Una de las más grandes equivocaciones al momento de pensar en la Historia es creer que es única e inalterable. La Historia (con mayúscula), del mismo modo que la identidad cultural, es un proceso dinámico y en constante construcción. Lo que nosotros conocemos como la Historia es en realidad la sumatoria de muchas historias que han sido juntadas y reinterpretadas por las generaciones posteriores, de modo tal que, lo que nosotros leemos en los libros es un resumen depurado de una serie de interpretaciones de lo que realmente ocurrió. Es importante entender que la historia no es una construcción inmune a relaciones de poder, y que en gran medida responde a aspectos económicos, políticos, culturales y generacionales. Basta con leer a Sergio Villalobos y a Jorge Pinto para darnos cuenta de que la historia es múltiple e interpretable, y debemos aprender a vivir sabiendo que la historia que nosotros conocemos no será la misma que se le enseñe a nuestros hijos o nietos.
En resumen: nunca digas que “la Historia es una sola”, o morirá un gatito.
Adaptarse a nuevos formatos y hacerla más interesante, son dos de los desafíos más grandes a los que se enfrentan los historiadores al momento de transmitir su conocimiento a la sociedad. Es difícil motivar a la gente a aprender historia, pues para muchos estudiar el pasado es una práctica aburrida e inútil (ya vamos a Hamilton, lo que nos convoca, no desesperen).
Por eso, la creación de películas, series, obras de teatro, cómics, álbumes musicales y videojuegos de carácter histórico, si son hechos con rigurosidad, pueden servir enormemente a ayudar a la gente a conocer mejor su historia. Del mismo modo que mucha gente se empezó a interesar en la Teoría de Cuerdas gracias a Sheldon Cooper, y muchos niños empezaron a escuchar rock gracias al juego Guitar Hero, hoy muchos han comenzado a indagar en el pasado gracias a series como Vikings, videojuegos como Assassin’s Creed y cómics como 300.
En este ámbito, un género que ha ganado bastante fuerza y seguidores en todo el mundo es el del teatro musical histórico.
En nuestro país, el referente máximo en esta área es Húsar, la ópera rock creada por Ives Gullé que narra al son del heavy metal los enfrenamientos del ejército chileno contra los españoles en 1814, desde la perspectiva de Manuel Rodríguez.
“La puesta en escena resulta interesante incluso para los más pequeños, entonces uno ve que a través de este estilo de música, que a veces puede ser muy segmentado, tú puedes aprender una parte de lo que fue la dura batalla de Manuel Rodríguez. Desde el punto de vista cultural sin duda es un gran aporte, porque acerca a la gente a conocer sobre la historia de Chile”, nos cuenta la destacada bajista y cantante América Paz, encargada de darle voz a Casimiro Marcó del Pont en la obra.
La enseñanza de la historia en Estados Unidos, al igual que en el resto de América, está escrita en torno a la perspectiva del hombre blanco.
Consciente de esto, el músico y director teatral Lin-Manuel Miranda (36) había trabajado ya en torno al tema de la inmigración y las minorías raciales en su exitosa obra In The Heights (2005), en la que narraba las vivencias de un grupo de personajes del barrio Washington Heights de Manhattan, conocido por su amplia presencia de puertorriqueños y dominicanos. El éxito de esta obra la llevó a ser adaptada en diversos países de América y Asia, llegando a presentarse por primera vez en Sudamérica durante este año con una adaptación hecha en Perú, cuestionada por representar la historia de inmigrantes latinos con un elenco compuesto casi en su totalidad por actores blancos.
El éxito de Hamilton, sin embargo, no tiene precedentes.
Todo comenzó cuando en el año 2008 llegó a manos de Lin-Manuel García el libro biográfico de Alexander Hamilton, escrito por Ron Chernow. Hasta entonces, Hamilton era para la mayoría de los estadounidenses el tipo que aparece en el billete de diez dólares y nada más. A medida que siguió leyendo, sin embargo, fue descubriendo la difícil historia de vida del personaje: un huérfano nacido en el Caribe, víctima de enormes sufrimientos, al que un millonario le becó su educación gracias a un poema que escribió, y que terminó convirtiéndose en uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos y brazo derecho de George Washington en la constitución del país.
Su historia, a juicio de Miranda, narra todo eso de lo que el hip hop está hecho, y es un testimonio muy bien ilustrado del primer inmigrante que pudo lograr el sueño americano.
Miranda empezó a componer la música de la obra, y al año siguiente tuvo la oportunidad de presentarse en la Casa Blanca en el marco de una actividad de poesía, música y spoken word. Allí aprovechó de adelantar y poner a prueba lo que seis años después sería una de las 45 piezas que componen el repertorio de Hamilton. ¿El resultado? Obama y toda la Casa Blanca aplaudiendo de pie.
La obra destaca desde un principio por ser un musical de hip hop, cosa inusual en Broadway, y por su elenco compuesto casi en su totalidad por afroamericanos y latinos. La idea detrás de esto es mostrar al Estados Unidos del pasado a partir de cómo se ve su gente hoy en día.
Durante las tres horas que dura el show, ningún segmento del guión es hablado. La totalidad del guión está hecha para ser cantada (rapeada), de modo que quienes no puedan ver la obra pueden escuchar el disco y construir la obra en su cabeza, como un radioteatro.
Si bien la obra de Miranda tiene una serie de particularidades que la hacen “novedosa”, el elemento clave de su éxito es que la obra es, sencillamente, muy buena. Los reviews de la prensa especializada no solo destacan lo buena que es su música y lo potente que es su contenido, sino lo entretenida que es, y cómo sus casi tres horas de duración se pasan volando.
Desde su estreno en enero de 2015 en el Public Theater de Nueva York, la obra se ha convertido en un éxito total de ventas, al punto que las entradas se están vendiendo con más de ocho meses de anticipación, y sus precios de reventa se elevan por sobre los US$10.000 (aproximadamente 6,5 millones de pesos).
Para cuando la obra se estrenó en Broadway, a mediados de 2015, ya se había corrido la voz, y la expectación fue tal, que Hamilton vendió 30 millones de dólares solo en preventas.
Cartel de Hamilton en Broadway. |
En cuanto a premios, Hamilton ha sido galardonada con un sinnúmero de reconocimientos de diversos organismos, entre ellos, 12 premios Tony, un Grammy y un Pullitzer. Su director Lin-Manuel Miranda, por su parte, recibió en 2015 el Genius Grant de la Fundación McArthur, consistente en una beca de US$625.000 (más de 400 millones de pesos) que recibirá durante cinco años, como incentivo a que continúe su trabajo creativo.
Hamilton ya ha comenzado a ser utilizada en los salones de clases en Estados Unidos como una forma de motivar a los estudiantes a aprender historia de forma más entretenida. Uno de los compromisos originales de sus creadores era contribuir a la reivindicación de la historia y su estudio, y por eso se han preocupado de incentivar a que los estudiantes la vean, ofreciendo descuentos a escolares.
Si deseas conocer más de la obra, puedes escuchar su música aquí.