Un cambio de foco revolucionó por completo la realidad de Ohio, demostrándole al mundo entero que estamos equivocados: el camino para solucionar la delincuencia no son las cárceles. Eso, en EE.UU., el país con mayor población carcelaria del mundo, puede considerarse abiertamente revolucionario.
¿Qué fue lo que hicieron? Dejaron de poner el incentivo financiero en las prisiones y decidieron invertir en el futuro de sus jóvenes, apostando por un cambio de raíz. Y funcionó mucho mejor de lo esperado: en dos décadas lograron disminuir en un 80% la población penal juvenil (menor de 18 años), además de aumentar considerablemente la seguridad pública, mejorar los resultados en la formación de los jóvenes y ahorrarle al Estado y los contribuyentes millones de dólares.
Un completo y reciente informe de la Coalición de Justicia Juvenil de Ohio da a conocer los éxitos del programa y sus acciones, incluyendo recomendaciones para invitar a otros a seguir sus pasos. Aquí les dejamos una síntesis del genial proyecto.
Hay mucha evidencia sobre los nocivos efectos del encarcelamiento en los menores. Lo hemos visto en la práctica, lo hemos observado con Proyecto B en Chile y el caso de Ohio concluye lo mismo. Conviene invertir en formación.
"En el corto plazo, los niños encarcelados están sujetos a condiciones peligrosas y abusivas, incluyendo el abuso físico, asalto sexual y las prácticas tales como el aislamiento, que puede causar daño psicológico permanente", aseguran en el informe de la Coalición de Justicia Juvenil de Ohio.
Esto fue demostrado en 39 estados de Estados Unidos, a lo que se suma que los niños que están encerrados en centros correccionales de menores (en Chile serían los centros del SENAME) tienen menores probabilidades de éxito escolar, en la búsqueda de trabajo y son más propensos a reincidir en comparación con niños similares que son colocados en libertad condicional o en programas alternativos.
Además de estos resultados negativos, mantener a un joven en estos centros es caro. Durante el 2014, en Ohio costaba US$ 205.000 al año (unos 147 millones de pesos chilenos), mientras que otras alternativas con resultados iguales o mejores cuestan mucho menos. A fin de cuentas, el encierro no ayuda en nada.
Ohio fue uno de los primeros estados del país del norte en adoptar estrategias de desencarcelación juveniles a nivel general. ¿Qué le pasó al estado del Castaño, que quiso cambiar?
Además de ser conscientes del daño evidente que causaba el encierro en niños y jóvenes, los espacios para albergarlos estaban colapsando. En mayo de 1992, los correccionales de menores, dirigidos por el Departamento de Estado de Servicios Juveniles (DYS), superaron los 2.500 jóvenes, funcionando a un 180% de su capacidad real. El hacinamiento aumentó la violencia y las malas condiciones de vida, llamando la atención de los medios.
Por otro lado, el sistema de financiamiento generaba un incentivo perverso para que los tribunales locales enviaran a delincuentes no violentos a las cárceles. Las proyecciones indicaban que en los próximos años podían aumentar a 4.000 jóvenes en los próximos años y eso no podía seguir así.
Ese mismo año decidieron diseñar nuevas estrategias para mantener a los niños fuera de las prisiones juveniles. La principal respuesta fue el programa RECLAIM, por sus siglas en inglés Reasoned and Equitable Community and Local Alternatives to the Incarceration of Minors (Alternativas locales y comunitarias razonadas y equitativas a la encarcelación de menores).
RECLAIM apuntó a cambiar el sistema de financiamiento, generando incentivos para que tribunales y agencias de libertad vigilada a buscaran alternativas para el tratamiento de menores en vez de prisiones juveniles.
Sucede que la mayoría de los jóvenes de las correccionales estaban ahí por delitos relativamente menores y podían ser retenidos perfectamente de forma segura en sus comunidades y ser formados con programas diferentes, como tratamientos durante el día, escuelas alternativas, libertad condicional intensiva, vigilancia electrónica y el tratamiento residencial.
Para combatir el problema, se diseñó un sistema de "créditos" que definiría cómo distribuir los fondos que reciben los juzgados de cada condado de Ohio.
El sistema comienza con la distribución anual de estos "créditos" (o puntos) a cada condado de acuerdo a su situación criminal promedio de los años anteriores. A partir de ese número inicial, se irían restando puntos por cada día que cada menor de edad pasara en una prisión o correccional juvenil, mientras que no se restarían puntos si se le ofrecían alternativas comunitarias a la encarcelación.
A final de año, aquellos condados con más puntos o créditos, es decir, los que habían optado por penas alternativas al encierro, reciben más fondos que aquellos con menos puntos. Cierta cantidad de puntos no equivale a cierta cantidad de fondos, sino que la distribución del dinero es relativa a cómo lo hicieron otros condados, con lo que se estimula que "compitan" por encontrar soluciones novedosas para rehabilitar a los jóvenes.
Tras el primer año del programa piloto (1994), el 85% de los actores judiciales se declararon satisfechos y el encarcelamiento de menores bajó casi un 43%. Desde 1992, el número de correccionales de menores ha disminuido de 11 a 3 y Ohio pasó de encerrar a 2.500 jóvenes a encerrar a menos de 500.
Los jóvenes que participaban de los programas alternativos eran mucho menos propensos a reincidir, comparados con sus pares que eran puestos en prisiones juveniles estatales o correccionales locales.
"Lo que es más impresionante de Ohio, es queha tomado los fondos ahorrados por la reducción de su población carcelaria y los ha reinvertido", comenta Nate Balis, director de Justicia Juvenil Grupo de Estrategia de la Fundación Casey.
Ohio no se queda con sus cifras actuales ni con el éxito de RECLAIM. Además de definir las lecciones aprendidas en el proceso, sigue trabajando con nuevas estrategias para reducir aún más el encarcelamiento y mejorar la vida los jóvenes más vulnerables.
Tres nuevos programas, enfocados a la salud y comportamiento de menores con riesgo y problemas de drogas, a jóvenes detenidos por delitos graves y a una intervención según el nivel de riesgo, son nuevas opciones de tratamiento para perseguir una sola meta: "Bring Youth Home" o Traigan la Juventud a Casa, la han bautizado.
Hay que sacar a los menores de los centros y permitir que se queden en sus casas, recibiendo un tratamiento alternativo. Ohio demostró que no sólo es más barato, sino más efectivo para protegerlos de la vulnerabilidad y de caer en la delincuencia.