Imagen: "La persistencia de la memoria" (fragmento), Salvador Dalí

4 razones que explicarían por qué cada vez sentimos que el tiempo pasa más rápido

¿Antes cada año se te hacía eterno y ahora sientes que tu vida avanza sin darte cuenta? ¿Crees que hace solo un par de años pasamos el 2000? Aquí podrías encontrar la explicación de esa distorsión perceptual.

Por Rodolfo Westhoff @rwesthoff | 2016-03-18 | 07:00
Tags | Tiempo, psicología, filosofía, percepción, rápido, sociedad

*Esta nota fue originalmente publicada en 2016.

“¿Qué? ¡Pero si recién ayer era enero!”. Probablemente muchos dijimos eso este verano cuando nos dimos cuenta que febrero ya estaba terminando y que marzo se nos venía encima. Aunque en realidad es algo que también sentimos en invierno, otoño, primavera y a lo largo de todo el año en general. Y es que el tiempo pareciera ir avanzando cada vez más rápido a medida que vamos envejeciendo.

Y por supuesto que alguien tenía que teorizar sobre este fenómeno difícil de explicar. Jim Stone, doctor en filosofía de la Universidad de Washington, escribió una columna para PsychologyTodayen donde plantea las cuatro razones que, a su juicio, explicarían por qué sentimos como si el tiempo fuera poniéndole cada vez más presión al acelerador.

1. Un problema de proporciones

Jim sugiere plantearse el siguiente ejercicio: cuando uno tiene cinco años, un año representa el 20% de tu vida. En cambio, cuando tienes 50, un año es solo el 2% del total. Con esa diferencia de proporciones, ¿cómo no vamos a sentir que el tiempo avanza diferente?

Pero también lo pone de la siguiente manera. El filósofo tiene 47 años, lo que equivale a un entero de su vida (1 Jim). Cuando tenía 12 años, se necesitaban 0,8 Jims de ese entonces para llegar a los 13 años. Pero ahora que tiene 47, necesita solo 0,02 Jims para cumplir 48. Aunque en ambos casos calculó cuánto faltaba para cumplir un año más, la proporción cuando tenía menos edad era mucho mayor a la que necesita ahora.

Por ejemplo, cuando tenía 12 años, la declaración de independencia de Estados Unidos había sido firmada 16 Jims antes de su nacimiento. Pero ahora que es mayor, el acta fue firmada solo 4 Jims antes de haber nacido. Así, no solo nuestra vida pareciera ir avanzando más rápido, sino que también los eventos históricos anteriores a nuestro nacimiento, que en nuestra infancia parecían muy lejanos, parecieran estar más cerca de nosotros a medida que envejecemos, aunque en realidad nos estamos alejando de ellos.

Es como si la percepción del tiempo tuviese que ver con la "sombra" que nuestra vida proyecta sobre él, dice, metafóricamente.

2. Los recuerdos no tienen un valor constante

El filósofo también plantea que puede que midamos nuestra vida no sólo respecto a un factor cronológico, sino que también sobre la base de recuerdos vividos. Esto tiene sentido: cuando todos nuestros días son iguales, aunque tal vez pasen más lento, en retrospectiva el tiempo parece haber volado. En cambio, cuando los hemos llenado de aventuras y actividades diferentes, ese mismo tiempo parece haber "cundido" más.

¿Y cuándo es que más albergamos y atesoramos recuerdos? Precisamente cuando somos más pequeños. La razón detrás de esto es que mientras más chicos, más nuevas, interesantes y desconocidas son las cosas que nos rodean. Así que más nos llaman la atención. De esa forma, debido a la intensidad de la carga emocional que eventos comunes nos provocan durante la infancia, estamos más propensos a recordarlos después.

Otra justificación para eso es que a medida que envejecemos, vamos describiendo las cosas en bloques. Jim explica que si le preguntas a un niño cómo estuvo su vuelta a casa desde el colegio, probablemente te cuente que pateó un par de rocas, se asustó con un perro, una niña lo molestó, se encontró con otro perro y quién sabe qué más. En cambio, si le preguntas a un adulto lo mismo, es altamente probable que solo te diga que se fue caminando.

Por eso, el filósofo cree que una persona podría llegar a los 10 años con mil “unidades de recuerdos vividos”, mientras que con solo mil más se pueden llegar a los 47. Es decir, los últimos 37 años de su vida podrían pasar tan rápido como los primeros 10.

3. Se nos escapa el tiempo

¿Cómo registrarán el tiempo quienes padecen del Trastorno de Identidad Disociativo? Aquellas personas que poseen “múltiples personalidades” que no comparten la misma memoria entre sí y en que cada una de ellas toma el control cada cierto tiempo, deben sentir grandes lagunas de vivencias, reflexiona Jim. Pero también agrega que a quienes no tenemos ese diagnóstico, nos ocurre algo similar.

¿A quién no le ha pasado que estando inmerso en un videojuego se termina dando cuenta que la media hora que se había propuesto jugar originalmente se extendió a tres horas y media?

También pone de ejemplo su experiencia con el doctorado. En un comienzo se planteó terminarlo en tres años, pero por esas cosas de la vida, termino sacándolo en ocho. ¿A dónde se fue todo ese tiempo? Se pregunta.

En el fondo, lo que esto implica es que cuando terminamos nuestros proyectos mucho después de lo esperado, al final terminamos sintiendo que el tiempo se ha movido hacia adelante mucho más rápido de lo que debería. Por lo que fallar en predecir el tiempo que nos tomará cierta acción, puede provocar que al terminarla, sintamos que todo ese desarrollo ocurrió en el espacio de tiempo originalmente presupuestado.

4. Hacemos cosas bajo presión

Un estudio del 2005 llamado Age effects in perception of time (o “Los efectos de la edad en la percepción del tiempo”) publicado por Wittman y Lehnhoff, recopiló la información entregada por un grupo de personas a quienes se les preguntó “¿Qué tan rápido has sentido que han pasado los últimos diez años?”.

Y el resultado fue que a medida que envejecían, iban sintiendo que el tiempo pasaba más rápido. Aunque la tendencia se revertía después de los 50 años, edad en la que empezaban a sentir que la vida volvía a ir más lenta.

Lo anterior cobra sentido si se considera que entre los 16 y los 50 años estamos más expuestos a desarrollar labores bajo presión. Pero lo importante de esto es que, como explica Jim, siempre que hacemos cosas en esta modalidad, sentimos que el tiempo avanza más rápido. Como cuando tienes que entregar un proyecto al día siguiente y aún no lo terminas: sientes que el reloj voló y que no hubo tiempo suficiente para preparar bien tu trabajo.

¿Qué podemos hacer al respecto?

El filósofo sugiere una serie de cosas para que el tiempo avance más lento. La primera es terminar las cosas que tenemos pendientes. Generalmente cuando hay asuntos que no hemos finalizado, nuestra mente divaga y terminamos desconcentrándonos de lo que estamos haciendo realmente, lo que ayuda a que a veces perdamos la noción del tiempo y este se nos escape.

Otra medida es tener metas realistas. Si nos proponemos hacer algo, es importante pensar bien cuánto tiempo creemos que nos podría tomar realizarlo. La tercera, es “detenerse y tomarle el olor a las rosas”. En pocas palabras, esto significa que deberíamos apreciar bien cada momento de nuestras vidas, por muy cotidiano o simple que pueda parecer.

Por último, Jim explica que cada vez que se siente desesperado por el abrumador paso del tiempo, lo que lo reconforta es pensar que está “matando el tiempo hasta la llegada del paraíso”.

¿También sientes que el tiempo va pasando muy rápido?