Esta nota fue publicada en 2016, la recordamos al celebrar el Día Internacional de la Convivencia en Paz, como un caso icónico que debiese inspirar a muchos.
Catuche es un barrio popular ubicado cerca del centro de la capital venezolana, Caracas (considerada la ciudad más violenta del mundo). Dentro de él, al igual que la mayoría de barrios de menores recursos, existen dos pequeñas localidades que se declararon la guerra en la década del 80: La Quinta y Portillo.
¿Cuál era el motivo de esta lucha armada? Demostrar cuál de las dos localidades tenía más poder, enfrentándose con armas ante cada conflicto que surgía. Desde enemistades por posesión territorial, pasando por quién manejaba el microtráfico de drogas en el barrio, hasta riñas en fiestas, que terminaban habitualmente con algún asesinato y varios heridos.
Los jóvenes se fueron formando en torno a la violencia, y el ambiente hostil comenzó a apoderarse de cada uno de los habitantes de Catuche, quienes optaron por espiar, denunciar y "hacer justicia" ante cada nuevo acto del bando enemigo que se interpusiera a la intención de supremacía de poder de ambas localidades.
Y aunque suena extraño, las madres tuvieron su rol protagonista incentivando la violencia, y es porque en los pequeños pueblos de Venezuela existe un poderoso matriarcado, debido a que la mayoría de las familias no cuenta con una figura paterna presente, por lo que es la madre quien pone las normas de vida. Y si una madre dice que la muerte de su hijo debe vengarse, se hace. Así se empezó a propagar el "ojo por ojo, diente por diente": si un joven de La Quinta agredía a uno de Portillo, rápidamente recibiría su fatal "merecido".
Durante dos décadas la violencia se apoderó de Catuche, dejando a más de 100 jóvenes asesinados y a sus madres desconsoladas y llenas de rabia y ganas de venganza. Un círculo vicioso que se les fue de las manos, y que tuvo su fin el año 2006, cuando una madre tras ver el cuerpo ensangrentado y agonizante de su hijo de 16 años en plena calle; en lugar de exigir venganza, gritó a todo pulmón: ¡Basta!
Horas después de este asesinato, ambas madres, la del joven fallecido y la del autor del disparo, se abrazaban llorando desconsoladas, repitiendo como mantra: ¡Basta! ¡Basta!¡Basta!
Esta escena conmovió a la población completa, y los propios jóvenes que ya estaban ideando la venganza, notaron que ésta no tendría el mismo sentido si la propia madre del joven asesinado imploraba un alto al fuego, suplicando el perdón y la paz, para que ninguna otra madre tuviese que vivir y presenciar la muerte de un hijo.
"No, ella no pedía revancha, todo lo contrario, suplicaba la paz... Si te matan a tu hijo y lo que pides es el fin de los tiros, que no haya más muertos inocentes, si tienes esa fuerza, ¿cómo no la íbamos a tener las demás? ¿Cómo no intentarlo?”, señaló Joidy Medina, madre activista del equipo que se organizó junto a otras madres de ambas localidades para buscar el fin de la guerra en el barrio.
Doris Barreto es una trabajadora social que maneja la sede de la organización Fe y Alegría del barrio. Tras este asesinato y, viendo lo que provocó la reacción de las madres, decidió trabajar para que la violencia terminara. Se acercó a uno de los jóvenes líderes pandilleros, exponiéndole el dolor de las madres y la necesidad de paz, y la respuesta de el chico la impresionó: "Para acabar con la violencia no es con nosotros que debes hablar, es con las viejas chismosas (aludiendo a las madres)".
Y así se organizaron. En un principio llegaron unas diez madres por sector, quienes, guiadas por Barreto, decidieron unirse para terminar con los asesinatos. Dentro de esas madres, una había perdido dos hijos el mismo día y otra cuatro de sus seis hijos. Todas estaban cansadas ya de la venganza, el odio y la violencia.
En conjunto resolvieron que sus hijos deberían firmar un acuerdo de paz para acabar con los enfrentamientos armados y evitar la violencia y rivalidades extremas entre ambos sectores del barrio, y que está basado en cuatro resoluciones principales:
1. Si se incumple el acuerdo una vez, se llama a una reunión de las madres (sin la madre del muchacho que lo incumplió).
2. El que rompa el acuerdo tres veces se denuncia a la policía.
3. No se pueden traer extraños al barrio.
4. No se pueden prender encendedores en la calle (la señal de abrir fuego).
El acuerdo fue firmado por todos los jóvenes y, desde entonces, nadie ha sido denunciado a la policía y no se ha producido ningún asesinato a partir de las riñas entre las localidades en el barrio desde el 2006.
“Tratamos de no denunciar a los muchachos ante la policía, los que van presos se echan a perder más, las cárceles son escuelas de lo malo, y después que salen, amañados, el que toman es el mal camino, por donde venían, pues. Por otra parte, la cárcel es un estigma, el que tiene antecedentes, por más que se esfuerce en demostrar que superó su culebra, está rayado. Nadie lo recomienda, nadie le cree. Intentamos que la gente sane con la reflexión, creemos que hay que insistir, dar otra oportunidad, no, no es sinvergüenzura…”, explican Doris Barreto y Joidy Medina.
Catuche, Caracas. |
De a poco, el día a día en Catuche comenzó a cambiar. Los vecinos empezaron a caminar por la calle sin miedo, a salir de sus casas después de las seis de la tarde, a dormir sobre el colchón y no debajo de él, como solían hacerlo para evitar que las balas les llegaran desde los techos, etc.
El ejemplo de este barrio llamó la atención de todo Venezuela, y se convirtió en caso de estudio. Lo que el gobierno no había sido capaz de frenar durante décadas, lo había podido hacer un pequeño grupo de madres.
El año 2013, la Amnistía Internacional publicó el libro: "Acuerdos comunitarios de convivencia ante la violencia armada, pistas para la acción", que cuenta en detalle el éxito de paz que se logró en Catuche gracias a la organización de las madres, a través de sus propios testimonios y experiencias. ¿Cuáles eran esas principales claves que identificaron?
- La fortaleza del diálogo que lograron las madres con sus hijos.
- La confianza y respeto que tienen los hijos hacia sus madres en este pueblo.
- El hecho de darle responsabilidades a los jóvenes y de hacerles entender que de ellos depende su futuro y si quieren o no ir a la cárcel.
- Alertar tempranamente a la organización cuando se ve a un joven en problemas, para asesorarlo y aconsejarlo a tiempo y ayudarlo a dejar los malos hábitos como las drogas, la violencia u otros males.
- La terapia entre madres al interior de la organización, que permitió el perdón y la reconciliación.
- Y por sobre todo, la organización en comunidad y el tener un único fin en común por sobre las enemistades y diferencias.
Cuesta pensar que estas acciones que parecen simples y fáciles, logren terminar con los enfrentamientos en un sector de la ciudad más violenta del mundo. Más aún cuando sabemos que sólo el 2015 murieron 180.000 personas a causa de la violencia armada en Venezuela , y que la mayoría de esos asesinatos se dieron en barrios populares. Pero, si bien el país está a años luz de detener la violencia armada, Catuche sin duda es un ejemplo, una conquista y un punto de partida.