La recopilación musical es uno de los métodos más usados para guardar testimonio cultural de las sociedades. Con miras a que las generaciones futuras no olviden la identidad de su nación, muchos alrededor del mundo se han dedicado a buscar y documentar el trabajo de artistas populares que no siempre registran sus obras en álbumes. La labor del recopilador es hacer que la obra exista una vez que el autor no esté para tocarla, para que perdure como registro histórico y cultural.
Dos de las más grandes recopiladoras de nuestra historia son Violeta Parra y Margot Loyola. Su trabajo de aprender canciones de folkloristas campesinos y luego registrarlas para la posteridad, fue y sigue siendo uno de los más relevantes para la reconstrucción de nuestra historia musical. Similar aporte es el del compositor chileno Carlos Isamitt, pionero en el rescate de la música mapuche en la música clásica, y tutor de Loyola en el desarrollo de metodologías de investigación.
En Estados Unidos, la dupla de John y Alan Lomax hizo fama mundial por sus trabajos de registro de música folklórica estadounidense durante los años ‘30. Sus fonografías hoy son parte de la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, y en ellas se encuentran los primeros registros de muchos de los cantantes de folklore más importantes de la historia del país. En un contexto de polarización y segregación racial, el trabajo de los Lomax fue fundamental para guardar testimonio de la música hecha por indígenas y afroamericanos, que por entonces se hacía principalmente en los campos y en las cárceles.
Daniel Lofredo Rota es un músico y productor ecuatoriano de 29 años. Su abuelo, Carlos Rota, fue el fundador y dueño del sello discográfico Caife, que existió durante los años ’50 y ‘60. Este sello tenía un fuerte compromiso con la cultura mestiza ecuatoriana, y reconocía el aporte musical de los indígenas al folklore local. Registró a algunos de los más importantes artistas de música popular ecuatoriana, en formas tradicionales como el sanjuanito, el pasillo y el yaraví. Estos géneros musicales, además de ser parte del cancionero nacional de Ecuador, componen también el centro de influencias para géneros musicales de otros países latinoamericanos, desde Nicaragua hasta Perú.
Carlos Rota era recordado por su personalidad excéntrica y curiosos intereses. Tras su muerte en el año 2014, su familia comenzó a desocupar su departamento, y en él encontraron veinte máquinas de escribir, una biblioteca dedicada al tema de las conspiraciones, tres toneladas y media de periódicos, raciones de comida del ejército estadounidense y una vieja maleta.
Esa maleta contenía 300 cintas de música original en su interior, perfectamente preservadas: los masters de la música que el sello jamás publicó.
Su nieto Daniel Lofredo Rota restauró una vieja máquina Ampex ATR-700, rescatada de un taller de reparación, y comenzó a tratar de identificar a los autores y las canciones de las 80 cintas que no estaban etiquetadas. El proceso de identificación de estas cintas no nada es fácil, pues no hay tecnología que sirva de ayuda para esta música. No hay Shazam, SoundHound, ni nada más que la búsqueda artesanal, canción por canción.
Para su búsqueda, Rota ha recibido ayuda de artistas populares y aficionados a la música, que le han colaborado en la identificación de los artistas que aparecen de estas cintas. Un día, contó en una entrevista, escuchó a una artista callejera cantando una canción que no había logrado identificar hasta entonces. La artista era Laura Muenala, una acordeonista de 71 años, conocedora de un vasto repertorio de música popular ecuatoriana. Desde entonces ha sido una de las aliadas de Rota en la identificación de esta música.
Reproductora de cinta Ampex ATR-700, mismo modelo utilizado por Daniel Lofredo Rota. Fuente: http://museumofmagneticsoundrecording.org/ |
La urgencia de registrar estas grabaciones es que los músicos que participaron en ellas hoy tienen entre 70 y 80 años, y está la latente posibilidad de que fallezcan antes de poder obtener información de su música. Con la cantante Olga Gutiérrez, por ejemplo, Rota tuvo la suerte de poder identificar su música en una de las cintas apenas una semana antes de su muerte. Pero no siempre es tan afortunado.
El objetivo de Daniel Lofredo Rota es digitalizar esta música y poder crear un archivo en línea al que todos puedan acceder. La intención es salvarlas de terminar olvidadas o quemadas, y entregarlas para el cúmulo de registros que permiten comprender su contexto histórico.
"Lo más probable es que yo termine siendo uno de estos músicos perdidos de los que nadie se acuerda. Y si es que no existen músicos o gente dispuesta a rescatar el pasado y participar en esta conversación entre el presente, el pasado y el futuro, entonces lo más probable es que todo se pierda, y la gente del futuro va a vivir pensando que son originales, cuando la verdad es que las ideas que se inventaron fueron enterradas por el tiempo”, cuenta Daniel en su documental.
El trabajo de Daniel Lofredo Rota ha sido autogestionado y casi carente de recursos. La delicada situación económica que está viviendo Ecuador ha obligado a apretar el cinturón en materias de cultura e investigación, de modo que su trabajo hoy se vale de su propia voluntad por preservar un legado histórico.
Si quieres seguir de cerca su trabajo, no dejes de visitar el proyecto Memoria Análoga. En él se documenta el proceso llevado a cabo por Rota, y se espera que el próximo año publiquen un documental al respecto. También, si hablas inglés, puede interesarte la revista Sounds And Colours, que también hace un seguimiento por episodios al rescate de Rota.