Imagen: César Mejías

Netflix y Spotify son los nuevos integrantes de la canasta básica, pero ¿qué rayos mide el IPC?

Si Spotify y Netflix son parte de tu rutina, no es casualidad, sino que reflejo de los nuevos hábitos de consumo en Chile. Por eso, desde este 8 de febrero los veremos en la renovada canasta del IPC.

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Esta y otras modificaciones responden a que los hábitos de consumo ya no son los mismos que en 2013, cuando se renovó por última vez. Ni hablar de 1928, año en que se creó este indicador y que ahora vive su décima modificación en sus 90 años de historia.

Antes era común pasar horas descargando canciones para escucharlas en el metro. También lo era tener el computador lleno de virus por bajar películas de quién sabe dónde, pero afortunadamente esto quedó en el pasado con los servicios de streaming, como Spotify y Netflix.

Y es que las ventajas de estas plataformas son muchísimas, por lo que su costo mensual parece bajo si se compara con la experiencia que ofrecen a cambio y que se puede disfrutar cuando uno quiera y donde sea. Como referencia, por $7.390 es posible tener más de 5 mil solo en películas a nuestra disposición en Netflix, y por $3.490, más de 30 millones de canciones en Spotify. Juzgue usted.

El impacto que ambas tienen en Chile es indiscutible, independiente de que no sean usadas por la totalidad de sus habitantes. Por eso, desde el 8 de febrero serán parte del Índice de Precios al Consumidor (IPC). ¿Por qué se incorporaron? ¿cómo se decidió? y ¿qué más cambiará en la medición? Te los explicamos a continuación:

Desde el principio: ¿qué mide el IPC?

Sagradamente, el IPC se menciona todos los meses en los noticiarios. Pero como casi siempre su explicación se da por sentada, muchos son testigos de sus variaciones hacia arriba y hacia abajo sin entender cuál es su verdadera función.

En palabras simples, este indicador mide cuáles son las variaciones en los precios de determinados bienes y servicios que se consumen en Chile durante un período específico.

Como no todas las familias tienen los mismos gustos ni ingresos, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) realiza este análisis usando una canasta básica que incluye lo que comúnmente más se consume en los hogares chilenos ubicados en las capitales regionales y sus conurbaciones.

¿Y qué son las conurbaciones?
Las conurbaciones son áreas metropolitanas que están conformadas por dos ciudades que están tan cerca entre sí, que casi ni se distinguen los límites entre ellas. Ejemplo de esto son Valparaíso y Viña del Mar, Iquique y Alto Hospicio, y Puerto Montt con Puerto Varas.

Si te preguntas cuál es el superpoder del INE que le permite saber qué se compra en cada casa y las cuentas que pagan sus dueños, la respuesta es la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF). Para realizar esta medición, los encuestadores del INE entrevistan a las familias y así conocen cuáles son sus gastos e ingresos en un lapso en particular, sumado al detalle de sus cuentas de agua, luz, arriendo, entre otras.

La actualización de estos ítems se realiza cada cinco años, cuando se hace una nueva encuesta. De hecho, la última se llevó a cabo entre julio de 2016 y junio de 2017, y sus resultados fueron publicados en junio del año pasado, por lo que son los que regirán en el cálculo del nuevo IPC, el que debutará el próximo 8 de febrero con las variaciones de precios de enero (recordemos que el indicador de un mes en específico, está disponible durante los primeros días del mes siguiente).

En la última EPF, los datos reflejaron cómo es actualmente el consumo en más de 3,3 millones de hogares que representan a 11 millones de habitantes de diferentesestratos socioeconómicos.

Algunos de los resultados de esta medición son: 96,3% de los hogares encuestados realiza gastos en algún tipo de pan, 73,9% compran bebidas gaseosas, y 63,2% gasta en carne de vacuno (da lo mismo el corte).

“El costo de la vida sube otra vez y el peso que baja ya ni se ve”

Después de esto, es lógico preguntarse “¿y para qué sirve el IPC?”. Bueno, su función suprema es monitorear la inflación en el país, entendida como el “aumento (porcentual) del nivel de precios de una economía”, según define el Ministerio de Hacienda.

Entonces, si en septiembre de 2018 el IPC registró 119,14 puntos, mientras que en octubre fue de 119,57 puntos, es posible afirmar que hubo una variación de un 0,4%. En tanto, como en noviembre se mantuvo igual, no hubo variación.

En la práctica, esto significa que si el IPC aumenta considerablemente, las personas tienen menos poder adquisitivo, porque con una cierta cantidad de dinero, antes podían comprar más productos que antes.

Considerando la inflación, esta termina por afectar en el valor de los arriendos, los créditos, las pensiones alimenticias y las tarifas de algunos servicios básicos, como las cuentas del agua y la luz. También se utiliza esta variable para calcular el valor de la Unidad de Fomento (UF) y la Unidad Tributaria Mensual (cuidado con andar tomando en la calle, porque la multa es de 1 UTM, que actualmente y según estas variaciones, corresponde a $48.353).

Sirve más de lo que imaginabas, ¿cierto?

Versión 10.0

Cuando se anunciaron estos cambios en el IPC usando los resultados de la última Encuesta de Presupuestos Familiares, lo que más llamó la atención era que Netflix y Spotify protagonizarán la nueva línea de productos “Servicios de suscripción en línea”.

Esta y otras modificaciones responden a que los hábitos de consumo ya no son los mismos que en 2013, cuando se renovó por última vez. Ni hablar de 1928, año en que se creó este indicador, el que ahora vive su décima modificación en sus 90 años de historia.

Pero este no es el único cambio realizado, sino que, para actualizar el índice, fue necesario ampliar, fusionar y eliminar ciertas subclases de productos, las que son de uso nacional y porque a estas alturas, ¿quién diferencia entre un limpiador para pisos y uno multiuso? ¿O quién distingue entre desayunar o almorzar fuera de la casa cuando significa consumir alimentos fuera del hogar? Bueno, el IPC lo hacía… hasta ahora.

Pero, esto no es lo único que cambió, porque fueron tres los productos que se despidieron de la canasta para siempre: ambos de hombre, la tierra y el fertilizante, y los servicios de asesoramiento jurídico (sí, pensar que alguna vez estuvieron en los gastos típicos de los chilenos).

De hecho, con la reciente actualización, los productos estudiados disminuyeron de 321 a 303 como resultado de la modificación de cinco subdivisiones: bienes y servicios diversos, equipamiento y mantención del hogar, recreación y cultura, restaurante y hoteles, y vestuario y calzado. ¿Y para qué se cambiaron?

Primero, para reflejar el consumo actual de los chilenos, y segundo, para ajustarse a los estándares internacionales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que indica que se debe actualizar la canasta cada cinco años (la última vez que nuestro país lo hizo fue en 2013, así que estamos cumpliendo) con el objetivo de facilitar las comparaciones con otros países.

Así han ido evolucionando nuestros hábitos de consumo

Por curiosidad, vale la pena conocer qué artículos se incluían en las primeras mediciones y que hoy suenan ridículos. Por ejemplo, en el IPC de 1928, estaban incluidos los cigarros y el pasaje en tranvía, pero no cualquiera, sino que en primera clase.

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En 1969, estaban incluidos los exámenes de sangre y orina (claro, la salud es lo primero… ¿y los puchos de 1928?), las llamadas por teléfonos públicos y la máquina de coser. Ya en 1998, se suben a la canasta las cámaras fotográficas, el retiro de la basura domiciliaria y hasta la comida china (otla vez aloz).

Por último, en 2013, la última medición que se había hecho, entraron las bebidas energéticas, los gimnasios y los servicios de transfer. Con esto, ¿qué crees que podría sumarse en la próxima encuesta programada para cinco años más? ¿Uber, Cabify o Beat (si es que se legalizan)?

¿Qué crees que debería entrar a la canasta?