El 14 de febrero de 2015, es una fecha que marcó para siempre la historia de Dinamarca, considerado el país más feliz del mundo. En aquella fecha, Omar Abdel Hamid El Hussein, un joven danés de origen árabe, disparó contra las decenas de asistentes a un debate sobre la libertad de expresión y la blasfemia, que incluía un homenaje a la revista satírica francesa Charlie Hebdo, dejando dos muertos y tres heridos.
Poco más de 3 años después, el primer ministro danés -el liberal Lars Løkke Rasmussen- durante un discurso televisado al país, se propuso eliminar un grave problema que no ha podido solucionar: los “guetos”.
Pero, ¿qué tiene que ver el atentado con el plan? En El Definido te lo contamos.
Según las cifras oficiales, 319 mil inmigrantes y sus descendientes (excluyendo los solicitantes de refugio) de Asia, África y Latinoamérica, viven en Dinamarca.
El país nórdico lleva más de un cuarto de siglo buscando erradicar los barrios más marginados del país en donde, según los datos del gobierno, en la actualidad viven unas 54.467 personas, la gran mayoría inmigrantes de Medio Oriente y África. Es en uno de estos barrios, Mjolnerparken, al norte de Copenhague, vivía El Hussein.
Se trata de aquellos lugares abandonados por el Estado de Bienestar escandinavo, en donde el discurso del fundamentalismo islámico ha encontrado eco. Dinamarca es, de hecho, el segundo país europeo, después de Bélgica, que más combatientes ha enviado a las guerras yihadistas de Irak y Siria en relación con su población.
Es por lo mismo que el ejecutivo busca deshacerse de lo que el primer ministro ha calificado como "sociedad paralela", calificativo que utilizó en septiembre del año pasado para referirse a las áreas en donde más de la mitad de los vecinos son "no occidentales" o descienden de padres “no occidentales” (aunque hayan nacido en Dinamarca).
Para calificar dentro de la categoría de gueto, un 40% de la población en edad de trabajar -entre 18 y 64 años- debe estar desempleado desde hace al menos dos años. Y además, que al menos el 2,7% de su población, haya sido condenada por actos criminales, relacionados con las armas o el narcotráfico.
Estos lugares son considerados, de acuerdo a la legislación danesa “guetos”. Para este 2018, el ejecutivo se ha propuesto desperdigar por todo el país a las familias residentes en los 22 puntos identificados por el gobierno.
Høje Gladsaxe, un gueto a 10 km al noroeste de Copenhague. |
Pese a que los residentes de estos barrios representan solo el 1,2% de la población del país (Dinamarca cuenta con 5,7 millones de habitantes), el problema se arrastra hace varias décadas.
Y es que el tema no es un asunto nuevo en el debate público, pues desde 1994 que cada gobierno ha intentado su propio plan para acabar con estas zonas a través de seis diferentes ensayos legislativos. Sin embargo, ha sido el actual gobierno el que ha recibido más críticas por su manera de hacer frente a la inmigración (y es el Partido Popular Danés, tildado por algunos como xenófobo, el que actualmente ocupa la cartera de Inmigración).
En este tipo de barrios, donde un 80% de su población suele ser de origen extranjero -con niveles de delincuencia y desempleo muy superiores a la media- ha surgido un auténtico "nuevo proletariado étnico", término acuñado en 2013 por la ex ministra del Trabajo, Karen Hækkerup. Aquí florece una sociedad paralela, principalmente musulmana, que inquieta a la sociedad danesa, dada su relación con el fundamentalismo islámico.
Pero en la ciudad de Aarhus, la segunda ciudad más grande de Dinamarca, se está llevando adelante hace algunos meses un plan para prevenir el desvío hacia el extremismo de los jóvenes, reintegrando socialmente a individuos radicalizados. De esta manera, no se requeriría su relocalización, sino la simple colaboración vecinal.
En los últimos ocho años, los residentes de la ciudad han denunciado al menos 450 posibles casos de radicalización. Denuncias justificadas, pues de los 145 ciudadanos daneses que viajaron a Siria para unirse a algún grupo yihadista, 36 partieron de esta ciudad (cerca del 25%), y al menos dos decenas han acabado regresando a Aarhus.
La ciudad de Aarhus. |
El modelo funciona de esta manera: tras recibir una alerta de un voluntario, la policía y los servicios sociales del municipio recopilan información sobre un determinado caso. Si las autoridades consideran que puede tratarse de una posible radicalización, entonces se contactan con la persona y la invitan a la denominada Infohouse. Y si el posible radicalizado accede, se le asigna un mentor que intentará ampliar las perspectivas del individuo durante un año, para así poder canalizar su indignación, frustración y resentimiento hacia una vía no violenta. Cuando las autoridades consiguen que la persona abandone el fundamentalismo, se termina la intervención. Además, los retornados reciben tratamiento médico y psicológico, y ayuda para encontrar trabajo y conseguir vivienda.
La ciudad también ha aplicado el trabajo es las mezquitas locales. Muchas de estas han sido acusadas de radicalizar a los jovenes, como en el caso de la de Grimhøj, una mezquita salafista (perteneciente a un movimiento reformista islámico) donde se trabajó para detener el flujo de combatientes a países como Siria e Irak. Intervinieron, y alrededor de 20 jóvenes -de los que la mitad habían estado en tierras sirias- aceptaron entrevistarse con los responsables del programa en marzo de 2014. Tras las conversaciones, el tráfico de combatientes paró.
La clave del modelo es ayudar, no castigar, lo que construye confianza con las comunidades, a través de vecinos atentos, generando que la policía intervenga menos gracias a las labores de prevención.