"Nunca pensé el impacto que iba a tener el ir a los talleres", recuerda Valentina, quien fue elegida en 2008 para participar en los talleres de Forja Chile que impartirían en su colegio, el Instituto Jorge Matte.
En esa ocasión, fueron a subir el cerro Manquehue, Valentina ya estaba con mala disposición por miedo y frustración anticipada; jamás había hecho algo así y no sentía que tuviera la capacidad física para llegar arriba, pero no podía negarse a la actividad Forja porque ya estaban ahí. Entre todo su equipo se dieron apoyo, se ayudaron y se motivaron hasta que llegaron a la cima. "Cuando llegue arriba sentí una sensación tan bacán, tan súper satisfactoria que me acuerdo que solo me dediqué a mirar el paisaje y reírme dentro de mi diciendo ¡Pucha! sí me la pude".
Forja Chile ofrece talleres de una, dos o hasta cinco clases a colegios que estén interesados en participar. Pueden ser actividades al aire libre, en la naturaleza, en el patio del colegio o el parque de la esquina. Se preocupan de evaluar al colegio y sus alumnos antes para armar un proyecto personalizado. Pero todos los talleres tienen el mismo objetivo: mostrarle a los alumnos que sí se puede.
La institución nació por las ganas que tuvo una familia de mantener vivo el espíritu de un ser querido, que los había dejado producto de un accidente, el empresario Nicolás Boetsch. Su sobrina y hoy directora de la institución, Josefina Hughes, cuenta que fueron los primos más grandes quienes llevaron a cabo el proyecto que tenía como objetivo lograr cambios en la formación de las personas, basado en el trabajo en equipo, así como su tío los hacía jugar todos los veranos.
Así es como se formó Forja, como una ayuda a quienes piensan que su vida no tendrá cambios, a quienes ponen el "no puedo" antes de intentar realizar las cosas, a esos alumnos que se rindieron antes de intentar ponerse una meta.
Josefina Hughes, antes de empezar a trabajar en la institución familiar, era una estudiante de la Universidad Adolfo Ibáñez. Siempre buscaba la forma de ayudar voluntariamente en pastorales o trabajos de invierno o verano, pero sentía que algo le faltaba. Iba por unos meses, semanas, un periodo determinado y después volvía a su vida normal.
En tercer año de universidad, cuando se forma Forja, empieza a colaborar como voluntaria integrándose y envolviéndose cada vez más con el espíritu solidario porque le "hacia mucho sentido este contacto directo con los estudiantes, poder ver como ellos mismos se iban descubriendo y potenciándose en los talleres", cuenta Josefina.
Una vez que terminó sus estudios entró a trabajar en Enseña Chile, donde estuvo dos años haciendo clases de matemáticas en un colegio de Recoleta. "En la sala de clases me di cuenta que esto (Forja) iba mucho más allá, era mucho más importante el tema emocional, (en los colegios) no había un impacto real, que era el que se necesitaba en la sala de clases. Yo veía a mis estudiantes y decía qué ganas que todos pasaran por los talleres de Forja, porque tenía estudiantes que agarraban su prueba, la metían debajo del banco y no respondían nada", recuerda la hoy directora de Forja.
Este último caso fue el de un niño de primero medio, que cuando Josefina le preguntó qué había pasado y en qué podía ayudarlo, el respondió: "profe pa' qué, pa' qué voy a hacer eso si yo se que mañana voy a estar aquí afuera estacionando autos". Recién entrando a la enseñanza media y ya no tenía ninguna expectativa de vida, ya estaba rendido, ya había dicho "no puedo".
Para Forja lo más importante es darles el remezón a los estudiantes, demostrarles que tiene capacidades, que pueden lograr lo que se propongan, siempre consciente de que habrán obstáculos en el camino. Josefina explica que no buscan que todos los estudiantes entren a la universidad, sino que tengan la oportunidad de elegir qué hacer con su vida; que si van a optar a trabajar sea porque ellos lo quisieron, porque evaluaron todas sus posibilidades y eso fue lo que les atrajo.
"Me di cuenta que todo el trabajo de Forja ya no era solo mantener el legado de mi tío, era algo más fuerte; contribuir a la educación", confiesa Josefina.
El sistema de talleres funciona con coordinadores y voluntarios. Un coordinador puede tener una cantidad de 90 estudiantes a cargo, ya sea en un mismo colegio o en una red de colegios, donde estarán los voluntarios para llevar a cabo las actividades. Las habilidades que se refuerzan son las socioemocionales o habilidades blandas, las que tienen la particularidad de que - a diferencia de otras destrezas - si las trabajas en primero o segundo medio, se pueden generar mejoras significativas y no es algo que se pierde porque no se enseñó de pequeño. Es más, aquí es el punto de interés de Forja porque es cuando los estudiantes comienzan a definir su rumbo en la vida.
Es por eso que lo más importante es desafiarlos, ponerlos en situaciones difíciles, complejas y provechosas.
Para Valentina, lo que hicieron fue desafiar sus miedos y trabas, empujándola al máximo hasta que lograra la meta. Eso hizo que cambiara su forma de pensar, porque según cuenta, aunque subir un cerro en sí quizás no es trascendental, en ese momento y para ella sí lo fue y no porque su cuerpo resistió hasta el final, sino porque decidió que desde ahí en adelante ya no habrían "no puedo". Por el contrario, ahora sería "sí me la puedo y no paro hasta lograr el objetivo".
La directora de Forja cuenta que el desafiar al estudiante es la primera etapa de los talleres, ya sean de una o 5 clases, todos hacen lo mismo. Ya sea subiendo un cerro o con alguna actividad en la plaza del colegio. Pero siempre dinámicas, con el objetivo de tensionar y desafiar al grupo que participa, esto para luego pasar a la etapa de reflexión en torno a la experiencia y finalmente conectarla con la vida cotidiana.
Al reflexionar sobre la actividad realizada, los coordinadores hacen que los alumnos conecten la reciente experiencia con su vida diaria; subir un cerro tuvo la traba de que en el camino existían cumbres falsas, lo que se conecta con obstáculos que pueden existir en la vida para lograr una meta, por ejemplo.
Valentina piensa que esta educación es la que no te dan en Chile y que es necesaria, "potenciar las habilidades blandas, socioemocionales, porque en la universidad o colegio te miden por las notas, no por otros logros, y Forja hace muy bien ese trabajo", y además cuenta que espera que algún día más jóvenes puedan tener la oportunidad de participar en estas instancias.
"Lo más probable es que sin Forja no estaría estudiando la carrera que estoy estudiando, no estaría hoy en el centro de alumnos de mi universidad. Lo más importante que yo rescato es la confianza que generó en mi, de ponerme metas claras y darle hasta el final", cuenta Valentina.
Los talleres pueden financiarse de diferentes formas dependiendo de la situación del colegio que quiera participar. A veces éste mismo costea los talleres, pero de no ser posible, se postulan a diferentes fondos y así logran implementar las clases.
Cualquier colegio es invitado a contactar a Forja Chile y crear un plan de talleres para reforzar las habilidades socioemocionales, lo único que se necesita es tener las ganas. Para eso, cualquier integrante de la directiva del colegio o instituto, debe ingresar a la página web y dejar los datos para ser contactados, así formar parte de la red de colegios que busca motivar a sus estudiantes.