El 97% del agua en el mundo se encuentra en océanos y, a menos que queramos sufrir una lenta y mortal deshidratación patrocinada por el cloruro de sodio, estamos condenados a no beberla. Al mismo tiempo, el 11% de la población mundial, 783 millones de personas, no tiene acceso a agua potable, según la OMS.
Una de las soluciones a este último problema consiste en extraer el agua que necesitamos desde el mar y desalinizarla. Esto, por supuesto, no es nada nuevo, ya por 1791, en los Estados Unidos, Thomas Jefferson presentó un reporte técnico que explicaba una forma rudimentaria de desalinizar el agua a bordo de un barco. La información debía ser impresa al reverso de todos los papeles a bordo de los navíos estadounidenses, con el objetivo de que la tripulación supiera cómo acceder a agua potable en caso de emergencia.
A día de hoy, cerca del 1% de la población mundial depende del proceso de desalinización para acceder a agua potable. Poco ¿no? Esto se explica por los altos costos que significa desalinizar el agua, mucho mayores que otros procesos.
Se estima que, usando los actuales sistema de desalinización, se necesita de hasta 8.5 kilowatts-hora para producir un metro cúbico de agua potable. Gasto energético bastante más alto que producir ese mismo metro cúbico reusando aguas residuales (2.5 kilowatts-hora), obteniéndolo de aguas subterráneas (0.48 kilowatts-hora), o de lagos y ríos (0.37 watts-hora).
La planta más grande de desalinización del hemisferio norte, ubicada en Carlsbad, California, es un buen ejemplo de lo costoso que puede ser este proceso a gran escala. Si bien proveerá para 2016 de cerca de 190 millones de litros de agua limpia cada día, lo hará a un costo energético que puso en riesgo su construcción desde un inicio: 38 megawatts, energía suficiente para alimentar la red eléctrica de 30.000 hogares, y que anualmente significarán 30 millones de dólares en electricidad.
Un grupo de estudiantes canadienses observó este problema y llegó a una brillante solución: Ocupar la misma energía del mar para desalinizar el agua.
Una boya, un sistema de conversión de energía y desalinización, y un ancla, son los componentes del primer prototipo de Project Odyssee, sistema desarrollado por un grupo de estudiantes de química, ingeniería y diseño de la Universidad de Sherbrooke, en Montreal, Canadá
Este primer prototipo fue financiado a través de una campaña de crowfunding y fue probado en septiembre de 2014 en la costa de las Islas de la Magdalena, en el océano Atlántico, logrando proveer de 10.000 litros de agua potable diariamente sin necesitar energía externa.
El proyecto fue concebido en 2012 por Dragan Tutic y Renaud Lefortune. "El planeta es siete décimos agua, y aun así, solo 6 países tiene acceso mayoritario a esa agua. Debemos encontrar nuevas formas de traer agua a los demás. Hay más que suficiente para todos, es sólo cosa de como hacérselos llegar" dice Tutic, quien está seguro de que el sistema de Project Odyssee podría ser capaz de convertir hasta 1 millón de litros cada día, "Es definitivamente alcanzable".
El ascenso y descenso de la marea sobre el dispositivo crea una acción de bombeo "como en una pistola de agua, básicamente" dice Tutic. El cilindro hidráulico conectado a la boya bombea aceite biodegradable a alta presión, y lo envía al motor con el fin de convertir el movimiento lineal en movimiento rotativo.
El proceso de desalinización se lleva a cabo en la misma estructura que soporta al motor, a través de un sistema conocido como osmosis inversa (el mismo que usa la gran planta en Carlsbad). El agua altamente presurizada atraviesa una membrana semipermeable, removiendo la sal en el proceso. Finalmente el agua limpia se transporta a tierra a través de un tubo.
El joven grupo de estudiantes está contento con el prototipo, pero creen que aún queda mucho que mejorar. "En dos o tres años, hemos creado -desde la nada- un convertidor de energía marina que produce agua potable. Vamos a seguir avanzando, empujando e innovando para que podamos ayudar a la mayor cantidad de personas que podamos. Hay mucho camino que recorrer" dice Tutic.
El primer desafío es encontrar formas de abaratar el sistema. Si bien no conlleva alarmantes cuentas de electricidad, el primer prototipo tuvo un costo total (implementación, fabricación, transporte, y pruebas) de $63.000 dólares (cerca de 38 millones de pesos chilenos). Actualmente trabajan en una segunda versión más pequeña que produce 3.500 litros diarios a un costo de $10.000 dólares.