¿Sabía Ud. que la ciudad más rica de Chile con el PIB más alto del país, cercano a 40 mil dólares per cápita, es la llamada perla del norte, Antofagasta? Algo similar al de ciudades como Melbourne o Londres. Antofagasta no solo es impresionante al mirar los indicadores económicos, sino también preocupante cuando comparamos aspectos claves como la calidad de vida, donde la querida perla nortina pierde su brillo y se desempeña como una de las ciudades más opacas del país en términos de equidad, dotación de áreas verdes, equipamientos, infraestructura de transporte, entre otros. En esa línea, expertos dicen que Antofagasta es la mejor ciudad de Chile para trabajar, pero una de las peores para vivir. Dicho de otro modo, se gana buena plata, pero se vive mal.
Pero este diagnóstico inicial merece una segunda lectura y un par de ingredientes más que agregar antes de preparar una opinión final. Listar los aspectos problemáticos de Antofagasta nos podría llevar a un estado profundamente pesimista acerca del futuro de la ciudad, pero parafraseando a Edgar Pieterse, es posible revertir estos escenarios. Según Pieterse, lo que la historia de las ciudades nos ha demostrado, es que, para generar cambios profundos, se necesita de un grupo pequeño de innovadores que piensen y hagan las cosas distintas, y cuando éstos se transforman en la corriente dominante, los cambios comienzan a ocurrir de una forma acelerada. En otras palabras, la innovación va de la mano de unos pocos que a ojos de muchos parecen unos locos perdiendo el tiempo, soñando lo imposible, pero que luego son valorados, reconocidos y se transforman en el modelo a seguir.
Dicho lo anterior, resulta fundamental comunicar que Antofagasta está cambiando su rumbo, y para bien, hacia una dirección que vale la pena estudiar con detalle. Hoy, la ciudad está seriamente embarcada en un esfuerzo mancomunado por revertir su mala calidad de vida bajo un plan estratégico llamado CREO Antofagasta.
El plan busca construir una visión compartida entre el mundo público, privado y la sociedad civil, para hacer de Antofagasta la ciudad con la mejor calidad de vida de Chile de aquí al 2030. Las ambiciones del CREO Antofagasta son sin lugar a dudas tan altas como la escala de sus desafíos, pero algo que parece inverosímil de realizar es más plausible cuando comparamos casos de ciudades que han apostado con éxito caminos similares. Ciudades como Bilbao, Barcelona, Nueva York y otras han crecido de la mano de un plan estratégico participativo que invita a la comunidad ampliada a ser parte del cambio que la ciudad necesita. No así Santiago, Valparaíso ni la gran parte de las grandes ciudades de nuestro país.
En esa línea, resulta destacable que hoy Antofagasta cuente con un plan maestro de largo plazo desplegando estratégicamente en el corto plazo con acciones innovadoras de alto impacto. Listar las tácticas o iniciativas tempranas actualmente desplegadas en la ciudad también nos tomaría un buen rato, pero para hacerle la pega más fácil le cuento que, entre muchas otras actividades iniciadas en 2013, cientos de vecinos se han involucrado en procesos de participación, tanto en Foros Ciudadanos y Malones Urbanos a lo largo de la ciudad, para dar su opinión e informar los problemas y aspectos claves para el desarrollo del plan.
Fuente: Ciudad Emergente
Miles de Antofagastinos han celebrado la erradicación de microbasurales y vertederos ilegales llevado adelante por verdaderos líderes locales. Tal es el caso de transformación del basural La Cantera, en el centro alto de la ciudad, donde pocos saben que en marzo de este año cientos de jóvenes estudiantes y vecinos lograron erradicar hectáreas de micro basurales y vertederos ilegales, para transformarlos en espacios públicos limpios y conectados. Una acción ejemplar que fue seleccionada por el Foro de Innovación como finalista del Premio Avonni en la categoría Ciudad Nueva, digna de replicar no sólo a lo largo de Antofagasta sino a lo largo de Chile o Latinoamérica.
Fuente: Ciudad Emergente
Sumado a esto, cientos de antofagastinos están recibiendo postales escritas a mano que cuentan historias reales de vecinos empoderados que están cambiando sus barrios, como parte de una alianza internacional conocida como Neighborhood Postcard Project que busca derribar estigmas de barrios y ciudades a partir de mensajes positivos de cambio de personas a personas.
Estas acciones son sólo algunas de las más de 200 iniciativas que está trabajando el plan CREO con una cartera de proyectos de US$ 1.215 millones para acortar las brechas de calidad de vida. Como última papita, hace unas semanas, la Presidenta Bachelet anunció la construcción del primer metro-cable de Antofagasta como parte de los proyectos estratégicos del CREO Antofagasta. El metro-cable se extenderá por 13 kilómetros, cubriendo el eje Bonilla, Puerto Natales, Domingo Faustino Sarmiento, Cristóbal Colón y Matta, y junto a esto, se planifica también un corredor de buses de transporte público, sumando una inversión total en transporte de US$ 275 millones. Los proyectos para Antofagasta estarían operativos en 2018.
Hace 20 años en Colombia, nadie daba crédito por una ciudad como Medellín pero ésta logró posicionarse como una ciudad modelo líder en innovación urbana a partir de acciones similares a las que Antofagasta está dando curso mientras usted lee esta columna. En esa línea, no es descabellado pensar que Antofagasta puede hacer lo suyo en el mediano y largo plazo. Antofagasta está cambiando de la mano de un grupo de innovadores locales y nacionales, sin mayores alardes y a paso seguro, sin grandes anuncios o avisos publicitarios sobre los cerros de la ciudad que rememoren a Hollywood o a Renca, sino más bien desde el trabajo sistemático y profundo desde personas con convicción y animados por mejorar la calidad de vida de la ciudad. Dicen que una golondrina no hace verano, y pareciera que siempre nos resulta más fácil mirar el vaso medio vacío, pero lo que sí es seguro, es que hoy en cuanto a ganas, ideas y espíritu por cambiar, Antofagasta la lleva.
Por Javier Vergara Petrescu
Director Ejecutivo Ciudad Emergente