Imagen: Cesar Mejías

Alto impacto: tu mamá mentía. El desayuno no es la comida más importante del día

¿Puede ser que nuestras madres nos hayan vendido la pomada? Nuevos estudios indican que está antigua creencia no es acertada. Te explicamos por qué.

Por Francisco J. Lastra @efejotaele | 2016-07-08 | 07:00
Tags | ciencia, comida, desayuno, alimentación, mitos, mamás

Si tuvieron una niñez como la mía, seguramente le tienen un tremendo respeto al desayuno. En mi casa, nadie cruzaba el umbral sin antes rendirle el apropiado tributo al elefante Melvin (quien está pasando por una fase de vigorexia), al tigre Tony y al perro cocainómano de Chocapic, tributo que, por cierto, consumíamos ritualísticamente en bowls de los mismos personajes.

El desayuno no solo era importante, era la comida más importante del día y punto, y así lo confirmaba la TV, los nutricionistas y la siempre venerable y sabia tercera edad. Un buen desayuno, se suponía, te daba el impulso energético vital para empezar el día, y estaba relacionado con todo un atractivo paquete de beneficios.

A día de hoy, seguramente debido a este tipo de influencias, todavía sigo creyéndolo a nivel inconsciente, porque, hasta que no me embucho algo luego de despertar, soy una especie de protohumano de genio corto que vomita veneno y sueña con la destrucción del mundo. Lo que pienso a nivel racional, por otro lado, es distinto, y les contaré lo que ha hecho cambiar mi opinión. Pero antes, veamos por qué las madres del mundo defendían esta causa.

¿De dónde nace la creencia?

Antes que nada, quiero aclarar que no se trata de debatir la importancia del desayuno (porque todos tenemos dos dedos de frente: comer es bueno), si no su sobrevaloración que, enfrentémoslo, se usa continuamente como argumento de venta de cereales y como fórmula mágica para bajar de peso.

Se trata, sin duda, de una creencia relativamente reciente. En el libro Breakfast: A History, la escritora gastronómica Heather Arndt Anderson explica que, en la Edad Media, el ayuno matutino era la costumbre por la estricta moral católica de la época.

"Los rigurosos moralistas medievales no necesitaban más sustento que el provisto en las dos comidas del día: un liviano almuerzo de medio día y una cena más substancial", escribe.

En siglos siguientes, el desayuno, cuando se comía, era no más que algún tipo de pan, queso, cerveza y algo de carne (si hablamos de la nobleza). Aún así, no era considerada una comida propiamente tal y muchos hombres, dice Anderson, no admitían comerla porque era asociado con "niños, inválidos, gente de la tercera edad y las clases sociales más pobres".

Fue recién entre el siglo XVII y XVIII que tomar desayuno finalmente se vio libre de estigmas, principalmente en las colonias inglesas de América, donde "estaban demasiado ocupados tratando de sobrevivir como para preocuparse de las sutilezas y el dilema moral de saltarse el desayuno", escribe Anderson.

Luego, en el siglo XX, ya empezamos con el desfile científico que una y otra vez destacó los beneficios de tomar desayuno Vs. no tomarlo. Mientras que a mí me decían que tomara desayuno porque o si no me ponía idiota, argumentos más profesionales mencionan estos beneficios específicos:

  • Mayor coeficiente intelectual en niños de kinder
  • Menor índice de masa de corporal
  • Menor riesgo de sobrepeso y obesidad
  • Menor riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares e hipertensión
  • Menor concentración del colesterol "malo" en la sangre
  • Mejor desempeño (en fuerza y resistencia) en actividades físicas
  • Mejor concentración y desempeño en clases

A menos que el almuerzo me dé superpoderes y la cena me haga inmortal, difícil negar la importancia del desayuno y estos argumentos que, por años, han esgrimido nutricionistas, médicos y madres del mundo.

¿Cuál es el problema, entonces?

El desayuno, literalmente, no tiene comparación

Indudablemente, tomar desayuno está relacionado a varios beneficios. Pero lo mismo podríamos hipotetizar del almuerzo, la cena y básicamente cualquier acción que satisfaga una necesidad humana, como ir al baño y respirar. Entonces, para declarar al desayuno como la comida más importante, claramente es necesaria una comparación. Y es ahí donde está el primer problema: es una falacia por comparación incompleta.

La literatura científica sobre el almuerzo y la cena palidece con respecto al desayuno. Mientras que abundan los estudios que investigan, por ejemplo, las cualidades de la avena y los cereales en la primera comida del día, una rápida revisión sobre las dos otras en librerías científicas, arroja resultados limitados a los efectos en niños de la cena en familia (se vinculó a menor riesgo de sobrepeso) y a la hora de almuerzo (enfocado como tiempo de descanso más que en la comida).

¿Se trata de una conspiración Illuminati contra las dos otras comidas? ¿Es el comienzo de la discriminación alimentaria?

Sin duda, el mayor historial científico sobre el desayuno produce, a su vez, más estudios que buscan comparar, analizar, comprobar o negar anteriores publicaciones. Eso es lógico. Luego tenemos el interés de la industria de los cereales (y otros productos) por publicar estudios que los hagan ver bien.

Es una práctica normal y ocurre en otras industrias también (*ejem* farmacéuticas *ejem*), pero es importante el dato. Compañías como Kelloggs, quienes ya cambiaron el mundo alimenticio con la introducción de sus famosas hojuelas de maíz en el siglo XIX; PepsiCo, mediante su, y no es broma, Centro de Excelencia Avena Quaker; y Nestlé, financian regularmente estudios que concluyen, para sorpresa de nadie, que tomar desayuno (y en especial sus cereales) es bueno.

Y es aquí cuando nos acercamos al quid de la cuestión, porque el gran fallo de todo este asunto del desayuno no se trata de estudios inventados (porque son reales y válidos), sino en cómo los resultados se han presentado.

Sesgos y contradicciones

No todos los estudios científicos son realizados de igual manera, por lo que no todos tienen el mismo peso (para más información lean este artículo). Los estudios con pruebas controladas aleatorias (que toman a un grupo de gente y, aleatoriamente, aplican las distintas condiciones) son el estandarte en cuanto a fiabilidad científica, mientras que los estudios observacionales (que no tienen control sobre las variables) son mucho más propensos a sesgos.

Adivinen en qué categoría cae la mayoría de los estudios sobre el desayuno. Así es, la segunda.

El problema es el siguiente: un estudio observacional no puede determinar causalidad, sino solo relación. Es decir, si el estudio observa que quienes toman desayuno tienen menos problemas de salud, nada descarta la posibilidad de que ello se deba a otros hábitos de los desayunadores, y no al desayuno en sí. Es decir, pueden decir que existe una relación, pero no que el desayuno es la causante de los beneficios.

Un grupo de científicos atacó precisamente este punto y otros sesgos: analizaron estudios que vinculaban el no tomar desayuno con el aumento de peso. Los investigadores concluyeron que "la literatura observacional ha establecido gratuitamente esta asociación, pero no la relación causal", e identificaron 4 problemas evidentes en el historial de publicaciones analizado:

  • Interpretación sesgada de los propios resultados
  • Uso impropio de lenguaje causal al describir los resultados propios
  • Citación engañosa de resultados de otros investigadores
  • Uso impropio de lenguaje causal al citar otros estudios

Luego tenemos otro estudio, uno de pruebas controladas aleatorias (o sea, del tipo más fiable), que analizó el mismo fenómeno: los estudios observacionales asocian el desayuno con un menor peso corporal y autoridades de salud recomiendan tomar desayuno para reducir la obesidad, pero ¿qué tan cierto es?

El estudio, que se extendió por 16 semanas y contó con más de 300 participantes con sobrepeso y obesidad entre 20 y 65 años, no encontró diferencias significativas entre los distintos tratamientos (tomar desayuno Vs. no tomarlo) y su efecto en el peso.

Es decir, uno de los grandes pluses del desayuno, a la hora de la verdad, no es cierto según esta publicación en particular ¿Y si vemos otros estudios fiables (de control aleatorio) del mismo tipo? Así lo hizo un estudio en 2014, y concluyó que la evidencia era insuficiente para hacer afirmaciones causales.

Ya sabemos, entonces, que lo del peso es, por lo menos, dudoso, ¿y los otros muchos beneficios? Un meta estudio (un estudio que revisa otros estudios) analizó cientos de anteriores publicaciones relativas a los efectos de tomar desayuno, dividiéndolos en: hipertensión, diabetes, constipación, mortalidad, salud mental y dental, desempeño cognitivo y físico, y cáncer.

Si bien el autor observa una tendencia positiva en casi todos los puntos, incluye en su conclusión algo que ya les había adelantando: "casi todos los estudios en la literatura del impacto nutricional del consumo de cereales para el desayuno son de diseño transversal (un tipo de estudio observacional) y existen muy pocos de pruebas controladas aleatorias, lo que es una debilidad en la base de pruebas en general".

También agrega el investigador que "los mecanismos para muchos de los efectos sobre la salud resumidos en esta revisión no siempre son claras". Es decir, se observa un efecto positivo, pero no está claro qué es exactamente lo que lo causa ni cómo.

Al grano entonces, ¿desayunar o no desayunar?

Como habrán ya concluido, el desayuno no es la súper comida que nos prometieron en nuestra infancia y que aún mantenemos como mandamiento. La evidencia que lo apoya es vaga, sesgada y contradictoria. Entonces, ¿le hinco el diente a ese pan con palta? ¿le compro la pomada, una vez más, al tigre Tony?

Aquí me saco mi lupa de investigador, dejo los estudios de lado y apelo al sentido común: hagamos lo que nuestro cuerpo nos pide. Si son como yo y se levantan siendo peligros para la sociedad, abran el estuche, saquen el bowl y vamos vertiendo esos corn flakes. Si tienen el envidiable superpoder de llegar a las 10 AM sin pizca de hambre, ¿por qué forzarlo?

Por cierto, un importante factor que determina lo que puede o no hacer el desayuno es, en primer lugar, qué desayunamos. Para enterarte de los alimentos más recomendados y otros consejos para tener más energía en la mañana, te invito a leer este otro artículo.

¿Crees que el desayuno está sobrevalorado?