Tienes 15 años. Toca la campana y todos salen a recreo. Y aunque ni lo sospechas, en esos diez minutos se juega tu vida. ¿Te quedas solo/a mirando a los que juegan fútbol o a las que conversan en la escalera? ¿Eres el/la que tiene el mejor cuento del fin de semana y todos lo rodean? ¿O eres ese/esa que se va tranquilo con su BFF (“best friend forever” o “mejor amigo para siempre”) a una esquina a intentar arreglar el mundo?
Todo indica que el que tiene un mejor amigo entrañable, es el que tendrá un futuro más feliz. En El Definido averiguamos por qué y cuáles son los estudios que respaldan esta afirmación (matones y chicos populares que no profundizan relaciones, este artículo no les va a gustar).
Según un estudio publicado en la revista Child Development, tener un mejor amigo durante la adolescencia reduce las posibilidades de depresión en la adultez, te vuelve una persona más empática y con menos ansiedad social.
El estudio utilizó registros de 169 adolescentes diversos étnica y socioeconómicamente durante una década, abarcando desde sus 15 a sus 25 años. Se les preguntó quiénes eran sus amigos más cercanos y cuáles eran los más populares de su círculo, además de interrogarlos sobre sus niveles de ansiedad social, de aceptación social, autoestima o si presentaban síntomas de depresión.
En una segunda etapa, estos resultados fueron triangulados, es decir, se verificó si había coincidencia entre mejores amigos y si los que eran tildados de más populares, efectivamente sentían un alto grado de aceptación social. Así se distinguió un tipo de amistad que llamaron “de alta calidad”, algo así como un BFF: amigos muy cercanos, con grados altos de apego, apoyo e intercambios íntimos. Esos que a los 15 no eran necesariamente los más populares, pero tenían este tipo de relaciones, a los 25 eran menos depresivos y tenían una mayor autoestima. ¿Por qué?
Echa para atrás tu casete mental y vuelve al patio del colegio. ¿Te acuerdas de ese mejor amigo o amiga con que andabas para todos lados? Era tu partner para hacer los trabajos en pareja, tu compañero de veraneos, la mejor dupla para encontrar pinche en las fiestas y también tu “paño de lágrimas”. Probablemente fue la primera relación estrecha que tuviste fuera de tu papá, tu mamá, tus hermanos o primos. La primera persona que conquistaste (no en el sentido romántico) tú solito. ¡Fue un logro en tu vida! Y lo pasaron tan bien… no llores, quizás todavía guardas su teléfono.
Este mérito en la vida de muchos adolescentes forja sus personalidades a tal nivel, que es capaz de determinar sus futuros. Tal como dicen quienes estuvieron a cargo del estudio, la amistad es “como un músculo que se ejercita”; una habilidad que acompañará a esa persona por el resto de su vida, aunque el amigo que tenga a los 25, a los 40 o a los 80, no sea el mismo que el de los 15.
Que no se mal entienda, hay personas populares que forjan amistades de alta calidad. Es el caso, por ejemplo, de ése que gana el premio a mejor compañero todos los años. ¿Pero qué pasa con aquel que sólo tiene amistades superficiales que lo buscan porque es poderoso? O sea, porque tiene redes de influencia o porque “se verán bien” a su lado. Lamentablemente, a ése no le iría tan bien en la vida, y hay varias investigaciones que lo comprueban.
Un estudio realizado en Suecia concluyó que existe una relación entre el tipo de amistades que se generan en la niñez, y las circunstancias sociales y de salud en la adultez. A 14.294 adultos nacidos en Estocolmo en 1953, se les realizó una entrevista respecto a cómo habían sido sus infancias. La investigación concluyó que aquellos que habían tenido menos amistades estrechas, tenían más riesgo de ser adultos desempleados o de caer en la asistencia social debido a problemas mentales.
Otro meta-análisis publicado por la revista PLOS Medicine, revisó 148 estudios diferentes y concluyó que aquellas personas que tuvieron amistades más superficiales, muestran un mayor riesgo de morbilidad (caer enfermos) y mortalidad en su adultez. Los expertos conjugaron varios datos de los 308.849 participantes en total: su estado de salud general, su causa de mortalidad (en el caso de estar muertos), las condiciones preexistentes y la evaluación de sus relaciones sociales. Los resultados fueron tan concluyentes que, en general, quienes presentaban relaciones sociales fuertes, tenían una vida más larga. Y también más feliz y saludable, según demostró un estudio de 75 años realizado por la Universidad de Harvard.
Un último estudio muestra el “mal destino” del prototipo de chico popular que no profundiza amistades. La investigación comprendió a 184 adolescentes y rastreó comportamientos precoces de delincuencia menor o relaciones románticas, con el simple objetivo de ser más populares, tener éxito a corto plazo o sentirse más poderosos en su círculo. Estos adolescentes presentaron en su adultez “problemas significativos” en cuanto al consumo de alcohol, drogas y criminalidad.
Pero si hay un factor que vino a sacudir el concepto de “amistad adolescente”, fueron sin duda las redes sociales; hoy mantener amistades estrechas y cara a cara en el tiempo, se vuelve un desafío.
“En la medida en que la tecnología hace cada vez más fácil construir una red social de amigos superficiales, se vuelve una prioridad destinar tiempo y atención a cultivar estrechas conexiones con pocos individuos”, señala Joseph Allen, profesor de psicología de la Universidad de Virginia y co-autor de la primera investigación citada.
¿Nuestros niños tendrán entonces una adultez más riesgosa al no cultivar amistades profundas?
La respuesta parece estar en los padres. Tal como dice Sherry Turkle, profesora del programa de Ciencia, Tecnología y Sociedad en el MIT, la tecnología no es la que está perjudicando a los niños, sino sus padres, que pasan el día completo metidos en sus celulares. ¿Cómo pretenden que sus hijos controlen este impulso si no predican con el ejemplo?
La misma autora cita un ejemplo, cuando un adolescente de 15 años le contó que algún día quería criar hijos, pero no de la forma en que sus padres lo estaban haciendo: metidos en sus celulares durante las comidas, las salidas al parque y los eventos deportivos. Él quería ser un padre presente.
Este mal ejemplo por parte de los padres, acaba por generar niños a los que les cuesta iniciar una conversación, que se sentirán más solos y que les costará ser empáticos y simpáticos en la vida, aunque en apariencia sean muy populares y tengan más de mil amigos en Facebook. ¿Cuál es la solución entonces?
¡Predicar con el ejemplo! Dejar el celular en la pieza cuando la familia se sienta a la mesa, poner los cinco sentidos en quien se tiene enfrente y educar en la empatía (este artículo puede servir). Hay que insistirle a los niños y adolescentes sobre la importancia de cultivar amigos reales, esos que cuando se recuerdan a los 30 se comprime un poco el corazón, porque se siente nostalgia. Y entre más profunda haya sido (o aún sea) esa amistad, se tendrá una vida más larga, saludable y feliz.