¿Cómo revolucionó Bielsa la actitud del futbolista chileno?

Bielsa marcó un antes y un después en la psiquis del jugador nacional y, por qué no decirlo, del país entero. ¿Pero cuáles fueron las estrategias que aplicó que, hasta el día de hoy, siguen rindiendo fruto en nuestro fútbol?

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“Si algún día tuviera que analizar a un entrenador, prescindiría del resultado, examinaría el método" -Marcelo Bielsa

El pibe Marcelo llegó a Chile para clasificar al mundial tras 12 años de sequía. La misión era en absoluto fácil: dos “procesos” seguidos habían terminado en fiascos embarazosos, al punto que uno de ellos nos puso en el centro de la publicidad mundialista con ese comercial Joga Bonito en el que Ronaldo, Ronaldinho y compañía aparecen afilando cuchillos sin misericordia alguna sobre una defensa nacional abandonada a su suerte.

La humillante era pre-Bielsa

En la Copa América de Uruguay 1995 el técnico español Azkargorta cayó, tras la paliza recibida en el debut ante Argentina y la posterior eliminación temprana, víctima de un preinfarto: jamás imaginó aquel pobre hombre lo duro que sería ganarse el pan de cada día en suelo nacional. Un canal local entrevistó tras la derrota con los trasandinos a un solitario hincha criollo que desafió al destino y llegó al estadio confiado en la victoria: “me dan ganas de llorar”, se lamentaba con genuino dolor, abrazando su bandera chilena como un nene y encarando las crueles burlas de los argentinos con una entereza conmovedora.

Pero no es la única Copa en la que conocimos el sabor de la amargura.

Corría el año 1998, año mundialista en el calendario gregoriano, y el lugar elegido por los astros (y la FIFA) fue Francia. Ese exquisito paladar galo tuvo más bien un sabor amargo para los chilenos: extrañas sensaciones a pesar de la clasificación. Clasificamos a segunda ronda, es cierto, pero dos sucesos marcaron nuestra estadía en el país capital del esnobismo global.

Primero, el innombrable juez de Níger, al que los chilenos habíamos encomendado nuestros más sinceros deseos, cuando a cuatro minutos del final –y cuando el marcador favorecía a La Roja–, se atrevió a cobrar un dudoso penal luego que Roberto Baggio hiciera estrellar el balón en el brazo siempre inoportuno de Ronald Fuentes. Los italianos empataron el encuentro con esa suerte canalla que históricamente acompaña a los de azul. Tras el partido, nuestro técnico –don Nelson– intentó acertar un puñetazo a la cara del técnico italiano, acusándolo de ratón, emulando así al querido Leonel Sánchez que, 36 años antes, encajara exitosamente un espléndido gancho de izquierda contra el italiano Mario David en un encuentro que Chile ganó 2-0, y que sería recordado como La Batalla de Santiago.

Pero ese amargo sabor a frustración y a que todo pudo ser distinto no quedó ahí: de hecho, había recién empezado. Dicen en el fútbol que los diez minutos finales son los peores, y los chilenos los masticamos de forma especialmente dura. Chile ganaba 1-0 ante Austria en el segundo encuentro de grupos, asegurando su clasificación a Octavos y, de paso, jubilando el mito de jugadores pijama que caía sobre Chile por su incapacidad de ganar fuera de casa. Pero de un momento a otro todo se vino al piso. La jugada partió con un lujito fallido del Matatore a 108 segundos del final del encuentro. Los austríacos tomaron el balón con la impericia característica de los equipos de esa zona del mundo, y en un descuido imperdonable, Ivica Vastic logró tomar el balón al filo de nuestra área, ahí donde se supone que los leones muerden a fuego lento. Sin embargo, en medio de nuestra confusión, nerviosismo y desidia, tan característicos de equipos poco habituados a semejante presión, le permitimos al austríaco encajar el mejor tiro de su carrera futbolística: ¡Gol de Austria a tan sólo 60 segundos exactos del pitazo final! 1-1 y la clasificación se complicaba…una vez más. El país entero se estremeció, el FASAT-Alfa colapsó y Pedro Carcuro, conteniendo el llanto, hizo esa pregunta que quedó para la posteridad: “¿Por qué nos pasa a nosotros?”, dejando en evidencia que no era primera vez que ocurría un desaguisado como éste, que la historia se repetía. El eterno retorno, como lo llamó Nietzsche.

(Nota del Autor: La historia finalmente fue favorable: Chile clasificó con un partido de infarto ante Camerún y volvió a casa con la tranquilidad de haber llegado a Octavos de Final, haber perdido contra quien había que perder [Brasil], pero con esa sensación de haber dejado escapar a Gloria una vez más).

Las desilusiones tornan en alegrías ¿Qué hizo Bielsa?

En los cuatro años del loco, La Roja de todos, rompió consistentemente varios récords:

Primero, ganó por 1-0 a la Argentina de Messi, en uno de los quiebres más aplaudidos por la hinchada y llevando a Fabián Orellana a la categoría de “el elegido” por su recordado gol. En segundo lugar, clasificó segundo en la tabla rumbo al mundial de Sudáfrica, algo totalmente inaudito en el sistema de todos contra todos, superando inclusive a la albiceleste en el conteo final de puntos. Tercero, tuvo un rendimiento de un 59% en partidos como visitante, situación totalmente novedosa si consideramos la fama de “jugador pijama” divulgada hace muchos años por los uruguayos, y que algo de sustento tenía, considerando que el mejor equipo de todos, el ColoColo '91, aquel único campeón de América chileno, jamás ganó más allá de la cordillera. Y finalmente, fue al mundial y ganó dos partidos, a Honduras y a Suiza, lo cual también resultaba inédito.

Pero, ¿qué hizo el loco que lo llevó a romper la terca historia?

1. Profesionalismo entendido como una ética de trabajo incuestionable. 

Cuenta la leyenda que Raúl Gámez, presidente de Vélez Sarfield, a quien el loco le había pedido información clave para su trabajo como técnico del club, lo intentó sacar de una práctica para entregarle el pedido. La respuesta del rosarino fue tajante“¡Este no es el momento, hágame el favor!”. O cuando, de acuerdo a la versión del jugador de Vélez, Martín Posse, Bielsa llegó con el video de un partido reciente ante Boca Juniors a la mismísima fiesta de matrimonio del jugador.

¿Por qué esto impactó tanto?

Sabida es la importancia de la ética de trabajo: “la práctica hace al maestro”, reza el dicho popular. Sin embargo, lo que menos gente sabe es que este dicho ha sido testeado en terreno: varios investigadores han concluido, tras analizar expertos internacionales en campos tan diversos como ciencias, música, deportes y ajedrez, que al menos 10 años de práctica continua, unas 10,000 horas de trabajo, requiere un individuo para alcanzar un nivel excepcional en su campo. Si los números se acercan a la realidad, entonces el loco tenía toda la razón: ¡No había tiempo que perder!

2. Pero no sólo entrenar: sino entrenamiento sofisticado.

Anders Ericsson acuñó la idea del entrenamiento deliberado para describir el tipo de entrenamiento seguido (por al menos 10 años, como dijimos anteriormente) por grandes concertistas, deportistas de élite y académicos de nivel internacional.

¿Cuál fue su conclusión?

El tipo de entrenamiento de estos individuos nada tiene que ver con el hábito de levantarse por las mañanas y repetir como un zombie una cosa tras otra, como quien no quiere la cosa. Por el contrario, los elementos del entrenamiento deliberado son específicos: planificación, diseño focalizado en las debilidades, alta intensidad para poner a prueba nuestra concentración y retroalimentación fueron las claves a las que Ericsson llegó tras años de espionaje del más alto nivel.

¿Y Bielsa? Bueno, el loco lo explicó con sus propias palabras “Si algún día tuviera que analizar a un entrenador, prescindiría del resultado, examinaría el método". Es el método lo que importa. Fue el método el que nos hizo volar.

Pero, ¿por qué es tan difícil entrenar de esta forma?

Porque, usando una expresión propia de Bielsa, el éxito es una excepción y esto es frustrante: "Nosotros deberíamos aclararle a la mayoría –decía el rosarino– que el éxito es una excepción. Los seres humanos de vez en cuando triunfan. Pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan y ganan de vez en cuando. Muy de vez en cuando".

3. ¿Cómo superó ese estigma tan poderoso de jugadores pijama?

La mala hierba nunca muere y los malos hábitos tampoco. Los hábitos son importantes en el deporte, así como en muchos otros campos de nuestra vida. Lo reconoció Tony Dungy, uno de los coach de fútbol americano más respetados de todos los tiempos, quien señalaba que la presión y la tensión de partidos definitorios hacía que el deportista volviera a su zona de confort y se refugiara en sus antiguos malos hábitos

Marcelo reconocía idéntica situación al señalar que "el futbolista, como todo ser humano enfrentado a la alta competencia, tiene lo que llamamos temor escénico. ¿Y cómo se neutraliza? Con la mecanización, haciendo algo que está preestablecido, practicado muchas veces, con un mínimo margen de error”.

Por todo esto y mucho más…

¡Larga vida al loco!