"Debes poner tu cabeza en la boca del león si quieres que el espectáculo sea un éxito", fue un pintoresco desafío al fracaso escrito por Winston Churchill en su libro London to Ladysmith vía Pretoria. Y de fracasar el "bulldog británico" sabía mucho.
Durante la Gran Guerra, fue el Primer Ministro de la Armada Británica Winston Churchill la mente detrás de la desastrosa campaña de Galípoli contra el Imperio Otomano. Una vergüenza internacional que se extendió durante 8 meses, dejó más de medio millón de muertos y significó su expulsión del gabinete de guerra. También fue la única victoria otomana en toda la guerra (imperio que, por cierto, era considerado un enfermo terminal en tiempo extra).
Aunque sus logros y éxitos son muchos, fueron "cagazos" previos como éste los que le sirvieron de escalera para convertirse en uno de los políticos más reconocidos de toda la historia. Y la dinámica no solo aplica a Lores británicos con cara de perro, sino a toda persona.
Aunque el culto al éxito todavía persevera, hemos visto varias buenas iniciativas que buscan rescatar al fracaso, su hermano feo. Fuckup Nights es uno de los ejemplos más evidentes, un evento donde el relato estelar gira en torno a una metida de pata y donde, sin embargo, el asistente aprende tanto o más que escuchando la historia de éxito cliché.
Desde Escandinavia nos llega otro canto al fracaso. Un museo con las vergüenzas que muchas compañías, a veces en una jugada por la innovación y a veces por motivos crípticos, han lanzado y posteriormente eliminado. Aunque algunas de estas empresas desearían eliminar todo rastro de sus "cagazos", este lugar los resguarda en salas bien iluminadas, acondicionadas y a ojos de todo el mundo.
Las piezas de "arte" que se admiran aquí son lo que el viento se llevó, el lado B, el underdog. "Me cansé de escuchar historias de éxito", nos dice Samuel West, curador y creador de Museum of Failure(Museo del Fracaso), cuando habla de los 8 años previos que dedicó a la investigación en el campo de la innovación. "Sabemos que entre el 80-90% de los proyectos de innovación fallan, pero escuchamos poco y nada sobre los fracasos. Las compañías los esconden. Quería encontrar una forma de darle al fracaso la atención que merece", agrega.
Encontrando particular inspiración en el Museo de las Relaciones Rotas, de Croacia, una especie de monumento al fracaso amoroso, una institución similar le pareció ideal para su proyecto. Es así como West decidió “bailar con la más fea de todas”, e inauguró el museo el 7 de junio pasado en la localidad sueca de Helsingborg. Actualmente alberga alrededor de 70 productos, muchos de reconocidas marcas internacionales, que nadie extraña. Algunos conocidos, como el Betamax de Sony, que estaba destinado a superar al VHS; o el Apple Newton, una proto-tablet demasiado adelantada para sus tiempos; y otros más WTF como un lápiz BIC "para mujeres" y una lasaña marca Colgate.
Cada objeto, en ocasiones representado por una miniatura, está acompañado de un breve texto y una estimación gráfica de diversos criterios: innovación, diseño, implementación y "Fail-o-Meter" (algo así como indicador de fracasos).
Les dejamos una selección de algunos de ellos:
DeLorean modelo DMC-12. Se lució en Regreso al Futuro, pero en el mercado real fue un desastre. Se vendía como un auto deportivo de lujo, pero era increíblemente lento y muy difícil de limpiar. "Una pesadilla con ruedas", dice su placa en el museo. Créditos: Fredrik Segerfalk
Betamax de Sony. Llegó primero y tenía mejor calidad que el formato VHS, pero sus limitaciones (una hora de reproducción por cinta) y malas decisiones de Sony (no permitió licenciar el formato a otras compañías) lo condenaron. Créditos: Sofie Lindberg
Tráquea sintética. Uno de los fracasos más grandes del museo, a juicio de West. Entre 2011 y 2013, una supuesta "revolucionaria" cirugía que combinaba células madres con una tráquea de plástico mató a 7 de los 8 pacientes que la recibieron. Su creador es acusado actualmente de homicidio involuntario, malas prácticas y falsificación de credenciales académicas. Créditos: Fredrik Segerfalk
Lasaña congelada Colgate. Se lanzó en los 80s y es un claro ejemplo de los peligros de la sobreextensión de marca. Colgate no quiso aportar en el museo, y West tuvo que contentarse con una reconstrucción de la caja original.
Navío de guerra Vasa. Fue construido por orden del rey de Suecia en 1626 como buque insignia y símbolo del poderío del Imperio sueco. Las prisas y el miedo de llevarle la contraria al rey, terminaron con el naufragio en su día inaugural, luego de recorrer apenas 1 kilómetro. Créditos: Fredrik Segerfalk
Colonia Harley Davidson. En los 90s la fiebre por el fabricante de motocicletas llegó demasiado lejos. Colonias e incluso refrigeradores para vino con el logo de la marca aparecieron en el mercado. Nadie realmente los apreció mucho (aunque dicen que el olor de la colonia no era nada malo). Créditos: Penguin Vision Photography
Apple Newton. La tablet de los 90s. Aunque era muy innovador, el Apple Newton se comercializó durante entre 1993 y 1998 con poco éxito, debido a su altísimo precio y reconocimiento de escritura poco efectivo. Créditos: Sofie Lindberg
Orbitz. Bebida canadiense que incluía pequeñas pelotitas comestibles. Su desafortunado parecido a una lámpara de lava portátil hizo que su debut y despedida fuese el mismo año, 1997. Créditos: Penguin Vision Photography
Rejuvenique (también la máscara de Jason Voorhees). Una máscara rejuvenecedora a base de "pequeños pulsos eléctricos". Debutó en infomerciales en 1999 y se puede conseguir hasta el día de hoy en Amazon... si eres valiente. Créditos: Fredrik Segerfalk
Juego de mesa TRUMP: The Game. Aprovechando el éxito televisivo del actual presidente de Estados Unidos, se lanzó este juego sobre compra y venta de bienes raíces. Según West, el juego era demasiado complicado y el manual era una pesadilla. Se vendieron menos de la mitad de las unidades producidas. Créditos: Fredrik Segerfalk
West señala que el interés mundial por el museo ha hecho que se acumulen un inesperado número de peticiones. Los requerimientos que actualmente piden para incluir productos son:
Pero no se trata de ver simplemente una larga lista de fracasos y reírse al respecto. Dentro de cada "cagazo" hay una lección distinta que los visitantes pueden aprender.
"Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera" es una frase del libro Ana Karenina que West cree que representa el gran atractivo del museo: mientras cada historia de éxito es más o menos igual, el fracaso tiene muchos, muchos matices.
Hay fracasos que pesan más en la política de la empresa que en el producto mismo (Betamax), otros que fueron quizá demasiado innovadores para su tiempo (Newton de Apple) y tampoco faltan aquellos donde el ego y la atención mediática tuvieron graves consecuencias (tráquea de plástico).
Algunas de estas compañías han hecho el vital ejercicio de observar y analizar sus errores, y han salido triunfantes. West menciona el caso de Sony: "introdujeron con éxito el Disco Compacto digital (CD) al asociarse estratégicamente con la industria de la música. La compañía compró un sello discográfico y ahora es un gigante tanto en entretenimiento como en electrónica". Tampoco podemos dejar mencionar la impresionante evolución de Apple, cuyo Newton le sirvió para pulir el sistema operativo que luego se convertiría en iOS.
Pero West lleva más allá la experiencia del fracaso, al ofrecer el museo como un espacio para la experimentación. Este mes, por ejemplo, se llevará a cabo un catering de cervezas experimentales fallidas de una fábrica local y también un concierto donde reconocido pianista tocará las piezas menos conocidas de compositores famosos.
También nos confiesa que le encantaría ofrecer un taller básico de saxofón. "Tengo un amigo que enseña a tocar música de jazz, ayudando a sus estudiantes a aceptar el fracaso y la experimentación. En sólo dos horas se puede aprender a tocar una melodía simple de jazz. Es impresionante. Vamos a tratar de ofrecer el taller este otoño".
West espera que estos ejercicios de observación y comprensión del fracaso, nos lleven a pensar en los propios, siguiendo las valiosas lecciones que hemos aprendido en el recorrido y la gran regla de oro que el museo promueve: innovar es fallar.