"Molly Sweeney: Ver y no ver": el primer montaje chileno diseñado especialmente para personas ciegas
Esta obra se estrenó en 1994 y tras 24 años de funciones por el mundo, Chile se convirtió en el primer país que la realizará con un montaje inclusivo en el centro cultural CorpArtes. La invitación es para que el público ciego, con baja visión y general, tenga una experiencia de teatro inédita.
Molly es una mujer ciega que tiene la oportunidad de recuperar la visión. Impulsada por su marido, acepta una cirugía riesgosa que resulta “exitosa”, pero así, entre comillas. El motivo tras esto es que recupera la visión, pero pierde toda la confianza y felicidad que antes sentía, iniciando un nuevo capítulo en su vida.
Esta es la trama central de “Molly Sweeney: Ver y no ver”, una obra escrita hace 24 años que ha recorrido decenas de países y que se presenta en Chile por primera vez. La espera valió la pena, porque su productora ejecutiva y protagonista, Alessandra Guerzoni, diseñó un montaje inclusivo que le permite al público general y a las personas ciegas o con baja visión, disfrutar de la obra. ¿Cómo es posible?
Conversamos con Alessandra para conocer todos los detalles y recursos usados en este montaje que estará en cartelera hasta el 21 de octubre y que es financiado por el Servicio Nacional de la Discapacidad (SENADIS), a través del Fondo Nacional Proyecto Inclusivo 2017, y por la Fundación CorpArtes.
Tras 24 años, Molly aterriza en Chile
“Molly Sweeney: Ver y no ver” es una obra de teatro escrita por el dramaturgo irlandés Brian Fiel(1929 - 2015). En 1994 fue estrenada en Dublín y dos años más tarde, debutó en Nueva York, obteniendo fama mundial y pasajes a diversos países, entre ellos China, España, India, Irán, Japón, México, Pakistán y Turquía.
El aterrizaje de esta obra en Chile ocurrió recién este mes, 24 años después de su estreno y otros 18 años desde que la actriz Alessandra Guerzoni la conoció de casualidad mientras estaba en su Italia natal. Era el año 2000.
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En la sala, el amor fue instantáneo y quedó tan enganchada, que investigó todo lo que pudo, tanto así que contactó al agente de Brian y viajó hasta el norte de Irlanda para conocer al autor.
Si al leer “Irlanda” imaginaste un castillo en la punta de un cerro, ¡no te equivocas! La actriz cuenta cariñosamente que “era un viejito adorable que vivía en un castillo y que aún se comunicaba por cartas”.
La obra de Brian está inspirada en un caso clínico real que fue registrado en el ensayo Ver y no ver, publicado en el libro Un antropólogo en Marte, escrito por el neurólogo británico, Oliver Sacks (1933 - 2015). En ese caso, el paciente era un hombre de 40 años que decide operarse, pero al igual que Molly, jamás vuelve a sentirse igual.
La adaptación chilena es dirigida por Omar Morán e interpretada por Diego Casanueva, Carlos Ugarte y Alessandra Guerzoni.
Molly a la chilena: un montaje inclusivo
“Esta obra tiene un personaje ciego y está inspirada en una historia real, pero es la primera vez que se monta con accesibilidad. La apuesta es que la obra sea profesional, de alto valor cultural para todo el mundo y accesible, para que a futuro, independiente de la temática, gatille una premisa de teatro accesible desde los propios artistas, productores y programadores de las salas”, cuenta Alessandra a El Definido.
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La accesibilidad que menciona la actriz es posible gracias a numerosos recursos que están en la sala y en los pasillos de CorpArtes. Lo mejor es que todos están pensados en las personas ciegas, con baja visión y el público general.
Por ejemplo, si un miembro del público tiene algún grado de discapacidad visual, puede usar la aplicación Lazarillo, diseñada para guiar a los usuarios a través de mensajes de audio por las calles y el transporte público, para que se desplacen con autonomía y seguridad.
Como ahora los accesos y espacios son descritos con audios por esta aplicación, CorpArtes se transformó en el primer centro cultural chileno en habilitarla para la obra Molly Sweeney y de forma permanente. Así, el público con discapacidad visual es guiado hasta su asiento por todo el lugar. Incluso, la colección permanente de CorpArtes es parte de Lazarillo, por lo que los usuarios pueden conocer una descripción de cada una de las obras.
“Como Fundación CorpArtes nos interesa desarrollar un centro cultural inclusivo en forma y fondo, en donde todas las personas puedan participar de actividades artísticas de calidad. Creemos que la cultura debe ser un derecho de todos, sin excepciones”, nos dice Francisca Florenzano, Directora Ejecutiva de Fundación CorpArtes.
Tocar, leer y escuchar
Otro recurso presente antes de entrar a la sala, es la instalación “Tocar y Reconocer”. Según cuenta Alessandra, “consiste en tres maniquíes que tienen los moldes de las caras de los actores para que reconozcan los rasgos y el vestuario, y así tengan una imagen mental de nosotros, que se suma a que después nos conocen a través de la voz”, en relación a cuando están en escena.
A estos se suman otros medios, como el tráiler de promoción accesible, un sitio web accesible (ver acá), programa disponible en castellano-braille, correspondiente al sistema de lectura para personas con baja visión, y código QR para que el público ciego obtenga un audiolibro que está disponible con el programa de la sala.
Una vez en la sala, el panorama es completamente nuevo para lo que estamos acostumbrados a ver en las tablas chilenas: todo lo que ocurre sobre el escenario es descrito en vivo por la locutora María Olga Matte y su relato llega directamente a los oídos de las personas ciegas y con baja visión. “María Olga describe la parte visual del montaje en forma interpretativa, transformándose en un cuarto personaje de la obra”, dice Alessandra.
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Además, cuentan con “un diseño sonoro realizado por un diseñador de sonidos del mundo del cine, lo que permite crear paisaje de ambientes y sonoro. O sea, a través del sonido, el público va a diferenciar en qué lugar estamos. Por eso, se realizó una escenografía muy limpia, sin obstáculos, porque el mundo de la comunidad de personas con discapacidad visual es muy amplio. Hay personas con baja visión que pueden alcanzar a ver algo, por eso no pusimos muchos obstáculos a la vista. También tenemos amplificación de zapatos, amplificación de voces, del piso del escenario, entre otros”, cuenta la productora.
Compañía de Teatro Luna
Sin embargo, por sobre todos los recursos anteriores, hay uno que Alessandra destaca con mucho cariño. Se trata de la Compañía de Teatro Luna, integrada por actores ciegos, quienes asesoraron al equipo en la producción del montaje y grabaron las voces en off.
“No podíamos montar una obra con una protagonista ciega sin conocer el mundo de los ciegos. Lo más importante fue escucharlos, conocerlos y compartir con ellos un día a la semana durante un semestre. Un día fuimos al homenaje de un colega músico y como equipo pudimos ver cómo asisten a eventos culturales. También pude darme cuenta de los prejuicios que tenía en la cabeza, ver cómo llegan a un lugar nuevo y cómo lo hacen para reconocerlo en solo cinco minutos. Después tienen un sentido de la orientación mucho mejor que el mío”, relata Alessandra sobre su experiencia.
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A partir de lo anterior, la productora considera que la obra es inclusiva, pero no accesible universalmente. ¿Por qué?
“Porque como tenemos oscuridad total, esto entra en directa contradicción con cualquier herramienta de accesibilidad para la comunidad de sordos, quienes necesitan luz para la lengua de señas. Por eso, para la próxima vez debemos lograr una accesibilidad más universal”, explica Alessandra.
“¿Cuándo nos hemos sentamos en una platea y nos ha tocado un espectador ciego al lado?”
Al revisar la cartelera cultural chilena, son pocos los montajes inclusivos. Alessandra lo tiene claro. “¿Cuándo nos hemos sentamos en una platea y nos ha tocado un espectador ciego al lado? Creo que la respuesta es nunca. Entonces, todo esto es para ofrecer una experiencia de comunión artística entre público general y espectadores ciegos. El hecho mismo de encontrarnos y conocernos, significa sensibilizarnos”, dice al respecto.
Es por eso que destaca la importancia de tener más montajes inclusivos para personas con capacidades diferentes. Así, el desafío está en cuestionar qué hace que un montaje sea “normal” y qué lo hace inclusivo, porque el estándar debería ser lo que hoy vemos como inclusivo. Por ahora, esa es la invitación que nos hace “Molly Sweeney: Ver y no ver”, que marca un precedente en las salas chilenas y aspira a convertirse en un referente para los eventos culturales del país.
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