Un 5% de la población mundial sufre de un grado discapacitante de pérdida de audición. Si bien existen casos congénitos, un alto porcentaje de la discapacidad auditiva es adquirida y puede ser prevenida. La contracción de infecciones, el consumo de medicamentos, los accidentes y la exposición al ruido son las causas más comunes de pérdida de audición adquirida.
Aunque escuchar cada vez menos o “peor”, es parte del proceso de envejecimiento por el que todos pasamos (presbiacusia), la exposición a altos decibeles durante períodos elevados de tiempo acelera este proceso. En la actualidad, con los dispositivos móviles, el uso masivo de audífonos y los altos niveles de ruido de las grandes ciudades, hay una alta población de riesgo.
De hecho, según la OMS, en el mundo hay 1.100 millones de jóvenes de entre 12 y 35 años en riesgo de perder su audición por exposición al ruido en contextos recreativos.
Científicos de la Universidad de Nottingham y la Universidad de Leicester lograron construir un modelo computacional del daño auditivo relacionado a la alta exposición al ruido, y concluyeron que el deterioro ocurre mayormente por desgaste de la vaina de mielina.
La vaina de mielina es una sustancia que recubre las células nerviosas y permite que las señales viajen a través del sistema nervioso con rapidez. Esta cubre la neurona a lo largo, pero su cobertura no es continua, sino a intervalos regulares, en pequeños segmentos descubiertos conocidos como nodos de Ranvier, donde la célula se encuentra desnuda.
Aquí es donde el ruido hace más daño: la exposición a altos niveles de ruido durante períodos prolongados de tiempo adelgaza a la vaina de mielina y ensancha los nodos de Ranvier, llevando a que la transmisión de la señal nerviosa sea más lenta y, por ende, menos eficiente.
Como decíamos, la pérdida de audición es tan natural como que la “caña” te dure más de un día, que ir a comprar a la feria te parezca un panorama, o que tu polera de The Ramones haya sido reemplazada por una camisa cuello piqué con un chalequito de lana en los hombros. Se llama envejecimiento.
Es inevitable y en muchos casos irreversible, pero se puede demorar este proceso, tomando pequeñas precauciones en el día a día. Presta atención a estos cinco consejos.
1. Bájale el volumen a la música
Bastante obvio, ¿no?
Por fortuna, hoy en día la mayoría de nuestros dispositivos electrónicos cuentan con alertas que avisan cuando estás a punto de sobrepasar el margen recomendable del 60% de su volumen máximo. Respeta este margen y modera el tiempo que dedicas a escuchar música con audífonos. Los expertos recomiendan no usar auriculares por más de una hora diaria, pero todos sabemos que nadie respetará eso. Solo te sugerimos que seas criterioso en el tiempo que pasas con los audífonos puestos, y que mantengas el volumen bajo el 60%.
2. Usa tapones en contextos ruidosos
Si trabajas en construcción o transporte, si eres aficionado de ir a bailar a la disco, o frecuentas ir a conciertos, de seguro conoces ese molesto pitido que queda en tus oídos al día siguiente. Ese zumbido se conoce como tinnitus o acúfenos. Si no te cuidas, puede hacerse crónico y volverse degenerativo. Varios músicos famosos, como Eric Clapton, Chris Martin y Phil Collins sufren de ella por su afición juvenil a tocar más fuerte de lo necesario.
Para evitar estos daños, la mejor solución es usar tapones de oídos. Pueden ser incómodos al principio, pero a medida que te acostumbres verás lo útiles que son y lo mucho que protegen.
Debido a que los tapones regulares de farmacia o ferretería no reducen el volumen de todas las frecuencias por igual, es habitual que escuches todo como “bajo el agua”. Esto se debe a que las frecuencias graves traspasan con mayor facilidad las barreras de sonido, recortando de forma desproporcionada los agudos y medios, que son los que dan “brillo” al sonido.
La buena noticia es que existen tapones especialmente diseñados para bajar el volumen de todas las frecuencias de forma mucho más pareja. Los tapones Hi-Fi de Hearos, por ejemplo, son una alternativa asequible para asistir a conciertos o ensayar con amigos sin dañarte y sin dejar de escuchar bien.
3. Escuchar más fuerte no significa escuchar mejor
Durante los últimos 30 años, una tendencia conocida como “guerra del volumen” ha hecho que artistas y productores se esfuercen por hacer que sus canciones suenen cada vez más fuerte, como una forma de competir en radios y medios de distribución. Esto, porque nuestro oído responde de forma favorable a la música con mayor presión sonora.
El problema es que los formatos digitales tienen muy definido su volumen máximo, por lo que, en vez de subir el volumen de forma pareja, lo que se hace al masterizar una canción es subir exageradamente el volumen en las partes bajas, y bajar drásticamente el volumen de las partes fuertes, dejando todo a máximo volumen. Esto resulta en canciones excesivamente comprimidas, sin el natural dinamismo de subir y bajar de intensidad, y en muchos casos con un sonido distorsionado o “reventado”.
Esta clase de prácticas en la producción musical, sumadas a las mejoras en la tecnología de audio, han esparcido la creencia de que mientras más fuerte suene, mientras más retumben los bajos, mejor se escucha. Pero... ¿Es así?
Nuestra salud auditiva no está de acuerdo.
Si te gusta escuchar mucha música, procura destinar un par de lucas a buenos equipos y parlantes de calidad decente. Marcas como JBL y Bose se han especializado en diseñar dispositivos portables, con buena calidad de sonido y a precios bastante democráticos. Siempre será más tentador el parlante bazooka chino de 10 lucas, pero recuerda que tratar un oído dañado te saldrá bastante más caro.
Prueba también distintas formas de ecualización de tu música favorita. Casi todos los dispositivos tienen presets que realzan o atenúan determinadas frecuencias para apreciar mejor las características puntuales de cada género musical. Quizás para tu playlist de orquestas de cámara no necesites de los bajos profundos del reggaetón. Para eso sirve la ecualización.
4. Procura un buen ambiente para escuchar
Pero, ¿cómo hago para mantener el volumen bajo cuando escucho música en el metro, o cuando tengo a los maestros construyendo un edificio a media cuadra?
La respuesta es simple: debes facilitarte un entorno favorable para escuchar música. Usa audífonos con aislación acústica, por ejemplo, para bloquear el ruido del entorno y reducirle la competencia a tu música. ¿Recomendación personal? La línea Citiscape de Philips.
Si eres de escuchar música por altavoces, es recomendable que te asegures de que tu espacio está bien aislado, que las ventanas están cerradas, y que la ubicación y la dirección de los parlantes sea adecuada para que recibas el sonido de buena manera.
Por último: si no puedes competir con el rapero del metro, mejor ponle pausa a la música y espera a que se baje. Se trata de disfrutar la música, no de hacer ruido blanco.
5. Cuida tu salud
Sí, el ruido no es lo único que te puede dejar sordo. Enfermedades como la meningitis, la sífilis o el sarampión, pueden provocar una pérdida permanente de la audición por su daño en el sistema nervioso.
Asimismo, traumatismos en la cabeza, daños provocados por introducción de objetos e infecciones causadas por falta de higiene pueden tener consecuencias nefastas para tus oídos.
Ante cualquier anomalía en tu audición, no esperes y asiste de inmediato al ornitorrinco otorrinolaringólogo. La prevención es importantísima, pero también lo es la detección temprana. Atajar el problema a tiempo puede salvarte de quedar con una discapacidad para el resto de tu vida.
Tus oídos son los que permiten que tu música favorita te haga feliz. Cuídalos y mantenlos sanos.