A más de uno le ha pasado que cuando sale al mercado un smartphone de último modelo, su cerebro empieza a enviar unos constantes y molestos mensajes diciendo: “comprar, comprar, comprar", a través toda clase de sutiles excusas para justificarlo, como "se está poniendo lento mi teléfono", "necesito una pantalla más grande", "la batería no dura tanto", "me merezco esto". A veces se puede resistir a la tentación, sobre todo dependiendo de lo que diga el bolsillo y el estado en que se encuentre tu teléfono actual. Pero en otras, el deseo es incontenible (incluso si ya tienes un buen celular) y es ahí cuando el consumismo ganó la batalla.
Pero hay una tendencia que sugiere exactamente lo contrario: el Lowsumerism (que viene de Low Consumerism o bajo consumismo). El concepto fue acuñado por la empresa de investigación brasilera Box1824, que se especializa en tendencias de consumo y comportamiento. En pocas palabras, lo que pregona el Lowsumerism es ser más consciente y consumir menos, para así romper el círculo vicioso del consumismo. Aunque para entender bien de qué se trata, primero es necesario saber cómo se gestó su gemelo malvado.
¿Cómo nace el consumismo?
Según la investigación de Box1824, todo comenzó con la Revolución Industrial a fines del siglo XVIII. El mundo repentinamente obtuvo la capacidad de crear productos a gran escala y de manera masiva. Pero para que la revolución funcionara, también era necesario crear mayores necesidades en la población.
Y es que no bastaba con producir más: la gente también tenía que consumir más. Así que fue a partir de ahí que se comenzó a instar a las personas a comprar más de lo que realmente necesitaban.
Después llegó el boom del crédito y la publicidad en los años ’20 (antes de la Gran Depresión). Las industrias comenzaron a experimentar una mayor competencia entre ellas, por lo tanto, surgió también una reñida lucha publicitaria. Por lo mismo, las cosas se volvieron más asequibles para la mayoría de las personas, junto también con la cultura de “compra ahora y paga después” que las tarjetas de crédito lograron instaurar.
De ahí, en los ’50 se consagró la idea del Sueño Americano. La típica casa de dos pisos de las películas estadounidenses, en los suburbios, con una cerca de madera blanca, un refrigerador abarrotado de comida, un auto y 2,5 hijos (en promedio) se transformaron en un modelo a seguir para muchos: desde países emergentes hasta aquellos que fueron devastados por la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, en los años ’80 y ‘90 se desarrolló la segmentación de la industria publicitaria. Se comenzó a dividir a la gente en nichos o grupos de acuerdo a las características que poseen, para así poder llegar más directamente a la gente.
De la economía compartida al Lowsumerism
Ante la evidencia del deterioro ambiental, el calentamiento global y otra serie de estragos que nuestro estilo de vida ha provocado, mucho del esfuerzo de las últimas décadas se ha puesto en el consumo de "productos sustentables". Es decir, en seguir comprando productos, tal como lo hemos hecho siempre, pero que estos se fabriquen con menor cantidad de materiales y que sean reciclables o, al menos, menos dañinos para el medioambiente. Esta lógica, sin embargo, no resulta suficiente para combatir el problema. No sólo se necesita consumir productos menos dañinos, se necesita consumir menos.
Luego, desde el 2010 se comenzó a gestar una nueva mentalidad de consumo: la economía de acceso, que se basa en tener acceso a un servicio, en vez de poseer el producto que lo provee (como Netflix, Bikesantiago, Spotify, etc. que te proveen de cine, transporte, música, sin necesidad de comprar las películas, bicicletas, canciones) y la economía compartida, similar a la anterior, pero que consiste en compartir nuestras posesiones para que otro no tenga que comprarla (como Couchsurfing, AirBnb o Uber, en que los dueños de viviendas y vehículos los arriendan o prestan a otros usuarios).Y aunque no necesariamente disminuye nuestros deseos de consumo, sí influye en reducir la posesión material; sentando así las bases de lo que es el Lowsumerism.
Y es que esta tendencia se trata de limitar nuestros comportamientos consumistas tanto como un factor social como de medioambiente. La idea es darnos cuenta que no necesitamos comprar tanto para sentirnos bien. Y que haciendo eso, también estamos ayudando al planeta (pensando en el exceso de plástico, las baterías desechables y un larguísimo etc.)
En definitiva, el Lowsumerism se basa en tres aspectos. El primero es pensar bien antes de comprar. El segundo es buscar alternativas a la compra, con menor impacto sobre los recursos naturales (como el intercambio, arreglar algo defectuoso o incluso fabricar las cosas uno mismo).Finalmente, el tercero es aprender a vivir con lo necesario.
Preguntas para bajar el consumo
Para lograr lo anterior, el estudio de Box1824 sugiere una serie de preguntas que nos pueden ayudar a acabar con el consumismo y adoptar este nuevo comportamiento. Estas deberían ser planteadas antes de enfrentarnos a una compra, para permitirnos enfrentar las diferentes estrategias del mercado que nos hacen sentir que necesitamos más cosas. Esas son las siguientes:
La investigación también asegura que, como sociedad, el consumismo es un comportamiento del que nos sentiremos avergonzados en unos años más. Sobre todo porque, según el estudio, el Lowsumerism es una tendencia que va avanzando con fuerza y que incluso las marcas internacionales le están poniendo los ojos encima.
¿Crees que podrías tener un estilo de vida así?