Imagen: El Definido

"Comida y plata no falta tanto, lo que falta son frazadas y esto: que se sienten contigo a conversar"

Esta es la historia de Pedro, y como él hay miles. Escuchémoslo a él y a los 12.000 chilenos que viven en situación de calle. “Aquí estamos, tenemos derecho a ser escuchados” es la nueva campaña de La Fundación Paréntesis que llama al país a escuchar a estas personas para visibilizar sus demandas.

Por Macarena Fernández | 2015-07-10 | 13:27
Tags | Pobreza, calle, mendigo, homeless, adicciones, Fundación Paréntesis, campañas, indigencia, indigentes, vagabundos
"Es rico darse cuenta que hay personas capaces de traspasar esa línea que nos separa de la sociedad"

11:30 am. Plaza de Armas. Siéntate en un banco y rápidamente verás que además de artistas, estudiantes de arquitectura dibujando sus croquis, jubilados conversando, encuestadores, colectas, perros vagabundos y palomas; hay al menos doce personas durmiendo con frazadas en los bancos, esquinas y veredas. Hombres, mujeres, ancianos y jóvenes que conviven a diario con el calor, el frío, el hambre, la lluvia, las drogas, la prostitución, el alcohol, la violencia, la delincuencia, y por sobre todo, con la injusticia y la indiferencia de un país completo que pasa por su lado con ojos ciegos, dejando - en el mejor de los casos - un par de monedas, un café o un pedazo de pan.

Y esta misma situación puedes verla en todas las comunas y regiones de nuestro país. Personas que al igual que todos, tienen o tuvieron familia, educación, trabajo y un hogar, y que por distintas circunstancias de la vida hoy luchan por conseguir una esquina bajo techo para capear las lluvias, toman vino para "entibiar la sangre", y duermen con un ojo abierto para que no les quiten la frazada que les queda. Muchos con sus cabezas perdidas, muchos otros por severas adicciones a las drogas y/o al alcohol, y también están los que simplemente llegaron a la calle por quedarse sin trabajo.

Las asistentes sociales existen y están presentes. Los alcaldes y el gobierno dicen que también. Y los llevan a centros asistenciales, a hogares y centros de rehabilitación, pero la mayoría vuelve a la calle. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué las soluciones que les estamos dando no son suficientes? ¿Por qué aún tenemos 12.000 chilenos viviendo en situación de calle? 12.000 chilenos que tienen nombre, apellido y una historia de vida por contar. ¿Sabes cuáles son sus verdaderas necesidades?

Mi nombre es Pedro Pablo, “El Mono”

“Soy Pedro Pablo, tengo 29 años y soy drogadicto, alcohólico, inválido y vivo en la calle. Quedé inválido por las drogas. Probé un día la lidocaína mezclada con trago y otras drogas que me dio una proxeneta infantil de aquí mismo y me fui a negro justo ahí en la salida del metro. Me caí y me pegué en la cabeza y tuve un accidente cerebro vascular que en lugar de matarme, me dejó inválido. Después de miles de operaciones, estuve un año en rehabilitación en la posta central. Si te fijas tengo la mitad de mi cráneo. Y luego de eso me quedé aquí en Plaza de Armas, esta es mi casa ahora. Este colchón, este par de frazadas, estas muletas y esta caja de vino es lo único que tengo, pero me lo merezco”.

“¿Mi infancia?, viví en Talagante. Somos siete hermanos. Mi mamá un día me abandonó en un estadio y no supe más de ella. Tenía 6 años y me quedé una semana ahí vagando hasta que unos compañeros de mi viejo me tomaron y me llevaron con él. Mi viejo se violaba a mi hermana. Quizás por eso siempre fui malo. Una vez le quebré un escritorio en la cabeza a un profesor por ponerme mala nota. A mi hermano le quebré los dos pies por chispearme los dedos en la cara. Me he pitiado a ocho personas y tengo dos cargos en este minuto. Pero saqué cuarto medio. He trabajado en todo: cocinero, jardinero, electricista, construcción. Pero mis adicciones me llevaron a ser un delincuente. Antes del accidente vivía de los robos (una vez me hice 6 palos en un día), la prostitución y las drogas. Ese era mi mundo. Estuve en la peni durante años y eso es duro. La calle no es nada en comparación. Es más, la calle acoge, es la sociedad la que no lo hace”.

“Mi cabeza está buena por milagro, pero mi cuerpo está destrozado. Tócame el hombro, lo tengo quebrado completo, y mi rodilla, fémur y pulmón también. Vivo borracho para que se me duerman los huesos, porque el dolor es insoportable. ¿Lo peor? El frío. El lunes se murió un compañero en la otra esquina. Un viejito chico de ojos verdes. Dijeron que fue por infarto. Mentira, fue de frío. Yo lo vi, no tenía ni una frazada y le tiritaban los huesos”.

“¿Qué me hace feliz? El fútbol, la música y escribir. Estoy escribiendo mi vida. Me gusta la calle porque aquí tengo compañeros. Soy bien líder y nos protegemos entre todos. Me siento querido. Los conozco a todos y nos juntamos a comer cuando sale algo o a compartir unos tragos. El otro día era de noche y llegó un loco borrado y se cayó en ese árbol de al frente. Lo vi tiritando y le ofrecí un espacio en mi colchón y lo tapé con mi frazada. Desde ese día que viene todos los días a enseñarme portugués y pasamos un rato juntos. Mucha gente que pasa te da plata, me hago buenas lucas. O te dan café o comida. Y yo con un silbido llamo a mis compañeros y les comparto de todo. Si comida y plata no falta tanto (me han traído hasta ceviche y sushi), lo que falta son frazadas, y esto: que se sienten contigo a conversar, que te miren a los ojos, que te compartan un pucho, que te acepten un chocolate o un completo. Que te miren como un igual, si al final somos todos hermanos, y es rico darse cuenta que hay personas capaces de traspasar esa línea que nos separa de la sociedad, esa línea de quiebre que nosotros mismos nos ponemos y que nos hace alejarnos del mundo y construir nuestras propias leyes, nuestras propias normas, nuestros propios valores, nuestra propia red de apoyo callejero, porque simplemente no pertenecemos al sistema”.

“¿Qué necesito? Una silla de ruedas. Me la quitó la asistente social, la misma que me tiene los papeles médicos que me impiden operarme en Talagante… me ha llevado tres veces a un centro, pero al día siguiente me ve aquí de nuevo. Yo creo que se cansó y por eso ya no me da nada. Los centros a los que he ido no sirven para nada. Te ponen un pushing ball para que te descargues, cuando el problema está en la cabeza. Te dejan ir y al segundo estás usando las monedas en la caja de Clos de Pirque del almacén de la esquina”.

Quiero dejar de tomar, operarme y virarme a Talagante, porque ahí tengo una casa. Hoy vive mi hermano mayor con su familia. Yo traté un tiempo, pero para mi mala suerte justo al frente de mi casa hay una botillería. Mi perdición. Hasta al funeral de mi viejo llegué borracho haciendo escándalo y eso que es la única persona que he querido en mi vida… La concejal de allá me ofreció la operación, pero me faltan los papeles. Me he portado mal, siempre me porto mal, pero hay que saber perdonar como yo perdoné a mi viejo. Tengo donde llegar, pero mírame, no puedo ni pararme, necesito ayuda sicológica. Faltan oportunidades, porque ayuda social hay. Falta que alguien confíe en ti y te encarrile, que alguien te cambie la cabeza y te saque la idea de que eres un maldito delincuente, drogadicto y borracho y que no puedes lograr nada. Falta que te ayuden a creerte el cuento, que te perdonen de verdad y que te devuelvan la dignidad que tenemos tan perdida. Por eso mis compañeros son todos drogos po', porque somos pares y ya poco y nada nos importa… Yo soy creyente y todos los días le pido a Dios que me ayude. Pero él se equivocó, ¡cómo mierda se le ocurrió transformar el agua en vino!, sabiendo cómo somos los humanos. Quiero salir de aquí. Soy joven, tengo 3 hijas sanas. Quiero salir adelante, dejar de tomar, encontrar trabajo. No quiero morirme aquí tirado en la calle”.

#AquíEstamos busca visibilizar las demandas de las personas en situación de calle

Las cifras son escandalosas. Más de 12 mil personas viven en situación de calle en Chile según el Segundo Catastro Nacional realizado por el Ministerio de Desarrollo Social el año 2011.

De éstas, el 84% de ellos son hombres. El 70% tiene entre 25 y 59 años de edad. El 8,2% padece de úlceras varicosas, el 7,1% epilepsia y el 6,5% diabetes. El 41,5% tiene un consumo problemático de alcohol y un 19,9% de drogas. La mayoría llegó a estar en situación de calle por problemas familiares, otro tanto por problemas económicos, de salud o justicia.

La  Fundación Paréntesis, institución del Hogar de Cristo que acoge, apoya y brinda atención especializada a personas que se encuentran en situación de pobreza y exclusión social, con consumo problemático de alcohol, drogas o conflictos con la ley; lanzó esta semana la campaña “Aquí estamos. Tenemos derecho a ser escuchados”.

La iniciativa, rápidamente apoyada por rostros de televisión, artistas y personajes públicos de nuestro país, busca visibilizar las demandas y necesidades de las miles de personas que por diversas razones viven en la calle, con el fin de dar una solución real a esta cruda realidad.

Paulo Egenau, director ejecutivo de la Fundación explicó que la campaña busca"que la gente se sume con una actitud de escuchar, de entender y romper prejuicios, para aunar fuerzas para construir una política pública que va a más allá del ´"Plan Invierno", que es una medida insuficiente, acotada y paliativa", y agregó que “no es que las personas se quieren quedar en la calle, sino que lo que le ofrecemos no les hace sentido y no satisface sus necesidades, porque la prioridades las seguimos definiendo nosotros".

La campaña, que se está viralizando a través de Facebook, Twitter, Instagram y Youtube; se extenderá hasta el 28 de julio. Hacemos un llamado a detenerse y escuchar las necesidades de quienes habitan nuestras calles. Todos somos humanos, todos tenemos derecho. Detengámonos a escuchar.

¿Te tomarías el tiempo para sentarte un rato a conversar con una persona en situación de calle?