Entró en una de las cárceles de peor reputación de California, San Quentin, que alberga presos de alta seguridad y condenados a muerte. ¿Podría enseñarle programación a ellos al igual que a los aspirantes a Silicon Valley? Chris Redlitz dudó y quiso deshacer el camino andado, pero ya no había vuelta atrás. Poco después se encontró a si mismo en medio de un recinto presidiario junto a un grupo de reos, hablando sobre negocios y empresas, a pedido. Las dudas eran legítimas, pero la sorpresa que se llevó fue mayor:
"Cuando empecé mi charla, me di cuenta de que los hombres estaban atentos a cada palabra. No había ningún tipo de distracciones. No hay teléfonos celulares en la cárcel. Cuando terminé de hablar, las manos se levantaron. Mi charla de media hora se convirtió en un debate de dos horas. Estos hombres estaban preparados, motivados y comprometidos a aprender cómo podrían construir una vida mejor luego de cumplir su pena", cuenta Chris en TED.
Luego de esa experiencia, Redlitz fundó el programa The Last Mile (TLM) en 2010 y hoy se dedica a hacer clases de programación a distintas generaciones de reos junto a su mujer Beverly Parenti. ¿Cuáles son las razones para enseñarle a programar digitalmente a los presidiarios?
La programación es algo más que códigos complicados sobre una pantalla negra, es una herramienta poderosa que impacta en varios ámbitos y tiene grandes beneficios, como explica nuestro columnista Juan Reyes.
En primer lugar, a nivel cognitivo, significa el mismo proceso que aprender un idioma y por eso aporta con el desarrollo de una mejor memoria de trabajo, mayor atención y agilidad mental, previene el deterioro mental, entre otros. A esto se suma que saber crear productos digitales permite a impactar masivamente, generar cambios globales a partir de una idea. Además se trata de un campo laboral de alta demanda en todas partes del mundo y no parece detener en su crecimiento.
En el curso de San Quentin, los alumnos están seis meses aprendiendo a usar códigos, redes sociales, planificar y crear un proyecto, que presentan al final del curso. Con esto, comienzan a proyectarse a una nueva vida una vez que cumplan su condena, abriéndoseles nuevas oportunidades.
"Les pedimos que creen un negocio en torno a una pasión personal y les enseñamos cómo construir un plan de negocios", explica Redlitz. La lista de mentores que ayudan desde el exterior incluyen grandes personajes de Silicon Valley, como John Silber de Google y Duncon Logan, fundador Rockspace.
"Se nos prepara para ser autovalentes, para hacer una contribución importante a las comunidades a las que volvemos, y también nos ayuda a prepararnos para apoyar a nuestras familias", comenta Larry "Doc" Histon, un reo que participa del programa. "La mayoría de los chicos que han hecho este programa tienen puestos de trabajo en el sector de la tecnología, y espero hacer eso cuando salga".
James Houston es uno de los reos que participó de las primeras generaciones. Creó Tech Hub, un proyecto sin fines de lucro para jóvenes vulnerables en su antiguo barrio, que enseña a niños de 10 a 14 años a desarrollar apps de celulares y conceptos de codificación básica. Después de 18 años en prisión, volvió a Richmond y hace poco fue contratado para lanzar su plan a mediados de este año.
"Puedo decir que, probablemente, todos nosotros queremos hacer el bien en la vida. Nadie quiere volver aquí. Nadie quiere victimizar a nadie y esta oportunidad nos da un camino para poder hacer eso y así podamos salir y ser ciudadanos productivos", declara Aly Tamboura, otro de los alumnos estrella a punto de terminar su sentencia de 14 años por agresión con un arma mortal.
Lo que inspira a estos reos a seguir participando el programa es cambiar su vida, tener una segunda oportunidad y poder desarrollarse una vez de vuelta en su mundo. Esta razón es tan poderosa, que logra que los reos dejen de delinquir.
Hasta ahora, más del 67% de los presos de California liberados en 2005 fueron nuevamente detenidos dentro de los siguientes tres años.
En cambio, desde que lanzaron The Last Mile (2010), ninguno los graduados del programa ha vuelto a la cárcel. Supoderosa efectividad contra la reincidencia hizo que el 2014 transformaran el curso en "Code.7370 San Quentin", el primer plan de estudios completo especializado en programación computacional en una cárcel estadounidense.
"Los resultados han sido extraordinarios", comenta el creador. "Con trabajo duro y determinación, estos hombres han superado serios obstáculos y han creado un camino positivo para su futuro".
El plan será aplicado en cinco cárceles más en California este 2016, incluyendo dos cárceles de mujeres, mientras el objetivo es crear un plan nacional dentro de cinco años.
El costo del programa es impactantemente menor al de mantener a una persona en prisión.
Estados Unidos tiene la mayor población carcelaria del mundo, un 25% y en 40 años ha aumentado en un 700%. California, por ejemplo, tiene que invertir 47 mil dólares al año ($30 millones) por cada persona que está tras las rejas, razón por la que termina gastando más en cárceles que en educación superior.
Redlitz calcula que con solo reducir la reincidencia un 5%, en su país, se podrían ahorrar miles de millones de dólares en los próximos diez años y así lo ha entendido también Chuck Pattillo, Gerente General de California Prison Industry Authority (CalPIA), que ha tomado la decisión invertir en programas como el de programación en las cárceles del estado norteamericano.
El hecho de que es más barato educar a los reos, que solo mantenerlos encerrados, es casi una cosa de sentido común a estas alturas y casos como Ohio e iniciativas chilenas como Proyecto B o Reinventarse lo confirman. Y si además de costar menos, logran disminuir la reincidencia, parece que no hay por donde perderse. ¿Qué creen ustedes?