El pasado jueves diez de septiembre, un grupo de personas develaron entre aplausos y sonrisas un conjunto de huesos. Los protagonistas no son parte de un culto satánico ni nada por el estilo, sino destacados científicos que por años han estado trabajando entre los estrechos muros del sistema de cuevas Rising Star, en Sudáfrica.
Aquellos huesos, que desde ahora llamaremos "osamentas" y "restos óseos" para ponernos en la onda más científica, son nada menos que la única prueba de la existencia de una antigua especie homínida extinta: el Homo naledi.
Quizá lo más cautivante del descubrimiento es su asignación al género homo, lo que significa que, a juicio de estos científicos, posee características físicas meritorias de ser calificadas humanas, superando en la escala evolutiva, por ejemplo, al Australopithecus (¡algún día limpiaremos tu nombre, amigo primitivo!).
El descubrimiento, como se imaginan, causó impacto más allá del círculo familiar de los científicos, y dio lugar a numerosos artículos, algunos tan entretenidos como un cóctel de sedantes y otros que estuvieron cerca de afirmar que el Homo naledi es en verdad el abuelo de la humanidad que fue a comprar a la esquina para nunca retornar.
¿Ganas de entender todo el tema sin sensacionalismos ni la necesidad de un manual de paleontología? ¡Nosotros también! Así que aprovechemos la oportunidad de sumergirnos en este importante descubrimiento.
Feo. Oh, perdón, eso sonó muy poco científico, pero en verdad, para estándares actuales, no tendría oportunidad de competir en pasarelas internacionales.
Pero seguramente era muy simpático y hermoso por dentro. Fuente: National Geographic
De los 1.550 fragmentos de osamentas encontradas, se pudieron ensamblar al menos 15 esqueletos más o menos completos, lo que permitió a los científicos dar una descripción física bastante detallada del Homo naledi.
El hombre medía alrededor de 1,5 metros y pesaba unos 45 kilos, y la mujer un poco menos. En términos solamente horizontales sería más evolucionado que el Homo habilis, la especie del género más primitiva, que tenía una estatura promedio de 1,3 metros (el Homo rudolfensis es, técnicamente, más antiguo que el habilis, pero la escasez de fósiles no han permitido dar una descripción física muy detallada).
El Homo naledi habría caminado erguido, con piernas, tobillos y pies muy similares a los nuestros, pero una pelvis más acampanada y similar a la del Australopithecus. Curiosamente su tronco superior nos indica que era tan bueno caminando como trepando, ya que tanto sus hombros como sus dedos curvados estaban diseñados para esta actividad ligada a los homínidos más primitivos del género homo.
A pesar de muchos indicios que indican una evolución considerable en comparación con el Australopithecus, en términos de cerebro, el pobre no era el más brillante de la clase. Los restos óseos indican que su cerebro era más o menos del porte de una naranja, con un volumen craneal de 560 cm3 en hombres y 465 cm3 en mujeres (lo que no significa que fuesen menos inteligentes, sino menos cabezonas), lo que lo pondría al nivel del habilis. Como referencia, si alguna vez tienen ganas de medir su volumen craneal (háganlo, es súper entretenido), se encontrarán que es, más o menos, de 1.200 cm3.
Aún más curioso es el hecho de que estructuralmente su cráneo es bastante más evolucionado que lo que su cerebro podría indicar, con rasgos finos y abombamiento del hueso temporal (la parte lateral inferior) y occipital (posterior-inferior), además de la presencia de dientes pequeños, con excepción del tercer molar (o muela del juicio) que se asemeja más en tamaño al del Australopithecus.
El cráneo del Naledi comparado con el habilis, erectus y floresiensis. Se aprecia mayor evolución que el habilis, salvo por el volumen craneal que es casi idéntico. Fuente: eLife
Su estilo de vida, dieta, y banda de rock favorita queda a la imaginación de cada uno, porque aún es muy pronto para que científicos puedan hacer conjeturas de ese tipo.
Antes que nosotros, de eso estamos seguros. Cuánto antes es la pregunta que todavía no tiene respuesta y que le agrega todavía más misterio a nuestro amigo Homo naledi.
Es perfectamente posible que los fósiles tengan desde dos millones de años hasta algunos miles de años, como es el caso del Homo floresiensis, que pudo haberse extinguido hace apenas 12 mil años.
El problema es que, para este caso, ningún método de datación es rápido ni fácil. La datación por radiocarbono, por ejemplo, que mide la presencia del isótopo carbono-14, solo permitiría aclarar que se trata de fósiles de más de 50 mil años de antigüedad, ya que el isótopo decae rápidamente.
Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, explica que el equipo pudo haber aplicado la técnica, aunque fuese solo para confirmar un mínimo de 50 mil años de edad, pero que ésta "involucra destruir material, y no lo queríamos hacer hasta haber publicado una descripción de la especie".
Tampoco tienen muchas esperanzas de datar las osamentas mediante ADN, ya que las condiciones climáticas de la zona (húmedo y cálido) hacen pensar que difícilmente algo haya sobrevivido luego de tantos años.
Otros indicadores, como fósiles de animales cercanos o capas volcánicas específicas, tampoco probarían de gran utilidad en este caso, ya que los restos óseos se encontraron prácticamente aislados, salvo por los restos de un pájaro y roedores, en una cueva de brecha, libre de rocas.
Independiente de cómo lo midan, se necesitarán de varias pruebas con resultados compatibles para poder declarar con autoridad la edad del Homo naledi.
Como han leído en su descripción física, nuestro compadre y comadre naledi eran bien raros, con una combinación inusual de rasgos primitivos, al nivel del Australopithecus, y otros tan evolucionados como el Homo sapiens, contraviniendo la creencia antropológica de que las características físicas de las especies evolucionan en conjunto.
Lo que más ha llamado la atención tiene que ver con el lugar donde se encontraron sus restos, una cueva que descubrieron mediante una pequeña abertura a cerca de 90 metros de la entrada al sistema de cuevas, como también las condiciones de sus restos, ya que no se ven marcas de dientes de depredadores, descartando la posibilidad de que se trate de la guarida de algún antiguo terror de los naledi.
Esto hace pensar a los científicos que fueron los mismos naledi los que colocaron los restos de sus camaradas caídos en un lugar, dándoles sepultura. No parece gran cosa, pero esto requiere de un pensamiento bastante avanzado. De hecho, el ritual del entierro se ha observado solo en dos especies: el Neandertal y nosotros mismos, el Homo sapiens.
Si se confirmara que una especie tan primitiva pudo haber realizado un acto reservado, hasta ahora, a las especies más evolucionadas, es como si un perro de pronto accediera a la Universidad, se titulara con honores y diera conferencias en el mundo. Por eso los científicos están tan confundidos y emocionados respecto a este hallazgo.
Así como su edad y posible comportamiento ritualista, los científicos solo pueden conjeturas sobre dónde se ubicaría el Homo naledi en la escala evolutiva del hombre, siendo posible que simplemente no esté ubicado en ésta.
Una hipótesis actual ubica al Homo naledi, erectus y sapiens como descendientes de una misma especie, lo que no significa que nuestra especie derive del naledi, sino que fue algo así como un primo lejano de nuestros antecesores.
Todo se podría aclarar una vez que se estime su edad, lo que podría ser facilitado con el descubrimiento de más restos que, dicen, abundan en la cueva de Sudáfrica.
Esto queda a discreción de los científicos, siendo enteramente posible que luego sea removido del género homo o incluso se integre a una especie ya descubierta.
Jerry Coyne, un respetado biólogo y profesor de la Universidad de California, dice no estar muy convencido. "Que quizá hayan diferencias de diagnóstico en algunos rasgos no me convence que esta sea una nueva especie, ya que podría ser simplemente una variante geográfica localizada -incluso genéticamente relacionada- a una especie ya descrita. Así que creo que es un poco prematuro darle un nuevo nombre", escribe en su blog.
Como Coyne, otros científicos de notoriedad como Tim White, reconstructor del esqueleto de Lucy, dudan de si de verdad se trata de una nueva especie. Por ahora la decisión, tomada por el paleoantropólogo Lee Berger, es la que manda.
Con lo que hemos visto, creemos que no hay dudas de que se trata de un descubrimiento fascinante que pone en evidencia lo poco que sabemos con certeza sobre nuestros propios orígenes.
¿Podría ser la evolución más como un mosaico que como una línea perfecta? ¿Existirán otras especies aún no descubiertas? ¿Podría ser el ritual del entierro más antiguo de lo que pensábamos? ¡El Homo naledi podría cambiar nuestro entendimiento de cómo el hombre llegó a ser lo que es hoy!