En pleno siglo XXI y con el empoderamiento de la mujer en su mayor auge, aún quedan muchos países que violan todo tipo de derechos humanos en contra de las mujeres y niñas. La discriminación y los abusos de género se siguen dando y uno de los más violentos y perjudiciales es el matrimonio infantil.
Según índices de las Naciones Unidas (ONU), más de 700 millones de mujeres contrajeron matrimonio antes de cumplir los 18 años, y de ellas, más del 80% proviene de países en vía de desarrollo, especialmente de Asia meridional, en países como Bangladesh, o en África, en países como Níger, Guinea y la República Centroafricana.
La cifra es alarmante. El índice de muerte de las niñas al contraer matrimonio es altísimo, ya que muchas de ellas mueren en la misma noche de bodas o en sus primeros partos; y es por esta razón que las Naciones Unidas lleva mucho tiempo intentando erradicar esta práctica y se pusieron como meta el 2030 para terminar con los matrimonios infantiles en el mundo entero.
A esta lucha se acaba de sumar el país africano Gambia, luego de que su presidente Yahya Jammeh, prohibiera el matrimonio infantil la semana pasada, en plena celebración del fin del Ramadán, penalizando con hasta 20 años de cárcel a quienes contraigan matrimonio con niñas, a los padres que lo consienten, a quienes oficializan la ceremonia y a toda persona que sabiendo de la situación, no la denuncie.
Los principales motivos que hacen a los padres optar por casar a sus hijas a edades tempranas tienen que ver con querer salir de la pobreza: consideran que las niñas son una carga económica y que casarlas es una medida de supervivencia para la familia completa, ya que, al casarse, se van a vivir con la familia del marido.
Además, en varios países musulmanes, entre más jóvenes son las novias, menor es la dote que los padres deben pagar para casarlas o en países como Sudán del Sur, son los novios quienes pagan una dote a la familia de sus mujeres; por lo que el matrimonio funciona principalmente como un impulso económico.
Por otro lado, los padres consideran que al casar a sus hijas rápidamente, las están protegiendo del peligro a sufrir agresiones sexuales, relaciones sexuales prematrimoniales, embarazos no deseados fuera del matrimonio que deshonran a la familia, y también porque creen que así asegurarán la docilidad y obediencia en el hogar del marido.
El matrimonio precoz tiene consecuencias muy perjudiciales para las niñas, como por ejemplo:
- Abandono de sus estudios: una vez casadas, las niñas deben dejar la escuela y dedicarse al hogar.
- Problemas de salud: uno de los mayores riesgos son los embarazos prematuros que aumentan la tasa de mortalidad infantil, ya que las complicaciones del embarazo y parto constituyen la segunda causa principal de muerte entre las niñas de 15 a 19 años a nivel mundial. La UNICEF estima que unas 50.000 mueren, casi todas en países de ingresos bajos y medios. Los partos de fetos muertos y las muertes de recién nacidos son 50% superiores entre las madres menores de 20 años, que entre las mujeres que superan esa edad.
- Contracción de VIH: el 74% de las nuevas infecciones de VIH entre los adolescentes africanos se producen en niñas, y la mayoría de ellas bajo el contexto de matrimonio, ya que la presión de tener hijos incide a la falta de uso de preservativos.
- Violencia doméstica: es común ver violencia psicológica, física y sexual en este tipo de matrimonios, especialmente la violación marital que en la mayoría de los casos no está penalizada.
- Trabajo forzado: muchas veces, cuando las niñas se casan, la familia del marido las utiliza como mano de obra barata o no remunerada.
La ONU analizó más de 150 programas que se utilizan actualmente para erradicar los matrimonios prematuros y encontraron que las seis claves más eficaces son las siguientes:
1. El empoderamiento de las niñas con información y redes de apoyo. Un mensaje que ha servido muchísimo para frenar los matrimonios, es la información sobre los daños de la maternidad temprana.
2. Garantizar el acceso de las niñas a una educación de calidad. Por ejemplo, en Zimbawe, el 48% de las mujeres que habían asistido a la escuela primaria estaban casadas al cumplir los 18 años, en comparación con el 87% de las que no habían asistido a la escuela.
3. La participación y la educación de los padres y miembros de la comunidad sobre los riesgos y daños provocados por el matrimonio infantil, y educación sexual para las niñas desde temprana edad como materia obligatoria en los colegios.
4. Proporcionar incentivos económicos y apoyo a las familias de las niñas. Por ejemplo, en Etiopía, en las comunidades en las que a las niñas se les entregaba material escolar gratuito, resultaron ser 94% menos propensas a casarse. También, en Tanzania y Etiopía se comenzó a ofrecer ganado a las familias de escasos recursos a cambio de mantener a sus hijas solteras y escolarizadas, y ha resultado un éxito.
5. Establecer y aplicar un marco legal fuerte, como una edad mínima para contraer matrimonio y penas de cárcel a todos quienes permiten e incentivan el matrimonio infantil.
6. Promover países donantes para que la ayuda material y económica llegue de países desarrollados para que el alto costo de la implementación de los programas preventivos no sea impedimento para los países de bajos recursos.
Según datos de la ONU Mujeres, los niveles actuales de matrimonios infantiles se mantienen. 14,2 millones de niñas por año (39.000 por día), se casarán a temprana edad, y de los 140 millones de niñas que contraerán matrimonio antes de cumplir 18 años, 50 millones tendrán menos de 15 años. Por ende, hay grandes probabilidades de que el problema aumente con el crecimiento de la población de jóvenes en países de desarrollo si es que los gobiernos y las comunidades afectadas no ponen este tema como prioridad en sus agendas. Es por eso que el paso de Gambia es significativo, y se alza como un modelo a imitar.
Esta lucha también se encarna en las organizaciones no gubernamentales. Es el caso de Girls are not Brides (Las niñas no son Novias), que reúne a más de 600 sociedades civiles contra el matrimonio infantil, y trabaja en los países más críticos con las comunidades, colegios, sistemas de salud, a través de la divulgación de material educativo, el empoderamiento de las mujeres y niñas, la realización de talleres comunitarios, la provisión de servicios básicos y en la redacción e implementación de políticas públicas.
Con esto, demuestra que hay actos concretos que se pueden aplicar para detener esta vulneración de derechos, inspirando comunidades y gobiernos para que detengan esta práctica aceptada y puedan brindarle una mejor calidad de vida a millones de niñas en el mundo.