Científicos humillados... que tenían razón

¿Tiene alguna idea genial y se siente incomprendido por aquellos que no la valoran? No se preocupe, hasta a grandes científicos les ha sucedido.

Por María Paz Salas @mpazsalasm | 2013-06-18 | 15:31
Tags | científico, ciencia, descubrimiento, galileo galilei, Ignaz Semmelweism, Robin Warren, Barry Marshall, úlcera,

La ciencia se enorgullece de dejar fuera la subjetividad y de generar resultados que, en teoría, nadie debería cuestionar con ligereza. 

Pero cuando hablamos de seres humanos, el ego y la incredulidad muchas veces derrotan hasta al más riguroso proceso científico.

A continuación, les presentamos sorprendentes casos de avances científicos que nadie creyó, las humillaciones que sufrieron quienes los dieron a conocer y los extremos a los que a veces debieron llegar para que los tomaran en cuenta.

Lavarse las manos salva vidas

Ignaz Semmelweism fue un obstetra húngaro que, a mediados del siglo XIX, logró descubrir la naturaleza infecciosa de la fiebre puerperal (infección que puede producirse luego del embarazo) logrando controlar su aparición con una simple medida de antisepsia: lavarse las manos.

A los 28 años Semmelweism era asistente de la primera clínica ginecológica de Viena. Esta clínica recibía estudiantes de distintas partes de Europa, pero la fiebre puerperal causaba estragos. Semmelweism estaba conmocionado. Todos los días veía como morían y morían personas, por lo que comenzó a recopilar información para hacer algo al respecto. 

Notó primero algo clave: apreció diferencias en las frecuencias con que se presentaba la enfermedad entre las dos salas de maternidad que habían. En la primera sala, donde trabajaban los estudiantes que tenían contacto con estudios anatómicos en cadáveres, el nivel era mucho mayor.

Por lo mismo concluyó: existía una "materia cadavérica" que era transportada por las manos de los médicos y estudiantes y que generaba la enfermedad. Tenían entonces que empezar a lavarse las manos.

Propuso el uso de soluciones con cloro para el lavado de manos de los médicos, antes y después de atender y examinar a sus pacientes. Esto se inició en mayo de 1847. Tuvo grandes resultados, como por ejemplo, reducir la tasa de mortalidad del 12,11% en 1842, al 1,28% en 1848.

Sin embargo, sus colegas no pensaron lo mismo. No sólo no lo apoyaron con su teoría, sino que también fue amenazado. Según ellos, lo que este doctor planteaba, era un insulto a la imagen de los demás médicos. Su propio jefe de Obstetricia, el Profesor Klein, estuvo en su contra y prohibió la medida sanitaria, por lo que la tasa de mortalidad aumentó nuevamente. 

Muy amargado, dejó la clínica y comenzó a enseñar Obstetricia Teórica y Práctica en la Universidad de Pest, en Hungría, logrando aplicar su método y reduciendo notoriamente la tasa de mortalidad.

En la actualidad, la higiene de las manos es el factor individual más importante para el control de las infecciones.

Comerse un jarro de bacterias para probar un punto

Hasta 1979, se creía que la úlcera estomacal era causada principalmente por el estrés, ya que se desconocían las causas exactas de este síndrome.

Luego los médicos australianos Robin Warren y Barry Marshall, descubrieron la bacteria Helicobacter pylori, que justamente podía vivir en el estómago y causar úlceras y gastritis. Según sus investigaciones, era la causante de nueve de cada diez úlceras gastroduodenales.

Esto era un gran descubrimiento. Ya que si la úlcera era causada por una bacteria, ésta podría curarse con antibióticos y en pocos días. Sin embargo, la comunidad científica pensó que estaban completamente equivocados. Nadie les creyó. 

Primero, porque pensaban que el ácido estomacal era demasiado potente como para que una bacteria sobreviviera.

Segundo, en el momento del descubrimiento, Marshall aún era sólo un interno, que no se convertía en un médico con todas sus letras. Naturalmente, resultaba impensable que un simple interno pudiese curar una enfermedad que afecta al 10% de la población.

Por último, había un problema de locación: Perth, una ciudad australiana que no tenía mucha fama científica. Aunque la ciencia puede realizarse en cualquier parte, la comunidad científica está acostumbrada a que los grandes descubrimientos provengan de los principales centros de investigación y estudios.

En 1984 y dispuesto a comprobar ante el mundo que tenía la razón, Marshall, de 33 años y con un estomago perfectamente sano, se tragó 20 milímetros de un líquido que contenía un cultivo de esta bacteria (Helicobacter pylori), para horror de quienes lo rodeaban.

Una semana más tarde, el doctor tenía todos los síntomas de una gastritis y la biopsia reveló una infección por esta bacteria. Entonces comenzó un tratamiento de antibióticos y ¡sorpresa! desaparecieron los síntomas. Pudo comenzar entonces a comprobar su punto. 

Recién en 1994, el Instituto Nacional de la Salud aprobó que los antibióticos eran el tratamiento adecuado para curar las úlceras, ya que atacaba directamente a la bacteria que habían descubierto estos dos médicos y la cual muchos negaron por tanto tiempo.

En 2005, sin embargo, Marshall y Warren recibieron el Premio Nobel de Medicina por su trabajo. Tarde, pero llegó.

El "cuasi científico" que ganó un Nobel

Dan Schechtman descubrió los cuasicristales y fue humillado y ridiculizado por la comunidad científica. Pero retrocedamos un poco. Antes de esto, los científicos creían que en todos los sólidos los átomos se ordenaban para formar cristales siguiendo patrones simétricos que se repiten periódicamente una y otra vez.

El químico israelí entonces observó utilizando un microscopio electrónico, una estructura que se alejaba de esta configuración y el patrón que la configuración no se repetía. Descubrió así los cuasicristales.

Sus colegas, en tanto, dijeron que esto era simplemente imposible. Fue tal el rechazo, que el jefe de su laboratorio al siguiente día del descubrimiento, le regaló el manual cristalográfico que usaban, con un post it que decía "léelo".

Dos días después fue expulsado del laboratorio por ser una deshonra para el grupo. Fue tildado incluso de "cuasi científico", por otro colega suyo, el dos veces premio nobel, Linus Pauling.

Siguió adelante con su teoría y finalmente los laboratorios, poco a poco,comenzaron a darle la razón. Ganó el Premio Nobel de Química en 2011.

Galileo y la Inquisición

Otro caso famoso es el del italiano Galileo Galilei. A lo largo del siglo XVI, existía la concepción tradicional de que el universo era geocéntrico. Galileo recogió todas las investigaciones anteriores, y junto a la observación directa del movimiento de los astros con el telescopio, pudo comprobar científicamente que la teoría geocéntrica era errónea y plantea por primera vez la teoría heliocéntrica: la Tierra orbita alrededor del sol.

Los adeptos a la tesis original, que estaban ligados a la Iglesia Católica de esos tiempos, no tuvieron una buena reacción, y no le permitieron hablar o escribir sobre su teoría. Finalmente fue procesado por la inquisición, que lo obligó a retractarse y le condenó a presidio domiciliario perpetuo.

Defender las buenas ideas es el principal mensaje que nos dejan estos científicos. Pero también, a no dejar que el egocentrismo y la soberbia, estropeen otras tantas que podrían, si se les da una oportunidad, ser un gran aporte a la sociedad.

¿Conoces otros científicos que fueron humillados en su minuto y a los que luego se les dio la razón?