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Cuando el arquitecto Ricardo Larraín Bravo configuró el barrio Franklin en 1910, no estaba pensando en lo que vendría después. Su preocupación estaba en los obreros y sus frágiles casas de adobe, alejadas de todo lo que ocurría en el centro de la capital. Para eso, decidió construir una "población modelo", con escuelas, un teatro, una parroquia, una gran biblioteca y casas de cemento, convirtiéndose en un nuevo tipo de vivienda social. El proyecto se llevaría a cabo con motivo del centenario de Chile, en aras de mejorar la calidad de vida de los trabajadores.
Larraín no pensó que, pocos años después, una profesora con aires de poetiza llamada Gabriela Mistral viviría en una de sus casas. Ni que tampoco lo haría un niño autodidacta de nombre Juan Radrigán. No imaginó a Carlos Gardel cantando en uno de sus rincones, ni que bordeando el fin de siglo, el victoriano Teatro Huemul sería el escenario donde se grabaría la franja del "No", en busca del retorno a la democracia. El arquitecto no trazó sus planos con la idea de que se convertiría algún día en una Zona de Conservación Histórica, ni menos pensó que para el centenario del teatro, este cerraría sus puertas.
Y es que el Teatro Huemul ha pasado por mucho. Desde sus inicios donde la gente iba a pasar sus "recreos dominicales", donde escuchaban charlas sobre ahorro, higiene y economía doméstica, hasta el abandono total en los '70. Resistió dos terremotos (con respectivas reestructuraciones luego) y hoy, siendo propiedad del Arzobispado de Santiago, lucha por sobrevivir como centro cultural.
Luis Marchant es el tipo que está a cargo de mantener a flote al Teatro Huemul hace ocho años. No es un hombre común y corriente. Actor de profesión y tan perseverante como idealista en su toma de decisiones. Hoy levanta una bandera junto al movimiento "Poder Huemul", para hacer un llamado de atención: El centro cultural está abandonado en términos de políticas culturales y necesita de un financiamiento permanente. Mientras no se resuelva, se cerrará el escenario para presentaciones artísticas, los talleres para la tercera edad, niños, la biblioteca gratuita para la comunidad, etc. Y es que Marchant no puede seguir tirando solo el carro. De hecho, hace poco vendió su auto para extender lo más posible las actividades, pero de esa plata ya no queda nada. Por eso, el 8 de agosto se realizará el "anti tijeral" para celebrar los 100 años del teatro, donde espera cerrar una etapa y dar inicio a una más auspiciosa.
- Entiendo que van a seguir funcionando, pero a puertas cerradas ¿qué quiere decir eso?
"Desde que estamos funcionando, hemos recibido dos fondos concursables. Uno para infraestructura y equipamiento técnico y el otro de para un documental que estamos haciendo ahora. Todo el resto es financiado por nosotros mismos. Ya no podemos seguir sosteniendo las actividades para la comunidad, los talleres, obras de teatro, etc. todo eso lo estábamos financiando nosotros. Siempre hemos estado buscando financiamiento para proyectos cortos en el tiempo, pero necesitamos algo constante para el levantamiento del barrio, para generar la confianza y el sentido de pertenencia que queremos instaurar en la comunidad hace años. Los vecinos acá se motivan con algo y luego hay que cortarlo. Nuestro proyecto es más amplio que artes escénicas, funcionamos como guardería infantil en las tardes, tenemos baile entretenido para la tercera edad, se usa el espacio para campañas políticas, etc. Todo eso lo pararemos hasta contar con los fondos permanentes, pero seguiremos trabajando en proyectos que estén financiados desde el teatro".
- ¿Ustedes cobran por el uso del espacio?
"El teatro funciona como centro cultural y para eventos, donde se cobran valores distintos según su uso. Sin embargo, para mí, el proyecto es cultural y si no está logrando ese objetivo con un financiamiento potente, prefiero que esté cerrado a estar abriendo el teatro para eventos que no nos permiten trabajar por lo que de verdad queremos: Fomentar entre la gente del barrio que cultura no es solo arte, sino que también es seguridad, comunidad, medioambiente, formación alternativa, queremos ampliar el espectro al que tienen acceso los vecinos".
- ¿Hay demanda de presentaciones artísticas en el teatro?
"Mucha, hacemos que funcione como trueque".
- ¿En qué consiste?
"Nosotros les prestamos el espacio a las bandas, compañías de teatro, etc. y ellos se llevan las ganancias totales de lo que recauden en su función pagada, pero nosotros a cambio les pedimos que hagan una extra de forma gratuita y ahí invitamos a todos los vecinos del barrio".
- ¿Por qué no cobrarles por el uso del espacio?
"Tiene que ver con algo que criticaba mucho como actor cuando ejercía como tal. Podíamos ensayar un año y cuando presentábamos la obra el teatro, nos quitaban el 40% de las ganancias y el resto había que repartirlo con todos los técnicos, vestuaristas, actores, etc. Estoy totalmente en contra de eso. Además, si nos pagan con su mano de obra, que es muy valiosa, se nos permite animar el barrio y hacer que la gente salga de sus casas, lo que generalmente no ocurre. Le damos vida a la comunidad".
- ¿Cual es la propuesta de Poder Huemul?
"Queremos ser valorados por el rescate que hacemos. La invitación del movimiento es al municipio, al mundo empresarial, gubernamental y civil, a que vengan el 8 de agosto al anti tijeral por los 100 años del teatro. Será el cierre de una etapa y el comienzo de otra, esperaremos a contar con los fondos permanentes para volver a abrir. Ese día se lanzará una página web donde la gente podrá colaborar con dinero, donar horas de su tiempo, como alguien que sepa hablar inglés por ejemplo, que venga a entregar sus conocimientos al teatro. Queremos que esto se transforme en una cadena de favores. Gente que sepa de gestión cultural nos venga a ayudar, ojalá sepan más que nosotros y se vuelva a recuperar una especie de truque... de hoy por ti y mañana por mí. Queremos que el teatro cobre vida desde ese lugar, no que las obras de una compañía tenga que ser gratis, sino que done una función, así buscar la sustentabilidad, con el valor de la obra de mano".
- Ustedes tienen un trabajo fuerte con la comunidad también fuera del teatro
"Es fundamental partir de adentro hacia afuera, trabajamos netamente con los vecinos sobre la problemática del espacio y propuestas para solucionarlos. La semana pasada, por ejemplo, hicimos una capacitación a 15 diseñadores de diferentes disciplinas dentro del área y atacamos las primeras problemáticas de los vecinos, de las que una era la basura. Usamos el reciclaje para decir cómo usar los productos que se pueden reutilizar. También hemos hecho actividades para fomentar la integración de los inmigrantes. Tenemos el colegio República de Haití que ha ayudado mucho a esta labor, porque los apoderados son de distintos países y todos buscan el bien de sus hijos, así que hacen un trabajo colaborativo".
Luis dice que necesitan de seis millones mensuales para trabajar como lo estaban haciendo hasta ahora, con ocho personas "ganando casi nada" y teniendo las puertas abiertas a la comunidad desde las 10 de la mañana hasta las 18 horas, siempre con algo que hacer. Una vez conseguido el apoyo permanente, quiere ir por más junto a su movimiento: Arreglar el edificio abandonado que está justo al frente del teatro y activarlo para que los vecinos tengan otro lugar donde estar que no sea sus casas. También tiene proyectos para llevar a cabo en dos espacios erizaos que el Metro dejó cuando se fue de ahí. Trabajo y ganas hay... ahora hay que ver cómo cambia el escenario el 8 de agosto, cuando se le rinda el "antihomenaje" al Teatro Huemul.