¿Has oído hablar del “Club de los 27”? Sí, ese supuesto club formado por artistas famosos que han muerto a los 27 años.
El padre fundador de este grupo fue Robert Johnson, destacado guitarrista y cantante de blues que falleció en 1938, supuestamente asesinado por un marido celoso de su amante, que echó veneno en su vaso de whisky. Con los años se le fueron sumando artistas como Janis Joplin, Kurt Cobain, Jimi Hendrix y su última “incorporación”, Amy Winehouse. El denominador común: todos fueron artistas de inconmensurable talento que fallecieron en trágicas circunstancias a los 27 años, en medio del éxito, la fama y el reconocimiento.
Sin embargo, el Club de los 27 es pequeño (estadísticamente insignificante, de hecho) si se le compara con el Club de los 56, que es la edad a la que, estadísticamente hablando, más músicos mueren.
La psicóloga, musicóloga, docente e investigadora de la universidad de Sydney, Dianna Theadora Kenny, se ha dedicado durante años a estudiar estadísticamente la mortalidad de los artistas de música pop (aclaración: pop entendido como música popular, no solo el género musical de Katy Perry, sino también otros). Sus estudios han revelado importantes conclusiones relacionadas a las condiciones de vida a las que los músicos se ven expuestos, y sobre todo a las preocupantes tasas de mortalidad que rodean a su actividad.
Para realizar sus estudios, Kenny analizó las edades y causas de muerte de más de diez mil artistas, fallecidos entre 1950 y 2010, y con un rango de géneros musicales que, dentro de la música popular, incluyó a artistas de pop (ahora sí el de Katy Perry), rock, blues, jazz, hip hop, rap, soul, folk, world music, electrónica y metal, entre otros.
Los análisis de Kenny revelaron que la esperanza de vida y el tipo de muerte tienden a variar según el género musical que interpreta el artista.
Así, el blues y el jazz revelaron ser los géneros musicales con mayor expectativa de vida, manteniéndose por lo general bastante cerca del promedio de la población general (que para estos efectos sirve como punto de comparación). En concordancia con esto, las causas de muerte en estos géneros tienden a ser por enfermedades que son comunes después de los cincuenta años de edad, como el cáncer y los problemas al corazón.
Otros géneros como el punk y el metal, tienen altas tasas de muerte por suicidio, mientras que las muertes accidentales son mayores dentro del rock y los decesos por homicidio tienen mayor presencia en el mundo del hip hop y el rap, donde las pandillas y la vulnerabilidad social forman parte del background del género. Sin embargo, por tratarse de géneros relativamente “nuevos”, en este caso existe el sesgo estadístico de que sus artistas son más jóvenes, por lo que las muertes de raperos y hiphoperos por causas naturales son menos frecuentes.
Y resulta interesante observar cómo la tasa de suicidios es extremadamente baja en el gospel, probablemente por tratarse de un género de música cristiana, que juzga y condena duramente el suicidio. En este caso, la doctrina religiosa y su fuerte base moral sirven como factor de protección para reducir la mortalidad de sus artistas.
Las conclusiones de este estudio no presentan indicadores de correlación o causalidad, por lo que sería irresponsable aventurar con certeza una relación de causa y efecto entre el género musical y la causa de muerte (por favor señora, no se ponga nerviosa, su hijo no se va a suicidar por escuchar Iron Maiden. Ahora devuélvale los posters antes de que se siga enojando), pero sí es posible extraer unas cuantas verdades a partir de la simple observación de los datos.
Tabla comparativa de causas de muerte según género musical. Extraída desde el artículo "Music to die for: how genre affects popular musicians' life expectancy" de Dianna Theadora Kenny para el diario TheConversation.com |
Es interesante observar cómo los distintos géneros de música se pueden asociar a estilos de vida más o menos riesgosa ( salvando que no tengan relación directa, por supuesto). Pero además de eso, es bastante importante considerar otro aspecto del estudio, menos positivo, que invita a cuestionarse cuál es la razón detrás de esta tasa de mortalidad.
En primer lugar, es sorprendente el hecho de que la expectativa de vida es, en promedio, 25 años inferior a la expectativa de vida de la población en general. Sumado a ello, que las causas de muerte accidentales (incluidas las sobredosis) y los suicidios sean tan altas, habla de que algo no anda bien, y el hecho de que esta tendencia sea tan generalizada y sostenida nos dice que el problema va más allá de los individuos: algo está pasando a nivel estructural.
En palabras de la autora: “los resultados de este estudio son perturbadores. A lo largo de las siete décadas estudiadas, la expectativa de vida de los músicos populares llega a ser 25 años más corta que la población comparable de Estados Unidos. La tasa de muertes accidentales fue entre cinco a diez veces mayor; la tasa de suicidios lo fue entre dos y siete veces, y la tasa de homicidios llega a ser ocho veces mayor que la de la población estadounidense.“
Gráficos comparativos de porcentajes de muerte por accidente, suicidio y homicidio, comparando a la población general de EE.UU. con los artistas pop. Gráfico elaborado por Dianna Theadora Kenny para su artículo Stairway to hell: life and death in the pop music industry. |
Está comprobado que en el mundo de las artes, prevalecen mucho más enfermedades como la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, pues el padecimiento de estos trastornos está estrechamente asociado a habilidades como la creatividad y la sensibilidad artística. Esto explicaría parcialmente la tendencia al suicidio, pues en muchas ocasiones quienes padecen estas enfermedades se niegan a recibir tratamientos que puedan comprometer sus capacidades creativas, por lo que la enfermedad fluye libre de cualquier tipo de contención. Muertes como la de Kurt Cobain, Sean Costello y Ian Curtis obedecen a esta variable, y nos hablan de una tendencia más que recurrente en el mundo de la música.
Sin embargo, existe también un factor decisivo en la mortalidad de los artistas pop (música popular), y tiene relación con el ambiente en que se desenvuelven. Los altos niveles de estrés, la volatilidad económica y la presión de una industria musical despiadada gatillan lo que se conoce como occupational hazards (“riesgos ocupacionales”), que desencadenan una serie de consecuencias a nivel psicológico y social.
Al respecto, Kenny menciona en su artículo Music to die for: how genre affects popular musicians' life expectancy: “estas figuras representan una combinación de factores inherentes a la industria de la música popular (como la presencia generalizada de alcohol y otras sustancias adictivas, horarios irregulares, giras, altos niveles de estrés, ansiedad escénica) y la vulnerabilidad que muchos músicos jóvenes traen a su profesión desde experiencias adversas en la infancia. Agrégale a esto valores y filosofías subculturales de distintos géneros musicales con los que los músicos jóvenes se identifican, y tendrás un cuadro complejo y multifacético de la mortalidad en los músicos.”
A pesar del "sombrío" panorama que la autora presenta en sus publicaciones, se muestra optimista al momento de proponer soluciones a esta situación. En primer lugar, responsabiliza a la industria musical de no proveer de las contenciones necesarias para evitar que sus artistas sufran por la sobrecarga física, social y emocional que significa ser un artista pop. Por el contrario, muchas veces capitalizan con ella y la promueven, potenciando estereotipos que giran en torno a la tríada de “sexo, drogas y rock n’ roll”.
Que la industria musical (sellos, managers, productoras, empresas y organismos) comiencen a mostrar real preocupación por sus artistas es el primer paso. La explotación de los artistas que la gran industria lleva a cabo, acompañada en algunos casos de un total abandono, solo contribuye a agravar la salud física y mental de sus músicos.
“La industria musical necesita considerar estos resultados para descubrir formas de reconocer y ayudar a músicos jóvenes que se encuentren afligidos. Al menos, aquellos que viven gracias a estos jóvenes artistas, necesitan ser capaces de reconocer señales tempranas de angustia, crisis, depresión y tendencias suicidas, y poner algún sistema de apoyo que provea la asistencia y el cuidado necesarios.”
Si manejas algo de inglés y deseas aprender más del tema y/o de la autora, te sugerimos leer los artículos The 27 Club is a myth: 56 is the bum note for musicians, Stairway to hell: life and death in the pop music industry y Music to die for: how genre affects popular musicians' life expectancy.
¿Crees realmente que el ser músico pop puede influir directamente sobre la esperanza de vida?