Para la mayor parte del mundo occidental, Putin es un meme de Internet. El presidente ruso armado con un rifle, cabalgando sobre un caballo con el torso desnudo o practicando Judo son algunas de las postales favoritas que nos hacen reír de esos "locos soviéticos" y el culto a su máximo líder.
¿Dijimos "culto"? Esto es lo que parecen sugerir las últimas encuestas que posicionan a Putin con porcentajes de aprobación entre el 85% y el 90%. Curiosamente coincide con fuertes tensiones entre el mundo occidental y Rusia que no se veían desde la Guerra Fría.
"Putin está tratando de revivir el imperio soviético, sacrificando la economía rusa", dijo Barack Obama el mes pasado en una cumbre del G7 (antiguamente G8, antes de expulsar a Rusia el año pasado).
Pero si Rusia está tan mal, ¿no es contradictorio que Putin tenga tan altas tasas de aprobación? ¿no debería haber malestares y dudas sobre sus medidas y su habilidad para gobernar?
Así como la misma Rusia, tierra antigua, compleja y diversa, la popularidad del presidente ruso se explica por diversos factores que iremos desmigajando uno a uno.
Casos como la sospechosa muerte del oponente político de Putin, Boris Nemtsov, y el constante acoso al grupo Pussy Riot, fieles críticos del presidente, dan una idea de la atmósfera represiva que existe en Rusia, al menos para quienes se oponen al gobierno. Por lo mismo, también sería posible pensar que las encuestas han sido manipuladas de alguna forma.
Esto, sin embargo, parece improbable, ya que no se trata de una sola encuesta, sino de varias, realizados por distintos centros de estudios. La más reconocida es llevada a cabo por Levada Center, organización rusa no gubernamental, quienes han replicado la misma metodología desde hace varias décadas, y cuyos primeros resultados sobre Putin, a finales del siglo pasado, rondaban el 30% de aprobación. Nada hace pensar que la misma organización que no tuvo problemas para poner a Putin por el suelo en las encuestas, ahora se vea presionada para falsificar resultados.
Puede que la idea de "culto" haya sido ligeramente exagerada. La idea de un presidente que se presenta como macho-alfa, dominando osos y armado hasta los dientes no es precisamente lo que se cree el ruso promedio sobre Putin.
Dmitry Babich, analista político ruso, comentó recientemente a Al Jazeera que "estas imágenes son hechas para el Occidente, usualmente las ves (en Rusia) en lugares donde hay extranjeros, comprando poleras con la cara de Putin".
Algo similar opinan expertos de Occidente. Respecto a las maromas varoniles de Putin en un partido de hockey en mayo, donde convirtió ocho goles, The Economist explicaba que "los rusos pueden ver, tan claramente como los occidentales, que el arquero ni se esforzó, que sus heroicidades han sido coreografiadas". Según la publicación, Putin lo que trata de transmitir, más que una imagen pop, es el ideal de una Rusia fuerte, vigorosa, que ha recuperado su antiguo esplendor.
Aunque sí existen canciones y juventudes pro-kremlin que veneran al presidente (algo que cubrió la revista VICE), su popularidad va más allá de la representación de su persona. Para los rusos no se trata de Putin, sino de la "Rusia de Putin".
Si hablamos solo de números, la Rusia de Putin tuvo un auge económico sin precedentes durante la primera década del nuevo siglo. Los salarios de triplicaron, la pobreza y el desempleo cayó a la mitad y el producto interno bruto se duplicó. Un papel importante tuvieron el gas y el petróleo, principales exportaciones de Rusia, cuyos precios tuvieron máximas históricas en este periodo.
Luego de una depresión severa post-URSS, Rusia volvió a levantarse económicamente con Putin. Fuente: Fondo Monetario Internacional
Si bien fue la misma década de la Guerra en Osetia del Sur, el eterno conflicto con Chechenia y el sospechoso asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya (crítica del Kremlin), la calidad de vida mejoró para la mayoría de los rusos, y eso fue suficiente para que Putin mantuviera su puesto como Presidente hasta 2008, cuando, debido a la imposibilidad de ser reelecto por tercera vez consecutiva, fue Primer Ministro, cargo que dejó en 2012 para volver a la presidencia.
Fue en este último periodo donde la opinión rusa comenzó a "cansarse" de Putin, esto en palabras de Denis Volkov, sociólogo del Levada Center. Los porcentajes de aprobación, por primera vez en más de una década, volvían a caer a cerca del 60%. Para su suerte, el país vecino de Ucrania le daría una inesperada mano.
Si bien Rusia aún sostiene que no tuvo nada que ver en la guerra de Crimea, y que fue una "liberación" iniciada por los propios habitantes pro-rusos del antiguo territorio ucraniano, se ha comprobado que Moscú sí intervino militarmente.
Pero eso es agua bajo el puente. Intervención rusa o no, la anexión de la histórica península de Crimea, casi sin costos humanos, se percibió como un paso importante en la recuperación del antiguo esplendor soviético. "Antes (de la guerra) Putin hablaba sobre el poderío de Rusia, con Crimea lo demostró", explica Volkov.
El "efecto Crimea" se observa como el salto en aprobación (en azul) a principios de 2013. Fuente: Levada Center
En cuanto a imagen nacional, Putin tuvo un repunte inmediato. No así fuera de las fronteras rusas, donde la acción bélica fue repudiada universalmente y obligó tanto a la Unión Europea como a Estados Unidos a imponer sanciones.
Las sanciones más importantes fueron establecidas por la Unión Europea, que excluyó a bancos del estado ruso de pedir préstamos a largo plazo en su territorio, y prohibió tratos armamentísticos con Rusia y la exportación de tecnología industrial para el petróleo.
Lo efectos no tardaron en hacerse sentir y el rublo, la moneda rusa, comenzó una caída libre que lo llevó devaluarse en un 30% con respecto al dólar. La recesión de su economía era inminente.
Durante este periodo, Putin, inteligentemente, vio una oportunidad en la crisis. Esto se observó con claridad en un discurso a finales de 2014, cuando recurrió a una curiosa metáfora.
En ésta, Rusia era un oso que "ellos (el Oeste) siempre tratarán de mantenerlo atado a una cadena. Apenas lo consigan, le sacaran sus colmillos y garras". El mismo discurso, ya libre de metáforas, se ha repetido continuamente, logrando gran aceptación en el pueblo ruso.
En este escenario, son las propias declaraciones de líderes de Occidente, como Obama, quien dijo que Rusia es la mayor amenaza después del Ébola, las que le han facilitado el trabajo a Putin.
"Cuando la gente (rusa) escucha que nuestra economía está mal, y Obama diciéndolo con alegría, ellos entienden que el Oeste no es un amigo al 100% como pensábamos en los tiempos de Yelstin", explica Dmitry Babich.
Para sorpresa de muchos analistas, Rusia se ha recuperado económicamente en los últimos meses, alejando los fantasmas de una recesión. "Externamente, las cosas han mejorado para Rusia", decía The Economist en abril, "las sanciones americanas y europeas están perdiendo fuerza".
Inicialmente las sanciones expirarían este mes de julio, pero el mes pasado el G7 decidió extenderlas por seis meses. Aún así, pareciera que poco daño hacen a la imagen de Putin.
Ya con Crimea bajo el brazo (y qué decir de un Mundial de fútbol), Putin se encuentra en una situación inmejorable que seguramente sostendrá hasta la próximas elecciones, en 2018. Volkov cree que, a menos que un rival político de peso se atreva a aparecer, será una nueva victoria arrolladora de este antiguo espía de la KGB.