“A lo mejor no hubo hackeo. Pero siempre culpan a Rusia. Y la razón por la que culpan a Rusia es porque piensan que están tratando de relacionarme con Rusia. No sé nada sobre Rusia. Yo sé - sé de Rusia, pero no sé nada sobre el funcionamiento interno de Rusia. No tengo relaciones allí. No tengo negocios allí. No tengo préstamos de Rusia”.
- Donald Trump consultado sobre Wikileaks, durante el debate presidencial con Hillary Clinton del 9 de octubre.
Solo tuvieron que pasar 6 semanas en la nueva administración para que el fantasma de Rusia volviera a aparecerse con fuerza en los pasillos de la Casa Blanca. Recién comenzó el nuevo gobierno y ya un buen número de importantes miembros de su gabinete ha tenido que enfrentar un constante bombardeo de preguntas de los medios de comunicación acerca de los potenciales vínculos de la campaña presidencial de Trump con ciertas personalidades del gobierno de Rusia involucradas en el supuesto hackeo, por parte de Moscú, del Comité Nacional Demócrata (CND) y la campaña de Hillary Clinton.
En los últimos días ha crecido el flujo de nuevas revelaciones sobre las aparentes conversaciones entre asesores de Trump y el embajador ruso en EE.UU., Sergey Kislyak, quien sería, según fuentes de inteligencia, un espía de alto rango de Moscú y reclutador de otros.
Pero además de aquello, ¿qué más realmente sabemos del supuesto vínculo de Trump con el Kremlin? ¿Hasta dónde llega el supuesto "trabajo conjunto" para dañar a Hillary Clinton? ¿Qué falta aún por aclarar? En El Definido te lo explicamos de forma simple.
Después de meses de investigación, oficiales de inteligencia de EE.UU. concluyeron que el gobierno ruso buscó, de la misma manera que busca ahora en Europa, intervenir en las elecciones presidenciales estadounidenses del pasado noviembre mediante el hackeo y la difusión de miles de emails robados al Comité Nacional Demócrata (CND) y a la campaña de Clinton.
Evento que el mismísimo Trump, una vez en la presidencia,terminó aceptando como verdadero (aunque negando cualquier favoritismo y relación con Moscú) luego de meses de asegurar que todo era una artimaña de los demócratas para deslegitimizar su victoria en las urnas.
Dicha intervención, además de buscar beneficiar la campaña de Trump, habría tenido como objetivo debilitar y deslegitimizar el núcleo de las instituciones políticas del país, tales como el Partido Demócrata, y el sistema electoral estadounidense en sí mismo. Algo que se presume, podría favorecer a las necesidades de Rusia en un momento económico débil.
Pero, al parecer, este supuesto empujón a la candidatura presidencial de Trump no fue invisible ni "gratuito". Según se ha comentado a lo largo del 2016, múltiples fuentes provenientes de la comunidad de inteligencia (CIA, NSA), de investigaciones (FBI) y del Estado, han comenzado a asegurar que agentes rusos (muchos de ellos en la mira de Washington) mantuvieron un constante contacto con altos miembros del equipo de Trump.
Dos de ellos ya han sido descubiertos no siendo totalmente honestos sobre el tema, en ocasiones mintiendo o entregando información incompleta. Uno de los primeros en mostrar aquella inconsistencia fue el General en retiro Michael Flynn, quien tuvo que renunciar a su puesto de Asesor de Seguridad Nacional, al admitir que no le había revelado al Vice Presidente Mike Pence que en sus conversaciones de diciembre con el embajador ruso Sergey Kislyak (post victoria electoral) discutieron el tema de las sanciones a Rusia por su intervención en Ucrania y la posibilidad de que estas fuesen eliminadas. Omisión que le costó el puesto, forzándolo a renunciar a su cargo el pasado 13 de febrero. Esto, aunque no se haya relacionado directamente con el supuesto espionaje ruso.
Lío similar en el que se metió el Fiscal General Jeff Sessions, luego de que se revelara que no dijo toda la verdad en sus audiencias de confirmación, cuando aseguró que "No había tenido comunicaciones con los rusos", pese a que se había reunido dos veces durante la campaña presidencial con Kislyak. Este hecho lo llevó a tener que abstenerse de cualquier investigación de la Fiscalía sobre los contactos de Trump con Rusia.
Además de aquellos incómodos ejemplos, ha habido otros casos de comunicaciones entre el círculo cercano del Presidente y el Kremlin, los cuales solo han salido a la luz en los últimos días.
Tanto la revista New Yorker como el New York Times,reportaron a comienzos de marzo que Jared Kushner, yerno del Presidente y uno de sus principales asesores, se reunió el pasado diciembre con Kislyak en la famosa Torre Trump. Además, acorde con el USA Today, los asesores de Seguridad Nacional de la campaña, J.D. Gordon y Carter Page, se habrían reunido con el embajador ruso durante la convención republicana de Cleveland. A la fecha ninguna de las personas nombradas ha negado que dichas reuniones tuvieron lugar, y (aún) no les ha costado su puesto.
* Dato: en febrero, investigadores de CNN dijeron que habían corroborado algunos detalles de un documento compilado por un ex agente de inteligencia británico, a través de comunicaciones interceptadas. Este documento señalaba, entre otras cosas, que hubo un constante intercambio de información entre intermediarios del gobierno ruso y miembros del equipo de Trump. Aunque este tipo de acusaciones no han sido aún confirmadas, sí se logró demostrar la veracidad de otros contenidos del documento, como conversaciones entre altos funcionarios rusos y otros individuos rusos. Lo otro aún está pendiente.
Pese a todo lo que se ha revelado este último tiempo, aún no se ha podido establecer con claridad si es que Trump, como candidato en las primarias republicanas o en las elecciones generales, discutió sobre el hackeo a los demócratas y a Clinton con algún oficial ruso, y si es que lo hizo: ¿los apoyó con la idea? Pregunta aún hipotética, pues este ha negado todo tipo de contactos con Rusia, pese a que no ha disimulado su admiración a Vladimir Putin y su intención de tener mejores relaciones con este país.
También falta resolver qué evidencia concreta tiene la comunidad de inteligencia estadounidense (FBI y CIA) para demostrar efectivamente que, más allá de haber querido dañar a Clinton, los rusos trataron activamente de ayudar Trump. Pese a que esta ha sido una información públicamente revelada por miembros de este grupo, no han divulgado aún el hecho que los llevó a aquella conclusión.
Por ahora, la única prueba que apunta en aquella dirección es que, pese a que Moscú también hackeó los servidores del Partido Republicano, estos no divulgaron ningún tipo de información, demostrando un claro favoritismo.
Por otro lado, aún queda aclarar si es que el Presidente mismo tuvo conocimiento de alguna de las múltiples conversaciones entre sus cercanos y las diferentes autoridades rusas.
Y la que es probablemente la más importante de todas las interrogantes por revelar: ¿por qué los funcionarios de la administración siempre han buscado evitar responder los diferentes cuestionamientos sobre sus interacciones con los rusos, tildándolas de “noticias falsas”? ¿Tienen algo que ocultar? Si fuera así, ¿qué?
Muy poco de lo que actualmente se sabe sobre las relaciones entre los aliados del Presidente y las autoridades rusas ha sido voluntariamente transparentado por la administración. En la mayoría de los casos solamente han confirmado las revelaciones descubiertas por los medios de comunicación, sin dar mayores explicaciones, y en oportunidades incluso dando testimonios incompletos y/o contradictorios.
Sea cual sea la verdad, es clave tanto para los estadounidenses como para la comunidad internacional, que estos hechos se esclarezcan lo más pronto posible. Más allá del escándalo mediático, es necesario que exista más transparencia en la política, pues es la base mínima que necesitamos para tener democracias sanas y construir una sociedad basada en la confianza