Imagen: César Mejías

Estos objetos eran de lo más lujoso en su tiempo (y ahora podríamos encontrarlos en la calle)

Los tiempos cambian y lo que antes era cool ahora probablemente no lo es. O viceversa. Como sea, aquí te contaremos la historia de dichos objetos que pasaron de la gloria a lo común y corriente.

Por Rodolfo Westhoff @rwesthoff | 2017-10-06 | 14:56
Tags | lujo, objetos, pasado, normal, cotidiano, extravagante

La vida es una cuestión de perspectivas. Si no, vean no más a aquellas personas que encuentran que los piures son ricos. Y pese a que en gustos no hay nada escrito, es un hecho que a lo largo de nuestra historia hemos demostrado un inexplicable interés por objetos que después dejaron de ser tan codiciados.

En El Definido buscamos aquellos objetos que antes eran ultra deseados, lujosos y caros y que ahora podríamos perfectamente encontrarlos a la venta en la calle (a un precio bien módico).

¿Qué les pasó? ¿Cómo cayeron de la gloria máxima al simple estante de supermercado?

Piña

Dentro del montón de cosas que descubrieron los españoles y portugueses al poner un pie en América, quizás una de las que más les llamó la atención fue la piña. Este fruto que ahora se vuelve tan popular para el 18 en su versión de helado para preparar “terremotos”, fue en otra época un artefacto de lujo.

Y ojo, que no dijimos “artefacto” al azar. Era considerada un objeto tan preciado que terminó siendo utilizada principalmente como un producto decorativo. Tanto así, que hasta se podía encontrar en pinturas del siglo XVII, como en esta obra que muestra cómo una persona (probablemente el jardinero real) le entrega una piña como ofrenda al Rey Carlos II de Inglaterra.

Lo que podría ser un anillo de compromiso con un fino diamante, es en realidad el famoso fruto. Fuente: Royal Collection Trust

¿Y por qué era tan famosilla? Una de las principales razones tiene que ver con su escasez al estar fuera de zonas tropicales. Después de todo, este fruto necesita altas temperaturas y una gran cantidad de humedad para crecer, por lo que no podía cultivarse en Europa.

Así, muchas veces los cargamentos de piñas que llegaban al viejo continente lo hacían con un montón de productos machucados o derechamente podridos. Por suerte se les ocurrió crear invernaderos en donde pudieron simular las condiciones óptimas para su cultivo y así disfrutar de esta maravilla de los dioses. Lo que terminó haciendo que su precio cayera hasta el que conocemos por estos días (gracias).

Lápices de mina amarillos

Antes de 1889, la mayoría de los lápices de grafito o mina eran muy parecidos porque se solían dejar con el color natural de la madera. De hecho, solo se pintaban cuando estos venían con alguna imperfección que querían recubrir con la pintura. El problema es que al final todos los buenos lápices se veían prácticamente iguales, así que tampoco podían sacarle tanto provecho.

En ese entonces los lápices Hardtmuth (checos) eran de los mejorcitos, y para poder diferenciarse aprovecharon una exposición en París para dar a conocer su nuevo formato: los mismos lápices, pero en amarillo. Incluso se llevaron elogios de la mismísima Victoria, Reina de Inglaterra.

Fue el acabose. Todo el mundo se enamoró de estos lápices de gran calidad y que más encima eran únicos en su especie (solo por ser amarillos). Así, tener uno de estos ejemplares se transformó en un sinónimo de estatus y elegancia, hasta que… ¡la competencia empezó a sacar lápices cada vez más amarillos! Así fueron proliferando las imitaciones por todo el mundo, que son las que probablemente llegaron a tus manos algunas vez en la infancia.

Al final, estos lápices se volvieron poco menos que lo “común” y perdieron toda su gracia, pero marcó un hito histórico respecto a cómo hacer buen márketing.

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Tulipanes

Cuando se habla de los tulipanes generalmente terminamos pensando en Holanda… porque allá hay varios, ¿no? Pero la verdad es que el origen de estas flores está en Turquía, en donde eran consideradas una flor sagrada. Con toda esa “loca moda” del comercio de cosas lujosas y fantásticas de oriente, en el siglo XVI comenzaron a llegar a los Países Bajos los primeros ejemplares y se desató la euforia. Nació la tulipomanía, literalmente.

Debido a que el clima de esta región era óptimo para las plantaciones de tulipanes, el mercado comenzó a expandirse y cada vez fue adquiriendo más popularidad. Y como el color final de estas flores es “aleatorio” (no se sabe cuál será hasta que ya está creciendo) el interés por algunas tonalidades en particular hizo que se sentaran las bases para lo que vendría después.

El precio de los tulipanes se fue a las nubes tras ponerse de moda y todos querían tener uno. La gente empezó a meterse en el negocio del tulipán para ganar millones, sin saber lo que les sucedería.

Llegó la peste bubónica (o negra) y con ella se fue un tercio de la población de Europa. Eso significó menos mano de obra en este negocio y un alza en los precios. Los compradores se endeudaban y se hipotecaban para adquirir las flores y se llegó a una auténtica especulación financiera. Los tulipanes entraron a la bolsa de valores y el fenómeno trascendió a todas las clases sociales.

Los mismos comerciantes le pidieron al gobierno que regulara el comercio, porque era una locura. El tipo de tulipán "Semper Augustus”, el más caro en ese entonces, costaba tanto como una casa en el canal de Ámsterdam. Pero de pronto, en la primavera de 1637, la burbuja estalló y los precios cayeron de manera extrema de la noche a la mañana.

Pocos se habían retirado de la "tulipomanía” para haberse enriquecido con el fenómeno, y la mayoría de los comerciantes y especuladores quedaron empobrecidos. Por eso, es considerada una de las grandes crisis de la historia financiera. Así, la entonces flor más fina de todas llegó a ser una planta más, que hoy podríamos tener en un macetero…aunque muy bonita de todos modos. ¿Nos envidiarán aquellos pobres holandeses?

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Telas moradas

En la Edad Media las mujeres solían encargarse de teñir sus vestidos. Para esto utilizaban un montón de productos que podían ser partes de insectos, cáscaras de nueces, flores, cebollas, camomilla, cúrcuma, etc. Pero no todos estos elementos eran igual de fácil para conseguirlos.

De hecho, habían unos que eran muy, muy escasos, como la caesalpinia o “madera brezel”: un árbol común en la India de donde sacaban extractos para teñir las prendas de morado. ¿Qué significó eso? Básicamente, que tener ropa de ese color era un lujo.


Fuente: Pinterest

Es por eso que ya más adelante en la Era Victoriana entre el siglo se estableció que las tonalidades púrpuras podían ser usadas exclusivamente por aquellas personas que fueran miembros de la realeza. Era algo que estaba estrictamente regulado y que de alguna manera forjó cómo la sociedad inglesa se comportó durante casi un siglo en materia de vestimenta.

Claro que esto no podía durar para siempre y a mediados del siglo XIX llegó al mundo lo que sería el democratizador de la ropa morada. Un tinte sintético que le quitó toda la gracia a usar prendas con estas tonalidades.

¿Qué otro objeto agregarías a la lista?