Aunque no nos guste, los tacos son parte del paisaje urbano, sobre todo en las horas punta. Esta situación afecta desde hace décadas a ciudades de todo el mundo, por lo que las urbes que decidieron enfrentarla lo hicieron con medidas que en el papel se veían muy bien, pero en la práctica, agravaron el problema.
A las ciudades que les ocurrió esto, como Houston y Los Ángeles, en Estados Unidos, fue porque optaron por construir autopistas y ampliar la cantidad de pistas para los automóviles, algo así como hacerle un hoyo más al cinturón, pero no bajar de peso.
En cambio, hubo otras que decidieron peatonalizar calles, construir ciclovías y ampliar la cobertura del transporte público. En otras palabras, pasaron de un paradigma centrado en el automóvil a otro enfocado en las personas y ahí estuvo la clave.
¿Esto qué significa y qué ciudades lo implementaron con éxito? Revisemos la experiencia internacional.
Nueva York es un buen ejemplo, porque si bien está en uno de los países que tiene las mayores tasas de motorización en el mundo, con 1,3 habitantes por automóvil, dio un giro rotundo que permitió devolverle las calles a los peatones.
El cambio más notorio ocurrió en 2009 cuando cerca de 4 km de Times Square se convirtieron en una zona peatonal, siendo que antes era reconocido como un sector dominado por los autos. El cambio no fue fácil ni rápido, pero a diferencia de lo que muchos podrían pensar, solo requirió voluntad y una buena idea inicial. De hecho, Janette Sadik-Khan, quien en ese entonces era la Comisionada de Transportes de Nueva York, así lo cuenta en su libro, Street Fight: manual para una revolución urbana.
La primera intervención fue la que marcó la pauta de lo que se vendría después. Usando sillas de playa y pintura que tenían en las bodegas municipales, crearon un espacio público. Solo con eso. El resto de lo que pasó ese día, es historia: la gente caminó y se sentó en las sillas para conversar como si desde siempre hubiera sido una plaza.
Este cambio pronto se convirtió en el puntapié inicial que dio paso a medidas nunca antes vistas. Una de ellas fue el programa Summer Streets, algo así como la CicloRecreoVía en Chile, que en un principio solo se realizaría tres sábados al año para ver cómo funcionaba y que anualmente se repite en agosto.
Otra fue la construcción de 60 plazas, tremenda cifra, sobre todo para una ciudad que recién empezaba a dejar atrás su apodo como “la jungla de cemento”.
Con esto, la escala de las intervenciones fue cada vez mayor y de ahí se pasó a la construcción de 600 km de ciclovías, la creación de siete recorridos de buses complementarios al metro, llamado Select Bus Servive, y la puesta en marcha de CitiBike, el sistema de bicicletas públicas de la ciudad.
París es otro muy buen referente, sobre todo porque su estrategia para desincentivar el uso del auto ha fomentado medidas que abarcan tanto a los peatones, ciclistas, usuarios del transporte público y habitantes en general, porque están enfocadas en el espacio vial y el público.
Ejemplo de esto es la creación de las llamadas Zonas 30, es decir, aquellos sectores en donde los automovilistas deben transitar a no más de 30 km/h, y que cubren un tercio de la superficie de la ciudad; la construcción de ciclovías en la mayoría de las avenidas principales, y la liberación del pago del pasaje en los buses públicos cuando la contaminación atmosférica supera los límites, tal como ocurrió en 2014 y 2016.
Respecto al transporte público, las cifras hablan por sí solas y la capital francesa es la que tiene la mayor cobertura de transporte público debido a que 2,2 millones de habitantes puede acceder a más de un estación que está a menos de 5 km de distancia de una segunda, de acuerdo a un estudio realizado por el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP).
A estas medidas, hay que agregar la más importante: la construcción de un parque público a orillas del río Sena, con el objetivo de aumentar los espacios de encuentro y las áreas verdes. Si bien este parque se ha construido por etapas, los esfuerzos de la ciudad no paran y en mayo de este año se inauguró un nuevo tramo de 2,5 km, sumando así 10 km libres de autos.
En Chile, aunque queramos ver el vaso medio vacío, sería injusto, porque sí se han elaborado planes para devolverles el espacio urbano a las personas para que tengan la opción de caminar más seguros y tranquilos. En este sentido, tal vez el ejemplo de mayor renombre es el Plan Centro, elaborado por la Municipalidad de Santiago como parte de su Plan Integral de Movilidad para darle prioridad a los peatones, ciclistas y el transporte público.
El éxito de esta política, que comenzó a fines de 2015 y que en este corto tiempo logró ser reconocida con Sustainable Transport Award 2017 y con el Premio SOCHITRAN, demuestra lo eficiente de redistribuir el espacio vial existente, que es acotado, según las demandas de movilidad.
En regiones, esta situación no es ajena y poco a poco se asoman iniciativas que han sido bien recibidas por la comunidad. Una de ellas se inauguró en Concepción y corresponde a una “Nano Plaza”, que permitió habilitar un espacio público en un sector del centro que estaba bastante deteriorado.
Otra se realizó en Puerto Varas y si bien fue temporal, fue muy bien valorada, porque permitió que una calle en la que principalmente se estacionaban autos, se instalaran juegos infantiles y zonas de descanso, transformando un sector en desuso a una nueva zona peatonal.
Este tipo de acciones no solo pone sobre la mesa la importancia de repensar nuestras ciudades, sino que también demuestra concretamente que los cambios son posibles y que implementarlos es más sencillo de lo que se cree.