.

Rechazo al Mundial de Fútbol

Como lo mencionamos en una nota anterior sobre “el malestar de los brasileros por el Mundial”; la sensación de malestar que se siente en la sociedad brasileña se intensificó con los preparativos del Mundial mismo, pero según los especialistas, esto reflejaba una inquietud más profunda, "fundamental por la dirección del país a medida que la inactividad económica ha persistido en medio de olas de protestas contra el gobierno, que reflejan las demandas de mejores servicios de parte de la creciente clase media", señaló Simón Romero, columnista delNew York Timesy experto en temas latinoamericanos.

Según un estudio de Pew Research Center, sólo el 34% de los brasileños creía que el torneo de fútbol sería una ayuda para la economía, que iba por su cuarto año consecutivo de crecimiento lento. Y mientras muchos aún expresaban su apoyo a un equipo de fútbol que ha sido desde siempre la pasión y orgullo del país, otros muchos estaban molestos por que se pusiera al deporte por sobre otras prioridades. Un ejemplo son los profesores. Una de las mayores consignas que se vieron durante las protestas eran por ejemplo: "Un educador vale más que Neymar".

Además, la población –que siempre ha sido fanática del fútbol– se sintió en parte rechazada por este Mundial, ya que si bien eran “dueños de casa”, el alto costo de las entradas estaba fuera del alcance de la mayoría del país.

A esto se suma el descontento por las obras de movilidad urbana, ya que como mencionó Ciper en un artículo, se privilegiaron a los accesos viales para automóviles (viaductos, extensión de avenidas) y la ruta aeropuertos-hoteles-estadios, que no son necesariamente prioritarios para la movilidad urbana en la vida cotidiana de esas ciudades. Para empeorar el panorama, miles de brasileros se vieron desplazados de sus hogares por desalojos y demoliciones, sin negociación previa.

El escándalo de Petrobras

Al descontento que dejó el Mundial, se suma finalmente la gota que rebalsó el vaso: la mayor empresa de Brasil, motivo de orgullo nacional, pasó a ser protagonista de una red de corrupción que involucra a importantes autoridades y empresarios del país.

El caso se refiere al alza ilegal de precios en obras y contratos de Petrobras, con el fin de alimentar una red de corrupción para el pago de coimas a políticos y partidos, según las investigaciones. Dilma quedó nuevamente entre la espada y la pared, ya que el conflicto radicaría en que los dueños de Petrobras habrían financiado de manera ilegal al Partido de los Trabajadores (PT), en que milita la gobernante.

La red de corrupción, según cifras que entregó el diario El Clarín, movió entre 2006 y 2014 unos 4 mil millones de dólares en sobrefacturación de obras y contratos de Petrobras.

El hombre clave del escándalo es Paulo Roberto Costa, un ex director de la empresa –quien actualmente cumple prisión domiciliaria– que con el fin de reducir su pena, ha entregado numerosos testimonios, destapando rápidamente la olla de este conflicto.

La causa tiene bajo la lupa a dos gobernadores, 22 diputados y 13 senadores, entre ellos el ex presidente Fernando Collor de Melo (1990-1992), quien renunció en 1992 en medio de denuncias de corrupción y masivas manifestaciones.

Se trata de un asunto delicado para Rousseff, que como ministra del ex presidente Lula da Silva encabezó el consejo de administración de Petrobras entre 2003 y 2010, años en que según Costa operó el esquema de sobornos. A pesar de esto, la presidenta negó que tuviera conocimiento de las irregularidades denunciadas y se comprometió a investigarlas y castigarlas.

Y así, a pesar de todo, Dilma Rousseff fue reelecta a fines de 2014 en segunda vuelta con el 51% de los votos, asumiendo recién en enero pasado su segundo mandato, con un Congreso que perdió mucha representación del PT. El escándalo de Petrobras recién se estaba destapando, pero hoy, a menos de tres meses de iniciado su segundo período, las manifestaciones ya no cesan y por todas partes la población brasilera exige su destitución.

El analista internacional Pablo Jofré afirmó que parte importante de las personas que están en la calle corresponde a población que ha logrado un ascenso social con avances en el plano económico y educacional, que tiene mejores expectativas de vida gracias a los veinte años de gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), lo cual según Jofré se explicaría por elementos de comunicación, políticos e ideológicos, en donde el PT no ha dado la batalla, agregando que existe un sector opositor fuerte a Dilma Rousseff y al Partido de los Trabajadores, ligado a los grupos fácticos de la sociedad brasileña.

Creo que estas manifestaciones son expresiones de un descontento de la población brasileña, no solo ante la figura de Dilma Rousseff y el partido de gobierno, sino de un descontento más generalizado frente a lo ocurrido con el caso de corrupción enPetrobras, que muestra involucramiento de los distintos partidos políticos en esta investigación que se hace por corrupción y manejo de dinero”, indicó Paz Milet, docente del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

La “primavera latinoamericana”

"Lo que ocurre en Brasil está despertando un sentimiento latinoamericano de reclamos por la equidad social, la lucha contra la pobreza y mayores espacios de participación política, y puede extenderse al resto del continente a través de las redes sociales", dijo a EFE el analista colombiano Juan Alberto Pineda, profesor universitario de comercio internacional y derecho constitucional.

"Creo que se está incubando una 'primavera latinoamericana' con origen en el país más extenso y rico de la región, y que se precia de haber rescatado de la pobreza a millones de personas en los últimos años", añadió Pineda.

Por su parte, el experto y consultor internacional colombiano sobre asuntos de desarrollo. Fernando Giraldo señaló, que América Latina "marcha hacia una situación muy compleja, debido a que la gente empieza a decir 'basta ya' ante las malas políticas públicas, la corrupción, la desigualdad social y la concentración de la riqueza". Agregando que "estamos en los albores de un 'efecto dominó' y del caso de indignación colectiva parecido al registrado en países de la Unión Europea (UE) y el Mundo Árabe”.

La pregunta es ¿tomará el descontento un cause democrático que de pie a una renovada y virtuosa relación entre política, dinero y sociedad, o concluirá, como tantas veces antes, en el ascenso de liderazgos populistas o totalitarios que terminen por destruir todo lo construido durante las últimas décadas? Y, ¿qué pasará el próximo año cuando el país se vuelva a convertir en anfitrión de uno de los eventos más importantes del mundo, como lo son los Juegos Olímpicos de 2016?

¿Qué crees que pasará en Brasil? ¿Sientes que se vive una “primavera latinoamericana"?