“Me remuerde la conciencia”, “esta vez escucharé a la voz de mi conciencia”, “¡hay que tener conciencia!”, “yo tengo mi conciencia limpia”. ¿Qué es la conciencia? En nuestra cultura existen tantas frases cliché al respecto que su significado real se diluye en un algo que emana de la mente, del alma o del espíritu humano; aquello que nos hace ser “animales racionales”, y no simples seres indiferentes de su entorno y de su particularidad en el mundo.
Como siempre, en El Definido nos interesa ir al fondo de las cosas. Y, aunque se trata de un tema peliagudo y espinoso, nos meteremos entre las ramas (y quizás salgamos un poco magullados). Para eso, recurriremos a la ciencia, ¿qué dicen los científicos actuales sobre la conciencia? ¿Existe de verdad un lugar del cerebro humano que la aloja?
Antes que nada, tenemos que partir por esto. A pesar de que la neurociencia moderna ya tiene alrededor de un siglo, los científicos continúan preguntándose por la conciencia humana. Los humanos somos parte del reino animal pero, aceptémoslo, ¿qué otra criatura ha generado sistemas filosóficos o se ha preguntado “para dónde vamos y de dónde venimos”? Pues sólo el (atormentado) ser humano. ¿Qué nos hace hacernos esta serie de preguntas?
Muchos han dicho que “la conciencia humana”, pero ésta tiene varias definiciones y no hay mucho acuerdo al respecto.
René Descartes, famoso filósofo francés, decía que la conciencia era ese darse cuenta de que somos un ser que piensa: “pienso, luego existo”, fue la frase que lo hizo célebre. Años después, Sigmund Freud creó el psicoanálisis y postuló que la conciencia era “la punta del iceberg” de algo mucho mayor, en donde el inconsciente ocupaba un gran espacio. El psicólogo creía que la conciencia era esa escasa porción de la mente que cada uno conocía sobre sí mismo, frente a un mar oscuro e incógnito que era el inconsciente.
Luego llegó la ciencia moderna, la que postula que la conciencia no es más que una serie de reacciones químicas que suceden en el cerebro o, concretamente, “secretadas” por éste. Te mueres y los gusanos te comen, punto final, no somos más que eso.
Y también están los más apegados a la idea espiritual o religiosa de la conciencia, quienes postulan que la conciencia es “el aliento de vida” que un dios sopló al hombre. Aunque cada religión tiene sus propias ideas al respecto, se trata del concepto de alma, una suerte de hálito divino que nos hace ser seres consientes de nosotros mismos.
Aquí es donde el tema se pone espinoso, así que prepárense a conocer la verdad entre las verdades: de acuerdo a varios estudios científicos, la conciencia tiene ubicación específica en el cerebro humano. El problema es que cada uno de los tres estudios que consultamos, la ubicó en zonas distintas. ¿Extraño?
Sí, un poco. El tema es que los científicos que desarrollaron estas investigaciones tenían definiciones distintas del concepto de conciencia y, por lo tanto, buscaron cosas diferentes. Es bastante lógico que al buscar cosas diversas se encuentren tesoros distintos, pero no menos valiosos.
Cuando Pinocho fue convertido en humano, necesitaba de algo especial que lo distinguiera del resto de las marionetas: una voz de la conciencia, que le indicase aquello que era bueno o malo. Ese “no te comas el chocolate, te saldrá un tercer Michelin en el bajo vientre”, ése fue Pepe Grillo, el simpático insecto de Disney.
Éste es el concepto de conciencia que tuvieron los científicos de la Universidad de Oxford en 2014, quienes quisieron darle, a través de un estudio, una localización específica en el cerebro. Realizaron escáneres TRM (Tomografía por Resonancia Magnética) a seres humanos y a monos, para saber en qué se distinguía su anatomía cerebral y su funcionamiento. Encontraron entonces un área del cerebro humano que no tenía parangón en los monos: la corteza prefrontal lateral. Allí se alojaba, según ellos, la voz de la conciencia, sentada en su silla cómodamente, soplándote al oído lo que es correcto o incorrecto.
“Hemos establecido un área en el lóbulo frontal humano, un área del cerebro que se sabe que está íntimamente involucrada en la organización y en los procesos de toma de decisiones”, señaló Franz- Xaver Neubert, director del estudio.
What??? La cosa va así: este año, científicos de la Escuela de Harvard también se propusieron encontrar la localización de la conciencia en el cerebro, pero su concepto de ella era otro. Ellos consideraban que ésta era la capacidad de reconocer la realidad que nos rodea. Específicamente, lo que nos lleva a no caer en estado de coma: “yo soy María Jesús, éste es mi escritorio en El Definido, ése de al frente es el cerro San Cristóbal y mi compañero de al lado es Rudolf, que está cantando La Cucaracha (no es broma)”. Algo así, darme cuenta de mi entorno y comprenderlo.
Por lo tanto, aquellos pacientes que se encontraban en estado de coma, tendrían la zona en donde se ubica la conciencia en el cerebro, dañada, un razonamiento lógico. Otros descubrimientos habían encontrado la ubicación de la excitación en el tronco encefálico. Y esto es importante, porque la excitación es otro rasgo que nos ayuda a distinguir la realidad. Conclusión: la conciencia y la excitación debían estar cerca.
En un estudio (2016), investigadores de Harvard reclutaron a 36 pacientes con lesiones en el tronco encefálico, 12 de los cuales se encontraban en estado de coma. Diez de los pacientes que estaban en coma y uno que no lo estaba, tenían dañada una zona específica del tronco encefálico, el tegmentum pontor dorsolateral. Lindo nombre. Había algo que se les estaba escapando.
Utilizaron entonces un mapa de conexiones neuronales en un cerebro sano para localizar dos áreas que se conectaban al tegmentum pontor dorsolateral, quienes parecían ser directas responsables de la existencia de la conciencia. Lo habían encontrado.
Una vez más, los científicos miraban a la conciencia cara a cara mientras reconocía los rostros de sorpresa de los médicos, miraba sus mapas de conexiones neuronales y, por qué no, se reía un poco de ellos.
Encerradita en un claustro estaría la consciencia, la que podría “despertarse” o “dormirse” en la medida en que fuese estimulada eléctricamente, o eso es lo que plantearon en su estudio de 2014 algunos científicos de la Universidad George Washington. Ellos dicen haber descubierto el encendido y el apagado de la conciencia humana, alojada en el claustrumuna delgada zona en la profundidad del cerebro.
Lo que ellos señalaron, es que existen muchos casos de gente que se encuentra muerta cerebralmente, pero su cuerpo está vivo y sus órganos funcionan. Es en estos casos en que ellos creen que la conciencia se ha apagado, ese ser humano ya no está presente ahí, pues ya no puede ser consciente.
Estos científicos expusieron el caso de una mujer de 54 años con epilepsia, a quien le estimularon el claustrum eléctricamente, de manera artificial, para observar sus reacciones. Cuando recibía el impulso, la mujer perdía la consciencia súbitamente y se quedaba en blanco, estando viva y teniendo en funcionamiento el resto de su cuerpo. Cuando la estimulación terminaba, la señora salía de su letargo.
El claustrum resultó entonces ser un lugar fundamental en el cerebro, en donde se unían todos los sentidos, percepciones y operaciones mentales en un punto o experiencia cohesionada. Los científicos concluyeron que en esa zona residía la conciencia, la cual podía permanecer en vigilia durante años y años si es que no era alterada, hasta que algún catastrófico estímulo la llevara a sufrir un inesperado “patatús” y se perdiera para siempre.
Es difícil concluir algo coherente frente a estos estudios, pues como dice una de las frases más clichés, todo depende por dónde se mire. Según la noción que se tenga del significado de la conciencia, su presunta ubicación varía considerablemente. ¿Dónde está entonces? Tenemos algunas respuestas científicas, pero la pregunta sigue abierta y, aunque existe la certera posibilidad de que esté tendida en algún diván cerebral captándolo todo y rumiándote al oído que mejor que no llames a tu ex por teléfono, habrán muchos que seguirán viéndola como la dimensión más trascendente y espiritual del ser humano.