Imagen: César Mejías

Más que strudels: este restorán de Puerto Octay tiene sello orgánico, es amigable con los ciclistas y es una Empresa B

Cuando "opa Henry" llegó a Chile, seguro no se imaginaba lo que aquí lograrían sus hijos y nietos. Espantapájaros no es un restorán alemán más en la zona del lago Llanquihue, sino un emprendimiento con real consciencia de su entorno y compromiso social.

Por María Jesús Martínez-Conde | 2019-06-26 | 07:00
Tags | alemanes, restorán, comida alemana, alemania, puerto octay, empresa B, sello orgánico, bikefriendly
"Estamos vinculados totales con la comunidad, es lo que nos caracteriza por generaciones. Somos una generación que aprendimos a vivir en comunidad" (Cornelia Prenzlau dueña de Espantapájaros).

Una Empresa B no siempre está ubicada en los barrios más onderos de la capital, donde arriban todos los días decenas de millennials montados en sus bicicletas, escuchando en sus audífonos el último hit del grupo que se presentó en Lollapalooza (si aún no sabes lo que es una Empresa B, consulta este artículo de El Definido, ¡y trabaja para que cada vez seamos más!).

Como la idea es romper estereotipos, hoy queremos contarles sobre Espantapájaros, el primer restorán que se transformó en una Empresa B en Chile. No, no está ubicado en Nueva Costanera ni en Providencia, sino en un lugar de una belleza natural única, Quilanto, en la ruta que une Frutillar con Puerto Octay.

Es el fruto del trabajo de una familia de colonos alemanes con una gran historia en la zona. No solo se han esforzado por crear un negocio próspero, sino que se han vinculado con la comunidad creando un restorán con un enorme respeto por el medioambiente, que utiliza productos locales y que apuesta por el turismo sustentable.

En El Definido conversamos con Cornelia Prenzlau, dueña del lugar y heredera de esta tradición familiar.

La llegada

En 1950 y a la edad de tan solo diez años, Siegfried Prenzlau Barkchat llegó junto a su familia al sur de nuestro país. Originarios de la ciudad de Memel, en Alemania, fueron parte de la ola de colonos que llegaron a Chile desde el siglo XIX, aprovechando las oportunidades que les brindaba el gobierno a cambio de incorporar nuevas tierras, ejercer soberanía nacional e impulsar la industrialización. Si bien la familia de Siegfried se incorporó tardíamente a esta corriente migratoria junto a otras cuatro, la expansión de la cultura alemana en la zona estaba en pleno auge para mitad del siglo XX.

Pero la supuesta casita que estaría esperándolos en Llanquihue, no estaba terminada, así que la familia tuvo que repartirse entre las casas de conocidos que ofrecieron su ayuda a los colonos, de acuerdo a lo que se cuenta en la revista que Espantapájaros publicó para celebrar su aniversario número 15.

La familia Prenzlau Barkchat/Espantapájaros Aniversario 15 años.

Para 1958, los Prenzlau Barkchat ya estaban reunidos y mientras su padre, Henry, trabajaba de farmacéutico y luego en la crianza de cerdos en Puerto Octay, Siegfried se destacaba por ayudar a quien lo necesitara en la zona.

De casa de muñecas a espantapájaros

Después de casarse con Marlis Kush Fuchslocher, también descendiente de alemanes, la familia se fue a vivir a Quilanto, donde los padres de ella tenían un campo, y allí tuvieron dos hijas: Cornelia y Andrea. Haciendo gala de su herencia, Marlis era una excelente repostera y panadera, y de esa cualidad nació el primer emprendimiento familiar: trasladaron la casa de muñecas de las niñas a la orilla de la carretera y se dedicaron a vender pan, kuchen, mermelada, miel y conservas.

"El nombre `Espantapájaros´ nació cuando se colocaron dos espantapájaros en el camino para llamar la atención del kiosko", cuenta Cornelia a El Definido, refiriéndose a esta construcción original.

Cornelia, quien también heredó estas dotes emprendedoras y estudió administración hotelera, después de casarse inició una pequeña fábrica de cecinas, Ahumados Puerto Fonck. El restorán llegó como corolario a todo esto: aprovechando el hermoso lugar en que vivían, los ricos productos que producían y el talento innato de Siegfried para el comercio y los buenos y conversados asados, nació el restorán Espantapájaros el año 2003.

El local se construyó con madera del mismo lugar, a partir de árboles que el mismo Siegfried había plantado el año del nacimiento de Cornelia. Al inicio todo fue muy familiar y el personal era mínimo; ellos mismos se encargaban de las compras, la cocina, la administración y se repartían las tareas. Pero la gente comenzó a llegar, y los salones y el personal debieron agrandarse.

Construcción del restorán/Espantapájaros Aniversario 15 años.

"Las dificultades son más menores que mayores: el trabajar en familia, roles que debía asumir cada uno y, como nos fue bien, ir viendo de qué manera nos coordinábamos para el próximo día", nos confiesa Cornelia cuando le preguntamos sobre los desafíos del proyecto.

El año 2013 falleció Siegfried, dejando este potente legado para su familia y los vecinos de la zona.

Empresa B desde 2018

Pero la historia de este restorán sería irrelevante si Espantapájaros no se hubiese propuesto un singular objetivo: "la autenticad, las raíces y la conexión real con la vida del campo", nos dice Cornelia.

Y esto los ha llevado a convertirse en una Empresa B, un negocio que no solamente vela por los intereses económicos de sus propietarios, sino que utiliza el poder del mercado para dar soluciones concretas a problemas sociales y ambientales.

"Somos una Empresa B desde el año 2018 y la importancia es ser parte de una comunidad que nos entiende y sabe que vivir con un propósito, es más que solo buscar utilidades", añade la empresaria.

Espantapájaros

Dentro de los objetivos del restorán, está el ser un motor en la economía local, un actor virtuoso que levante a los vecinos a ir por más. Uno de los aspectos más interesantes de esta certificación, es que no distingue a aquellos negocios "perfectos", sino a esos que apuestan por una oportunidad de desarrollo, que tienen un compromiso permanente por hacer de este mundo un lugar mejor, creciendo en esa búsqueda día a día.

¿Y cómo lo logran?

¡De varias maneras! Espantapájaros ha diversificado su estrategia para cumplir con su compromiso de ser una empresa consciente de su entorno.

En primer lugar, el restorán de tenedor libre se abastece prioritariamente mediante consumo local. "Se cocina lo que nos gusta y lo que hay en la zona: las papas, el repollo morado, el chucrut y el pure de manzana. Y, cuando es época, la raíz picante meerrettich [un rábano picante típico de la cocina centroeuropea]", nos cuenta Cornelia.

Espantapájaros

Una de sus principales "despensas" es la Agrícola Caléndula, parte de la Red de Productores Orgánicos de la Región de Los Lagos. Andrea, la hermana de Cornelia, quien es veterinaria con Máster en Gestión Ambiental y se ocupa de vigilar los protocolos y normativas que exige la certificación orgánica que otorga el SAG, señala:

"Producimos gran parte de las hortalizas que se consumen en el restorán […] Las praderas para nuestros corderos y cultivos de trigo y centeno para la elaboración de harinas, se manejan de manera natural, es decir, no se fertilizan con productos sintéticos, ni se fumigan con pesticidas ni con ningún tipo de agroquímico […] Somos muy celosos con las rotaciones de los cultivos, entendiendo estas y su manejo como garantía para un control biológico de plagas y enfermedades".

Además, el lugar contempla una serie de actividades en conexión con el entorno. Por ejemplo, su sendero de pies descalzos, una caminata que invita a despertar los sentidos en las afueras del local. Partiendo desde una pérgola y abarcando 290 metros, la idea es que los comensales recorran "a pies pelados" una ruta a través de la cual van sintiendo diversas texturas, como gravilla, madera y pasto, a la vez que disfrutan de la flora nativa que bordea el camino.

También cuentan con una granja con animales domésticos como llamas, alpacas, corderos, jabalíes, vacas, terneros y una laguna con patos y gansos.

Para quienes quieran llevarse algo de recuerdo, la recepción tiene una tienda con productos de elaboración propia: mermeladas, harinas integrales, tejidos y productos orgánicos de la granja y de la zona.

Y, por si todo esto fuera poco, Espantapájaros tiene otro sello que lo distingue y lo vuelve amigable para un grupo de turistas en ascenso: los ciclistas. El Sello Bikefriendly se le otorga a los negocios que ofrecen servicios básicos como taller, estacionamientos y zona de lavado para quienes recorren el mundo sobre dos ruedas.

"Muchos de los bikefriendly que recibimos, llegan con sus bicicletas que son de un considerable valor económico, por lo que si se detienen a comer o, simplemente, a descansar, jamás despegarán sus ojos de sus bicicletas. Esto nos llevó a acondicionar lugares idóneos para su estacionamiento que se ubican alrededor de algunos de nuestros comedores o terrazas, donde pueden dejar sus bicicletas sin ningún riesgo", asegura Cornelia.

Y si llegan todos embarrados por la lluvia, tendrán dónde lavar su bici y repararla de cualquier daño que haya surgido en el camino, pues cuentan con cámaras, repuestos, bombines y hasta botiquín.

El legado de opa Henry: conectados a la comunidad

Mediante todas estas formas, Espantapájaros apuesta por las redes, las conexiones, los vínculos y el compromiso con su entorno:

"Estamos vinculados totales con la comunidad, es lo que nos caracteriza por generaciones. Un abuelo `opa Henrry´ muy conectado con su entorno y mi papa, Siegrfried Prenzlau, querido por todos… Somos una generación que aprendimos a vivir en comunidad […] Somos activos en las organizaciones que nos rodean en todos los ámbitos y aportamos con todo nuestro personal en esto", añade Cornelia a El Definido, terminando la entrevista con una reflexión sobre las oportunidades que hoy se abren en la zona:

"Oportunidades siempre hay. A veces necesitas suerte y hay veces que solo necesitas apoyo. En un país como el nuestro creo que solo falta el valor y la fuerza de saber cómo emprendo y con quien me vinculo", concluye.

Espantapájaros

Este tipo de emprendimientos familiares, develan un verdadero esfuerzo de generaciones. Pero la originalidad de Espantapájaros está en la consciencia respecto a su entorno, en no ser un restorán alemán de puertas cerradas, donde se ofrece kuchen y café al paso, sino una organización de puertas abiertas, dispuesta siempre a seguir creciendo para el bien de la comunidad de la Región de los Lagos.

¿Conoces Espantapájaros? ¿Cómo fue tu experiencia?