Imagen: César Mejías

El origen de la música fue… ¿una canción de cuna?

Durante años la ciencia ha buscado explicar el origen y la función de la música en la prehistoria. ¿Por qué nuestros ancestros comenzaron a cantar y a construir instrumentos? ¿Para qué lo hacían en un principio? Científicos de Harvard tienen una hipótesis que contarnos.

Por Martín Poblete @martin_poblete | 2017-03-03 | 16:00
Tags | música, maternidad, paternidad, crianza, evolución, prehistoria, cavernícolas, psicología evolutiva, origen

De las acciones humanas, una de las pocas que trasciende a todas las culturas y puede considerarse universal es la música. Existen casos aislados de gente a la que sencillamente no le gusta ningún tipo de música (pobre gente, la compadezco en su miseria) pero, en términos generales, a todos nos pasan cosas con la música: nos anima, nos relaja, nos emociona, empatiza con nuestros sentimientos, acompaña momentos importantes de nuestras vidas y nos ayuda a expresar sin palabras lo que nos ocurre.

La música está tan presente en nuestras vidas que su existencia nos viene casi por defecto. Pero, ¿te has preguntado de dónde surgió la música? ¿Qué fue lo que gatilló que, hace miles de años, nuestros lejanos antepasados comenzaran a cantar y tocar tambores?

Según algunos expertos en evolución (incluido el mismo Darwin), la música surgió como una herramienta de cortejo, enmarcada dentro de lo que se conoce como selección sexual. En otras palabras, el hacer música ayudaba a los cavernícolas a cortejar a la hembra y alcanzar la cópula.

Otra hipótesis que se baraja, es que la música surgió gracias a la evolución física del ser humano, especialmente gracias a la bipedestación: al bajar de los árboles y pararse en dos pies, el ser humano primitivo se hizo consciente de sus movimientos y del ruido que hacía al caminar. Este ruido, además de atraer depredadores, le impedía detectar sonidos de su entorno que podían ser críticos para su supervivencia (amenazas, presas de cacería, fuentes de agua, etc.). Por esto los primitivos grupos humanos se vieron obligados a sincronizar sus movimientos al desplazarse en grupo, con el fin de hacer la menor cantidad de ruido posible. Esta sincronización habría desarrollado sonidos predecibles, las primeras nociones de ritmo, que posteriormente habrían crecido en complejidad… Hasta llegar a Neil Peart, Carl Palmer y Terry Bozzio.

Es innegable la función social que la música logra: esa forma casi mágica en que hace que nos reunamos alrededor de ella. La música, que en contextos colectivos, puede facilitar estados de fervor religioso, de trances psicodélicos, de emocionalidad y de euforia, es la misma que según el investigador Joseph Jordania habría sido usada en un principio para espantar a los depredadores de la sabana africana. En sus palabras, la música habría surgido de “ruidos rítmicamente bien organizados, predecesores del canto coral, que fueron inicialmente establecidos como una medida de seguridad contra los grandes depredadores terrestres de la sabana africanaâ€.

Las canciones de cuna

Es difícil establecer a ciencia cierta cuál es la verdadera función evolutiva que llevó al nacimiento de la música en la prehistoria, es decir, cuál fue la verdadera "utilidad" en nuestra supervivencia como especie (si es que alguna vez la tuvo, pues algunos plantean que solo nació como una entretención). 

Por esto, la mayoría de los estudios al respecto reconocen que desde este punto, solo podemos establecer hipótesis, y lo más probable es que no haya una sola gran respuesta. La música, como un fenómeno complejo y de constante reconstrucción, probablemente se deba a una combinación de factores y no a una única explicación.

En su última publicación,Parent-offspring conflict and the evolution of infant-directed song, los científicos de la Universidad de Harvard Samuel Mehr y Max Krasnow, desarrollan la hipótesis de que la música nació como una técnica usada por las madres para calmar a sus crías.

La justificación inicial a esta hipótesis proviene de la universalidad de las canciones de cuna, que existen en prácticamente todas las culturas. La ubicuidad de esta práctica, explican sus autores, sería indicador de que la música juega un rol positivo en la relación padres-hijos.

Durante sus primeros años de vida, el llanto es el único mecanismo que los niños tienen para llamar la atención de sus padres. En esta situación, el canto es una de las mejores formas en que los padres pueden reafirmar a su hijo que su atención está con él: a diferencia de otros métodos, como cargar al niño o amamantarlo, cantar requiere total atención y concentración.

En otras palabras, cuando se le canta a un hijo lo que se le está diciendo es “tengo toda mi atención puesta en tiâ€. Cuando esto ocurre, la necesidad de seguridad (una de las más básicas del ser humano) se satisface, y el infante se calma.

La prueba más fehaciente de esta hipótesis, dicen los investigadores, está en la respuesta corporal que tanto niños como adultos (sin entrenamiento musical) tienen a la música. ¿Alguna vez has movido la patita al son de una canción? Bueno, esa es la explicación: la existencia de respuestas plausibles en niños y adultos, es indicadora de un efecto visceral de la música, que va más allá del ejercicio racional de apreciar su belleza.

Dicho en buen chileno: a todos nos pasan cositas adentro cuando escuchamos música, y es gracias a esas cositas que se explicaría su función evolutiva, y su origen como herramienta de crianza.

¿Y a ustedes, les hace sentido?