Pocas cosas son más difíciles que abandonar un mal hábito. Ahora, imagínate que eres el segundo ser viviente en el mundo al que más le gusta hacer eso que quieres dejar a un lado. Por ejemplo: sólo hay una persona en todo el planeta a la que le guste (más que a ti) comer donas glaseadas a las cuatro de la mañana. Definitivamente, suena como a que te va a costar mucho trabajo dejar de hacerlo.
Bueno, algo así le pasó a Marruecos. El país de los camellos y las alfombras voladoras (okey, not) es el segundo mayor consumidor de bolsas plásticas del mundo, seguido por Estados Unidos. Y aunque de por sí, eso es malo, la cosa se pone peor si consideramos que el reino africano tiene una población de sólo 33 millones de habitantes.
Es decir, al año, cada persona usa alrededor de 900 bolsas plásticas, lo que termina en una producción total anual de tres mil millones de estas en el país. Mucho, mucho plástico, que puede llegar a demorarse hasta 500 años en ser degradado.
Conscientes del riesgo ecológico que implica este escenario, en el parlamento marroquí se discutió en octubre del año pasado, una ley que buscaba prohibir la producción y el uso de bolsas plásticas en todo el país. ¿El resultado? Fue aprobada y este mes comenzó a ser puesta en marcha.
Esto significó que lugares como los negocios, el comercio callejero o el retail, se llenaron de bolsas reutilizables hechas a partir de materiales como tela o papel, para poder entregárselas a los consumidores. Y aunque en Chile ya hemos visto iniciativas que buscan lo mismo, estas nunca han sido del alcance nacional de la medida marroquí.
La idea es que quienes usen estas bolsas, excepto para fines industriales o agrícolas, recibirán una multa o una infracción. Pero la medida ya ha generado controversia: las empresas del rubro aseguran que más de 50 mil personas quedarían sin trabajo. Y para combatir eso, las autoridades plantearon la idea de orientar a la industria hacia la fabricación de sacos biodegradables (de plástico), a través de una subvención total de 18 mil euros.
Eso sí, esta no es la primera vez que Marruecos intenta algo así. Ya en el 2009, el gobierno trató de prohibir las bolsas plásticas negras (esas gigantes y ligeramente más gruesas), ya que se había vuelto común verlas en las calles del país. Lamentablemente, la disminución de estas no fue absoluta, ya que luchar contra la producción ilegal fue muy complejo.
Con todo, Marruecos es como el "amigo buena onda" cuando se trata del medioambiente. Tanto así, que actualmente está considerado como uno de los cuatro países más “verdes” del mundo, entre Etiopía, Bután (de este ya te contamos una vez) y Costa Rica, según la organización Climate Action Tracker.
De hecho, el reinado africano ha estado importando basura desde otros países para transformarla en energía. Algo así como el modelo que han desarrollado países como Suecia y Noruega. Todo esto, a través de plantas incineradoras y el rescate de desechos de lugares que tienen serios problemas con este tema, como Campania: una región de Italia que regularmente se encuentra en estado de emergencia por su “crisis de la basura”.
Esta última medida no ha sido muy bien recibida por la población marroquí. Incluso, ha sido motivo de protestas, las que recientemente terminaron forzando al gobierno a anunciar un alto en la importación de basura extranjera. ¿Por qué tanto alboroto?
La razón de la molestia por parte de la ciudadanía, es que aseguran que no existen las garantías de que el proceso se lleve a cabo de la manera correcta (es decir, como lo hacen Suecia y Noruega: sin contaminar) y que al traer basura desde países desarrollados, se está explotando el “medioambiente y la dignidad” de sus tierras.
Y es que este tema es bastante sensible. Según la Convención de Basilea, la exportación de desechos peligrosos por parte de países desarrollados a otros que no lo son, está prohibida. Es por esto que la ONG Greenpeace acusó a la acción de importar basura (con eventuales desechos peligrosos) de Italia desde Marruecos como “inmoral e ilegal”.
Por su parte, el gobierno justifica la medida sosteniendo que los desechos son revisados dos veces por un laboratorio certificado internacionalmente, para acreditar que se cumplan los estándares de toxicidad, según la misma Convención de Basilea. Además, plantean que eliminar residuos de esta manera, entregándole un posterior uso energético, implica un impacto ambiental menor, versus la opción de mantenerlos en vertederos.