Imagen: César Mejías

La fundación de contenedores de colores que está cambiando el rostro de La Pincoya

Luego de haber recorrido más de 16 países a lo largo de Latinoamérica en una micro escolar, una pareja francesa-brasileña se instaló hace cinco años en la población La Pincoya, donde crearon la Fundación Misericordia. Hoy ya se pueden ver sus frutos.

Por María José Valdés @mjvaldes | 2018-08-09 | 07:00
Tags | fundación misericordia, la pincoya, huechuraba, delincuencia, drogas
“Lo que están haciendo es unir a las familias, hacer que nos juntemos unos con otros, conocer las historias de las otras personas. Eso no pasaba antes”, nos dijo Karen, vecina de La Pincoya.

*Esta nota fue originalmente publicada en agosto de 2018. Hoy la destacamos para celebrar el Día Internacional de la Solidaridad Humana.

La Pincoya, ubicada en la comuna de Huechuraba en Santiago, es una de las poblaciones más emblemáticas de Santiago y también una de las más estigmatizadas. Las drogas, el alcohol y la delincuencia, son problemas a los que sus habitantes se ven enfrentados a diario.

Hoy, en medio de la población, se puede encontrar una construcción hecha en base a contenedores de todos los colores, donde viven más de 20 personas, principalmente franceses. Los “misioneros franceses”, les dicen, ya que todos los días visitan casas y realizan actividades de servicio social y religioso.

Esta colorida construcción es el centro de la Fundación Misericordia, una organización católica creada por Romain de Chateauvieux y Renaildes de Chateauvieux, una pareja laica de misioneros que hace cinco años decidió instalarse en el sector para misionar y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.


Centro de la Fundación Misericordia, en medio de la población La Pincoya, en la comuna de Huechuraba, Santiago/ Fundación Misericordia.

Conversamos con ellos, con gente de La Pincoya y con personas que trabajan, tanto voluntaria como profesionalmente, en el centro, para conocer más lo que hacen y los frutos que ha tenido en los años que llevan.

Una travesía de película

La historia de Romain y Rena, antes de llegar a Chile e instalarse en La Pincoya, es como la de una película.

Romain nació en Francia y a los 21 años se vino a Chile a hacer un intercambio universitario en la Universidad Católica, a la Escuela de Arquitectura. Durante el intercambio decidió viajar a Brasil, a una favela en Salvador de Bahía, para visitar a un amigo sacerdote. Ahí se convirtió a la religión católica, conoció a Rena (nacida en esa favela) y se casaron en ese mismo lugar.

Ya casados pusieron su matrimonio al servicio de Fidesco, una fundación católica francesa de solidaridad (similar a América Solidaria), que los envió a un gueto de inmigrantes a Atlanta, Estados Unidos, donde se quedaron dos años, hasta que se convirtieron en misioneros itinerantes y viajaron de país en país, según las necesidades de la Iglesia. Durante tres años y junto a sus cuatro hijos (tuvieron un quinto acá en Chile), recorrieron 16 países de Latinoamérica en un bus escolar que modificaron para convertirlo en una casa rodante.


Foto: Romain y Rena junto a sus hijos recorriendo Latinoamérica en su bus/ Alfa y Omega.

Finalmente se asentaron en las periferias de Santiago de Chile, en La Pincoya, donde están hasta ahora. ¿Por qué eligieron La Pincoya para instalarse, si llevaban moviéndose de un lado a otro por años?

Cómo es vivir en La Pincoya

La Pincoya es un “barrio de alta complejidad” dentro de Santiago. ¿Qué significa eso? Que tienen bandas organizadas de narcotráfico, con un alto poder de fuego, y malas condiciones de habitabilidad, además de hacinamiento y segregación urbana. Eso hace que esta y otras poblaciones sean definidas así por la Intendencia desde 2016. Los principales problemas que afectan a la comuna son el tráfico de drogas, la delincuencia y el consumo de drogas, según los resultados de la Encuesta Comunal realizada por la Subsecretaría de Prevención del Delito el 2016.

“No es lo mejor vivir acá, pero estoy acostumbrada”, nos dijo Karen, una mujer que vive hace 28 años en La Pincoya. “Porque hay mucha delincuencia, mucha drogadicción y mucho alcoholismo”.

Es por esta razón que se ha hecho un gran trabajo social en la zona (como el de la corporación de educación Formando Chile), para dar vuelta el estigma y mejorar la calidad de vida de sus habitantes en todos los aspectos posibles.

Es por esta razón también que los misioneros católicos Romain y Rena, decidieron instalarse hace cinco años ahí y hace dos construir el centro donde hoy realizan todas sus actividades.

El alcalde de la comuna de Huechuraba, Carlos Cuadrado, dijo, cuando se inauguró el centro el 2016, que la “misericordia implica la posibilidad de alguien de comprometerse y solidarizar con el dolor y sufrimiento de otra persona”.

Pero, ¿qué es lo que hacen?

Sus proyectos se dividen en dos grandes áreas: compasión y evangelización, nos contó Rena (sí, son conceptos ligados al lenguaje católico, pero que se traducen en acciones muy concretas y útiles a la comunidad). Por el lado de la compasión, el trabajo que realizan es bastante amplio, pero principalmente con niños, mamás, gente de la calle y drogadictos.

Centro Educativo: aprender y sentirse querido

Uno de ellos es el Centro Educativo, actualmente el proyecto más grande de la fundación, en el que reciben a los niños después de que salen del colegio en la tarde y les hacen refuerzo en algunas materias, además de talleres de violín, coro, danza y fútbol, entre otros.

“El objetivo también es acompañar al niño, pero sobre todo a su familia, de manera integral”, nos contó Rena. Porque el compromiso que le piden a las familias es total. Los niños tienen que asistir periódicamente a los refuerzos, no pueden faltar y sus papás tienen que ir a reuniones periódicamente, para que sepan cómo sus hijos van avanzando. Cada día son más de 50 niños los que participan y los cupos se llenan, nos contaron.

Según Karen, esto ha ayudado a las mamás que trabajan y no tienen tiempo para hacer las tareas con sus hijos. “También me han ayudado harto con mi hija más grande (que tiene 7 años), porque tenía problemas de lenguaje y aquí hay psicólogas, fonoaudiólogas y todo tipo de profesionales que pueden ayudarla”.

Gloria (o Charito como le dicen allá) es otra mujer con la que conversamos, vive en La Pincoya hace 45 años y cree que lo que hace la fundación ha cambiado la vida para la gente de ahí. “Hay niñas que ahora están en la universidad que son de familia pobre. No son de una extrema pobreza, porque, hablando sinceramente, la pobreza acá en la población es ´pobreza´, entre comillas; a la gente le cuesta salir adelante por la depresión, el alcohol y las drogas. Pero los hijos de esa misma gente están teniendo ahora la posibilidad de estar en la universidad, porque se encontraron con Romain y Rena, se encontraron con Misericordia. Eso les ha ayudado y ha cambiado sus vidas”.

Tomás Wiedman, por el otro lado, director ejecutivo de la fundación, cree que “más allá de que les vaya mejor en el colegio o que salgan tocando violín, es el momento que ellos tienen de sentirse queridos, acompañados y escuchados. Yo creo que ese es el fruto más lindo”.

Acompañar a las mamás en su proceso de ser mamás

Otro de los proyectos de “compasión” que nos contó Rena, es el de acompañar a las mamás de la población, ya sea las que ya tienen hijos o que están esperándolos. Hacen talleres de costura, donde las mamás confeccionan ropa para sus hijos (nacidos o por nacer), y charlas de acompañamiento realizadas por profesionales que vienen voluntariamente para guiarlas en lo que es la maternidad y la crianza. En ella participan varias mujeres de todas las nacionalidades, chilenas, haitianas y bolivianas. “Son cosas pequeñas, pero muy concretas, que las ayudan a vivir bien su papel de ser madre, esposa y mujer”, nos explicó Rena.

En este proyecto, la “Charito” junto a otras mujeres, enseñan a las vecinas a coser, a cortar ropa para las guaguas y a tejer. Gracias a esta guía, las madres y futuras madres aprenden nuevas habilidades y pueden empoderarse como mujeres seguras de sí mismas y capaces de hacerse cargo de lo que está por venir.

Paula, es otra mujer que también participa en este taller. Ella no es de La Pincoya, sino que de otra parte de Huechuraba, donde vive hace muchos años junto a su familia. Cuando llegaron Romain y Rena y escuchó lo que se hablaba de ellos, quiso ofrecer su ayuda. Hoy va todas las semanas para enseñar también a coser. “Nos gustó mucho lo que hacen, porque le tenemos mucho cariño a la comuna [...] Me encanta venir, encuentro que es una muy buena obra”, nos dijo.

Recibir a la gente de la calle

También una vez a la semana, los miércoles, abren las puertas del centro para acoger a los hombres y mujeres que viven en la calle, que tienen problemas de drogadicción o alcoholismo. Ahí les ofrecen café, comida y un lugar para escapar del frío. Hay algunos voluntarios también que cortan el pelo y afeitan a los que quieren.

Según nos dijo Rena, “les ofrecen un lugar donde puedan venir y encontrar una familia, una mirada diferente, de encontrar el amor que es capaz de cambiar un poco su vida”.

Apoyan también de manera puntual a las personas que quieran salir de las drogas, a dar los primeros pasos para entrar luego a un centro de rehabilitación. Para eso va una terapeuta que acompaña y aconseja a los que estén interesados. Después de eso, la fundación tiene una alianza con la municipalidad, para apoyarlos en el ingreso al proceso de rehabilitación. “Es un proceso largo y en el que hoy hemos tenido pocos resultados, que todavía tenemos que perfeccionar [...] El contexto de las drogas en la población es tan fuerte que es muy difícil para alguien salir de ahí si sigue viviendo acá”, nos contó Rena.

Otras actividades: Todos los sábados tienen tardes de actividades al aire libre, donde juegan fútbol, hacen manualidades con los niños, ponen música y hacen diferentes talleres. Ofrecen un lugar donde “los niños puedan ser niños”, nos dijo Rena. Además de eso, abren la biblioteca del centro a todo el que quiera entrar, incentivando que los niños tengan una mañana de lectura y de cuenta cuentos. También, al ser un proyecto católico, la fundación realiza muchas actividades religiosas. Todos los días, por ejemplo, los voluntarios recorren la población visitando las casas y conversando con la gente, realizan jornadas de oración y de retiros, además de catequesis para niños y adultos. Según la Charito, a la gente le encanta esto. “Les gusta que los misioneros visiten sus casas, porque los hace sentirse reconocidos”, dice. Así se ha ido logrando reunir a la gente, según ella.

De todas partes del mundo a La Pincoya

Las actividades que realizan en el centro funcionan gracias a los más de 20 jóvenes voluntarios que se vienen a instalar desde todas partes del mundo por un año a La Pincoya. La mayoría vienen desde Francia, donde nació Romain y donde la fundación es más conocida, pero también hay mexicanos, argentinos y españoles, entre otros. Chilenos también, y pueden sumarse los que quieran.

“Venimos por un año para aprender a amar, a estar con la gente y a escucharla”, nos dijo Ana, una de las voluntarias francesas, de 23 años, quien quiso vivir un año humanitario. Decidió venirse a Chile porque le gustó mucho la labor de la fundación. “Después esto se convierte en un tesoro para nuestras vidas, cuando volvemos a nuestro país”.

La población en particular, le encanta. “La gente es muy cariñosa. Es muy distinto lo que se sabe de La Pincoya que lo que es en verdad. Cuando decimos en el centro de Santiago o en un taxi que vamos a La Pincoya, le gente tiene miedo. A pesar de que hay maldad y se viven cosas duras, hay una población muy cariñosa y muy acogedora, que nunca nos ha cerrado las puertas”.

“Hay un cariño tremendo a la fundación, pero especialmente a Romain y Rena”, nos dijo Tomás, el director ejecutivo de la fundación. “Porque ha sido una entrega sin esperar nada a cambio, solo un intercambio de corazones, de cariño y de amor”. Hoy ya han trascendido y en los próximos meses abrirán un centro en Argentina y en Francia.

“Lo que están haciendo es unir a las familias, hacer que nos juntemos unos con otros, conocer las historias de las otras personas. Eso no pasaba antes”, nos dijo Karen, vecina de La Pincoya. Este es el verdadero sentido de la fundación, formar una comunidad que se proteja y que viva la vida en misericordia de unos por otros.

En esta charla REC puedes conocer mejor la historia de Romain y Rena.

¿Conocías el trabajo que hace esta fundación?