Imagen: César Mejías

"¿Qué quieres ser cuando grande?" 6 tips para acompañar a tu hijo en su proyecto de vida

En la vida de todo adolescente, llega ese momento de trazar una hoja de ruta: ¿qué haré de aquí en adelante? El rol de los padres es esencial en esto. María Paz Badilla, de Fundación Ideas para la Infancia, nos cuenta por qué.

Por Maria Paz Badilla Budinich | 2018-10-31 | 12:00
Tags | consejos, padres, tips, adolescencia, sueños, proyectos, guía para padres, metas, aprendizaje
Quienes tenemos treinta y tantos, somos una generación que fue criada al alero de muchos mandatos sociales y con altas expectativas respecto a que lo que hiciéramos en la vida, definiría nuestro bienestar.

¿Qué quieres ser cuando seas grande?

Bombero/a, enfermero/a, policía, bailarina, doctor/a, cantante… Son algunas de las típicas respuestas que los niños nos dan ante una pregunta que los adultos, casi de forma inconsciente, les hacemos desde que son muy chicos…

Sin embargo, la idea de lo que vamos a ser o hacer en el futuro, se construye en el presente y tiene su base más importante en los modelos que tenemos en la vida y en las experiencias que nos nutren y ayudan a conocer nuestros talentos.

A sus cortos cinco años de edad, ya el mítico John Lennon daba cátedra en su colegio sobre la importancia de considerar en el proyecto de vida futuro ante todo la importancia de sentirse “feliz” con las elecciones que hacemos. "Cuando fui a la escuela, me preguntaron que quería ser de mayor. Yo respondí: `feliz´. Me dijeron que yo no entendía la pregunta, y yo les respondí que ellos no entendían la vida", contó.

El autoconocimiento es nuestra brújula

El proyecto de vida es una especie de mapa de ruta que nuestros hijos e hijas comienzan a dibujar en su adolescencia. Según cuáles sean sus intereses y habilidades, y en función de cuánto se conozcan a sí mismos, ese mapa tendrá un norte más o menos claro. Esta es la etapa en que empezamos a tratar de responder preguntas, que a simple vista pueden parecer muy simples, pero la verdad son todo un reto existencial:

¿Cómo quiero vivir mi vida? ¿Cuál es mi propósito? ¿Cuál es mi vocación?

Todos tuvimos que crecer y en este camino ir tomando decisiones. Pero probablemente no estuvimos solos y hubo algunas personas que nos acompañaron en este desafío. Así también les va pasando a nuestros hijos, ellos en la medida en que confían o no en nosotros, irán apoyándose para ir tomando estas decisiones que son propias del paso de la adolescencia a la adultez.

Ser el faro de este mapa de ruta

Acompañar, pero no de cualquier forma sino desde el respeto hacia la persona que nuestro hijo o hija es. Esto quiere decir que la primera premisa que debemos aceptar es que no son un fiel reflejo de cada uno de nosotros, sino por el contrario vinieron a la vida a hacer su propio camino y no a completar el nuestro.

Dicen por ahí que a los hijos les entregamos confianza para soñar y alas para emprender su propio vuelo, y aunque puede parecer algo cursi, es totalmente cierto.

Mientras más confianza en sus capacidades les demos, hay mayor probabilidad de que puedan confiar ellos también en sí mismos.

Por otra parte, los papás somos quienes desde que nuestros hijos son chicos, les vamos mostrando quienes son, ayudándoles a conocerse y desde nuestra valoración va alimentándose su autoestima. Esta y la conformación de su identidad, son claves a la hora de pensar en el proyecto de vida.

Si bien es muy difícil dar consejos o entregar los tan solicitados tips para criar que muchas veces piden las familias, en este caso nos vamos a aventurar a dibujar un norte para la construcción de este mapa de ruta, en donde cada uno de nosotros será el faro que vaya iluminando cada momento de este viaje.

¿Cuál es nuestro norte para apoyar a nuestros hijos en esta aventura?

1. Repensar las propias creencias

Quienes tenemos treinta y tantos, somos una generación que fue criada al alero de muchos mandatos sociales y con altas expectativas respecto a que lo que hiciéramos en la vida, definiría nuestro bienestar. Frases como: Tienes que estudiar para ser alguien en la vida, Tienes que elegir la carrera correcta, Debes encontrar tu vocación, Debes pensar bien qué hacer porque después tendrás hijos… Son mandatos de nuestras historias en donde se ponía el foco de nuestro ser en lo que debíamos hacer. Algunos lograron rebelarse contra esto, otros tuvieron que acatar.

2. Conversaciones cotidianas

Para hacer crecer una relación, la comunicación es fundamental. Las buenas conversaciones se recuerdan para siempre, y también el cómo nos sentimos cuando hemos tenido momentos de confianza y escucha desde otros. En este tema es crucial tener diálogos en torno a entender que cosas disfrutan nuestros hijos, ayudarles a descubrir qué les hace sentido y les provoca bienestar, y contarles también como se fue dibujando nuestro propio camino.

3. Conocer a nuestros hijos

El que nuestros hijos encuentren un norte, va a depender de cuánto se conozcan a sí mismos y en esto podemos ayudarlos. El primer ejercicio para esto es observarlos, mirarlos en su integralidad, sin enjuiciarlos o ver en menos sus capacidades.

Nosotros los vimos nacer, sabemos cómo se ha ido dando cada momento importante de su vida y recordamos sus juegos favoritos de la infancia. Los padres tenemos el privilegio de guardar en nuestra memoria la historia de nuestros hijos y es muy importante hacerles un reflejo de esta cada vez que podamos.

4. ¡Educar no es imponer, acompañar no es supervisar!

La educación tienen más que ver con orientar que con obligar. Para acompañar el proyecto de vida, no podemos andar todo el tiempo atrás de ellos diciéndoles cada cosa que tienen o no tienen que hacer, como si fuéramos una especie de policía que los supervisa con desconfianza, sino al contrario, es preciso entender que el acompañar parte desde el confiar y respetar al otro en sus decisiones.

No quiere decir que no podemos meter la cuchara, claro que sí y muchas veces es muy necesario hacerlo, pero el cómo lo hacemos es diferente cuando lo enfrentamos desde la imposición y el autoritarismo, a cuando lo encaramos desde una mirada comprensiva y apañadora de nuestros hijos.

5. Aceptar el error y el fracaso

Somos muy buenos para celebrar los logros, pero no tanto para hablar o abordar los momentos más complejos. Y para poder crecer, es necesario que nos equivoquemos y que tengamos el espacio para hacerlo. Nuestros hijos tienen que cometer errores y equivocarse, pero un te lo dije la mayoría de las veces no es la mejor forma de acompañarlos en esto.

El plan de vida necesita de nuestra reflexión y los momentos en donde nos caemos, son los más propicios para practicar esa conciencia que nos dirá como seguimos adelante y cómo evitamos nuevas caídas.

6. Ajustar expectativas

¿Qué vale más? ¿Ser, exitoso o ser feliz? En un mundo donde la competitividad prima y donde el foco está puesto en los resultados más que en los procesos, es fácil creer que una buena carrera, un buen sueldo o poder comprar algunas cosas nuevas, reemplazará la tan añorada felicidad que llamaremos para ser más realistas “bienestar”.

El bienestar se juega en otros ámbitos que distan del dinero, cuantos likes tenemos en redes sociales o si tenemos buenas o malas notas. Se evalúa en la capacidad de ir construyendo un “yo” coherente que se afirma en un balance entre lo que pienso, siento y hago, y en cómo esto nutre nuestras relaciones.

Antes que todo, hay que entender que la crianza nos ha transformado como personas y a veces hay que echar mano a nuestras propias experiencias para saber cuál es el camino para apoyar a nuestros hijos.

Vale la pena pensar: ¿Cómo nos acompañaron nuestros propios padres en nuestros proyectos de vida? ¿Qué nos gustaría continuar de ese legado y que quisiéramos cambiar para apoyar a estas nuevas generaciones?

¿Estuviste acompañado al trazar tu proyecto de vida en la adolescencia?