Imagen: Rodrigo Avilés

¡Que tengas buena suerte, Macbeth! Las curiosas supersticiones del teatro y sus orígenes

Con tantos años de historia, no es extraño que el teatro sea una de las disciplinas artísticas con mayor cantidad de tradiciones y supersticiones. Hoy te contamos de algunas de ellas y su razón de existir.

Por Martín Poblete @martin_poblete | 2016-06-03 | 17:00
Tags | teatro, superstición, Shakespeare, Moliere, Londres, actuación, Macbeth

Cuando teníamos quince años, con mi amigo Diego fuimos a ver una obra de teatro a la que nos habían invitado por un convenio del trabajo de su papá. Nos gustaba ir a ver conciertos y obras de teatro, y como poca gente de nuestra edad compartía nuestros gustos, solíamos ir los dos solos.

Esa vez nos juntamos en el teatro quince minutos antes del inicio del montaje y nos sentamos en una vacía sala de espera. No llegaba nadie, solo éramos nosotros dos y un amable señor gordito con credencial del teatro que estaba ahí para recibir al público. Al rato de espera apareció una actriz con extravagante maquillaje, asomando la cabeza por una puerta para evaluar la convocatoria. Nunca olvidaré la expresión de frustración en su rostro al ver que la audiencia de esa noche se reducía apenas a dos adolescentes. Por supuesto, la obra se canceló y el señor gordito nos despachó entre disculpas para la casa.

Montar una obra de teatro es tan difícil, y demanda tantos recursos humanos y materiales, que es normal tener miedo de que algo pueda salir mal. Que no llegue la gente, que ocurra un accidente, que falle algún accesorio… Mal que mal, son muchos los factores que escapan al control de la compañía: muchas cosas en el montaje teatral pueden fallar por “mala suerte”.

El profundo deseo de que esto no ocurra ha hecho que, a lo largo de los siglos, en el mundo de Tespis y Shakespeare se hayan desarrollado las más curiosas supersticiones y cávalas para espantar las malas vibras. Hoy te contamos de algunas de ellas, para que no vayas a meter la pata la próxima vez que vayas a ver una obra.

1. Nunca nombres a Macbeth dentro del teatro. Nunca.

A menos que estés ensayando para presentar Macbeth, nunca debes pronunciar su nombre o leer líneas de su guión dentro de las instalaciones del teatro, o grandes desgracias sucederán.

No se sabe a ciencia cierta cuándo comenzó esta superstición, ni qué la gatilló, pero es una creencia que se ha mantenido por siglos. Se dice que dentro del guión de la obra, los diálogos de las tres brujas contienen hechizos reales, puestos ahí deliberadamente por Shakespeare, por lo que la obra está maldita desde su concepción. Otros, más escépticos, alegan que las obras de Shakespeare siempre han sido un comodín muy usado para reemplazar obras poco exitosas, por lo que ver a actores de obras más nuevas ensayando Macbeth puede interpretarse como señal de que no les está yendo bien y están preparando una sandía calada para salir del paso.

Dentro de las desgracias asociadas a esta obra se cuenta que en su estreno, por allá en el siglo XVII, el actor protagonista murió por accidente al recibir una puñada con una espada real, en lugar de una de utilería. Similar a ello fue el accidente ocurrido en el Old Vic Theatre de Londres en 1937, cuando en la misma escena la espada del actor Laurence Olivier se partió y la punta salió disparada al público, cayendo sobre un hombre que estaba sentado en una de las primeras filas. La hoja no le hizo mucho daño, pero el infarto cardíaco fulminante que le causó el susto sí.

Pero si se trata de desgracias escandalosas, la batalla campal vivida en el Astor Place Opera House de Nueva York en 1849 se lleva todos los premios: un brutal enfrentamiento entre las fanaticadas del actor británico William Charles Macready y el estadounidense Edwin Forrest terminó con 25 muertos y más de un centenar de heridos.

Por eso, si no quieres ver el mundo arder, te sugerimos que uses nombres alternativos como Scottish Play o La Obra “M” de Shakespeare.

2. Cuidado con los fantasmas

En todos los teatros hay fantasmas. La mayoría son fantasmas de actores o dramaturgos, que aprovechan cuando el teatro está desocupado para presentar sus obras sobre las tablas. Bueno, al menos esa es la creencia. 

Existen varias fantasías que relacionan a fantasmas y teatros, y de hecho es un recurso narrativo bastante frecuente. Los que ven la serie Penny Dreadful me entenderán.

Es importante que los teatros cierren al menos un día a la semana (pero sin decir que está cerrado, sí, eso también da mala suerte), no solo para que los actores tengan un día de descanso: también para que los fantasmas puedan actuar tranquilos. Compartir el espacio con ellos los mantiene contentos y asegura una convivencia armoniosa. No hacerlo puede ponerlos contra los actores y sabotear sus presentaciones.

Asimismo, es importante que siempre haya una luz encendida en el escenario. Esta luz, conocida como ghost light ("luz fantasma"), es para que el fantasma no se accidente al actuar. Como ya dijimos, la idea es tenerlos de amigos. La ghost light, además de prevenir accidentes en caso de que alguien camine por el escenario a oscuras, tenía una función práctica en el siglo XIX, cuando los teatros eran iluminados con lámparas de gas. 

Muchos teatros londinenses de la época se incendiaron por explosiones, causadas por excesiva presión en las cañerías. Como precaución, entonces, se hizo habitual mantener una lámpara encendida para que el gas fluyera y la presión permaneciera constante. Así el riesgo de explosión disminuía enormemente.

3. Prohibido silbar

Al igual que en los barcos, mucho del aparataje técnico del teatro, como el telón y las luces, son operados con cuerdas. Por esto, no es extraño que desde el siglo XVII los técnicos tras bambalinas fueran marineros desocupados por el desempleo o la temporada baja.

Dado que en alta mar el ruido de las olas hace imposible comunicarse a gritos, los marineros contaban con un elaborado sistema de comunicación a partir de silbidos. Al cambiarse de las embarcaciones a los escenarios, este código se mantuvo y siguió siendo utilizado al mover cuerdas y pesos tras las cortinas. Sin embargo, esto significó la prohibición de que cualquier otro individuo pudiera silbar al interior del teatro. Un actor silbando en el escenario podría, sin querer, estar ordenando que le arrojen una bolsa de arena en la cabeza.

4. Código de vestimenta: jamás vestir de amarillo

Existen diversas supersticiones en relación a los colores de la vestimenta de los actores sobre el escenario: el azul era un color difícil y caro de fabricar, así que muchas compañías lo usaban durante sus malos tiempos para fingir solvencia económica… Lo cual, naturalmente, los llevaba a la quiebra (mmm, idiotas). Asimismo, durante mucho tiempo se echó a correr la idea de que el verde daba mala suerte, pues en las obras interpretadas al aire libre los actores vestidos de verde se perdían entre la naturaleza del entorno.

Pero si hay un color realmente maldito, ese es el amarillo.

En el siglo XVII, mientras Shakespeare maldecía a Inglaterra con Macbeth, Molière se lucía ante el público francés con la presentación de El Enfermo Imaginario, en la cual él mismo actuaba como enfermo. Aunque hay que precisar que no debía actuar mucho, pues para entonces la tuberculosis lo estaba matando.

Fue durante la noche del 17 de febrero de 1673 que, en plena puesta en escena, el actor y dramaturgo sufrió un ataque de tos que le provocó una abundante hemorragia, producto de la rotura de una vena. La sangre bullía y manchaba su traje… Y adivinen de qué color era el traje.

Producto de la hemorragia, Molière se desmayó en el escenario y falleció esa misma noche en su hogar.

5. Desear “buena suerte” es de mala suerte

Se dice que, si quieres desearle éxito a un actor en su obra, lo peor que puedes hacer es desearle buena suerte. Además de que se cree que el deseo de buena suerte atrae el mal de ojo, se dice que los malos espíritus siempre intentan llevarnos la contra, por el simple placer de atormentarnos. En vista de esto, una buena forma de contrarrestar sus malas artes es haciéndoles creer que queremos que todo salga mal. De este modo, ellos intervendrán para que todo salga bien.

El escritor irlandés Robert Wilson Lynd apuntó en 1921 que el teatro es “la segunda institución más supersticiosa de Inglaterra”, siendo superado solo por las carreras de caballos. Según Lynd, la idea de que desear buena suerte da mala suerte habría sido llevada de los hipódromos a los teatros.

Para evitar emitir una bien intencionada maldición es que los ingleses instauraron la frase "break a leg" (rompe una pierna) para desearle éxito a los actores en sus presentaciones. El deseo de terminar una actuación con una pierna (propia o ajena) rota parece ser lo suficientemente malo como para que todo salga bien.

El origen de este concepto es poco claro, y existen varias hipótesis al respecto: una de ellas apunta al antiguo Teatro Griego, en el que la audiencia “aplaudía” chocando sus pies contra el suelo. Una ovación “hasta que se rompan las piernas” sería una forma figurada de éxito rotundo.

Otra hipótesis dice que “break a leg” es una traducción literal de la frase Hals und Beinbruch (romperse el cuello y la pierna, es decir, todos los huesos), utilizada por los pilotos tanto alemanes como ingleses para referirse a los aterrizajes exitosos, durante la Primera Guerra Mundial.

Una tercera hipótesis supone que “break a leg” viene del momento posterior a las obras de mucho éxito, en que la ovación es tan cerrada que los actores hacen una reverencia de rodillas. En este caso, “romper” sería sinónimo de “doblar”.

En español, el deseo de buena suerte se expresa diciendo “mierda mierda” o “muchísima mierda”, según el país. Esta expresión proviene de los antiguos teatros a los que la gente adinerada concurría en carruaje. Al final de la obra, si la audiencia había sido numerosa, era normal que las afueras del teatro estuvieran tapizadas de excremento de caballo.

Existen muchas otras supersticiones: no hay que usar plumas de pavo real sobre el escenario, está prohibido tejer al interior del teatro, hay que barrer el escenario siempre hacia adentro... Y muchas más. Podríamos seguir todo el día.

Si quieres estudiar teatro, presta atención a estos consejos y nada malo te pasará. Desobedece y es probable que termines apareciendo en 1000 Maneras de Morir

Y antes de finalizar: quiero agradecer a Pamela Guzmán, actriz de Teatro Onirus, por su ayuda en la realización de este artículo.

¿Qué te parecen estas supersticiones? ¿Cuáles otras conoces?